Julio Boltvinik
Recortes dogmáticos/I

En la respuesta casi automática, recortar el presupuesto, que el gobierno federal ha dado a la baja en los precios del petróleo, se ha vuelto a hacer evidente el dominio que el tabú del déficit y el terror a la inflación ejerce entre nuestros funcionarios economistas. En múltiples ocasiones he señalado que el simplismo conceptual de la política económica seguida por el gobierno, e impuesta por el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), no es defendible intelectualmente y está dañando severamente el nivel de vida de los mexicanos. Más que una vía de acción racional, he insistido, se trata de un comportamiento mágico-religioso en el cual se ofrecen sacrificios continuos a un dios cuya furia se desataría si el déficit creciera. Es tan grave el terror que el déficit les provoca, que ya están alegremente discutiendo la necesidad de aumentar el IVA y eliminar las exenciones. Sin embargo, he arado en el desierto, pues ``ni me ven ni me oyen''. Hoy, por eso, quiero dejar la voz a alguien al que sí ven y sí oyen, a un importante funcionario del Banco Mundial.

Joseph E. Stiglitz (JES) es vicepresidente senior de Desarrollo Económico en el BM. Entre 93 y 96 fue presidente del Consejo de Asesores Económicos de Clinton. Es además un académico muy destacado (sus libros de texto sobre economía del sector público son usados en muchos países) y es un defensor de la economía de mercado y de limitar la intervención del Estado. Está lejos de toda sospecha. Es de los de adentro. En enero de este año dictó una conferencia en UNU-WIDER (el Instituto Mundial para la Investigación en Economía del Desarrollo de la Universidad de Naciones Unidas) titulada Más instrumentos y objetivos más amplios: hacia el post-consenso de Washington. En ella analiza los contenidos del Consenso de Washington (CW), que guía a nuestros funcionarios, y muestra sus limitaciones y deformaciones. La critica desde adentro. El CW ``sostenía que el buen desempeño económico requería libre comercio, estabilidad macroeconómica, y lograr los precios correctos''. Pero, dice JES, ``las políticas propuestas por el CW no son completas, y algunas veces están mal orientadas''. El CW ``fue catalizado por la experiencia de los países latinoamericanos en los años ochenta'', lo que explica la atención central otorgada en él a la inflación, que era su problema principal, añade Stiglitz.

``Esto ha conducido a políticas macroeconómicas que pueden no ser las más conducentes para el crecimiento económico a largo plazo, y ha distraído la atención de otras fuentes de inestabilidad macroeconómica, como la debilidad de los sectores financieros''.

El ``éxito del CW como doctrina intelectual --dice JES-- descansa en su simplicidad. Unos pocos indicadores económicos --inflación, tasas de interés, déficit fiscal y de comercio-- podían servir de base para un conjunto de recomendaciones de política. De hecho en algunos casos los economistas volaban a un país, veían y verificaban estos datos, y recomendaban reformas macroeconómicas, en tan sólo dos semanas''.