Luis Linares Zapata
Opositores y enemigos

En la medida que los conflictos que se dan en el país avanzan en complejidad, el núcleo del grupo gobernante se vuelve menos tolerante y sus exclusiones toman la peligrosa forma de bulas inapelables y elevan al oponente a la categoría de enemigo. Los casos Fobaproa y Chiapas lo ejemplifican con suficiente transparencia. Pero la práctica cotidiana también va preñada con múltiples casos de sus rechazos y desprecios.

Los destinatarios de sus exorcismos son variados y cada vez se les acumulan ramilletes adicionales. En ocasiones son figuras etéreas como los falsos redentores o los apóstoles de la violencia. En otras son organismos concretos como el PRD o la Conai o la Diócesis de San Cristóbal. Pero bien pueden ser también personas específicas como Marcos, el obispo Ruiz o López Obrador. Aunque pueden clasificar por igual a columnistas, locutores y periódicos que les chantajean o articulistas que les disputan con ahínco y honestidad un cacho en el espacio público. No dejan de enfocar sus desprecios y altercados hacia medios independientes, con académicos o activistas sociales que, cuando reinciden en sus posturas, pasan a la categoría de ser enemigos ``del señor''.

Habrá que recordarles, con energía, que el poder establecido por la voluntad soberana no puede definir categorías de tal especie a riesgo de perder su legitimidad y, si persevera en ello, la misma legalidad. El pluralismo consiste no solamente en tratar y convivir con distintas versiones y opiniones, sino con las que más resquemores causen, las más opuestas y beligerantes.

Todos aquellos que han tenido la osadía de contrariar la propuesta hacendaria de convertir, de inmediato y tal y como fue integrado el paquete financiero presentado al Congreso, son unos cuasi traidores a la patria. El PRD encabeza la lista y los plumíferos al servicio del grupo gobernante introducen todavía una categoría adicional: los duros de ese partido. El comunicado conjunto de Gobernación y Hacienda es más que ilustrativo al respecto. Es un monumento a la intolerancia, el bote pronto y la irracionalidad. Ese no es, señores burócratas, el camino.

Hubo necesidad de formar un cúmulo de requiebros y rechazos ante tales posturas para hacer recular al oficialismo enardecido. El mismo PAN no pudo seguir las líneas del guión que se dictaba desde Los Pinos y toda la táctica descalificatoria quedó en evidencia. Sus partes medulares fueron expuestas en sus crasos errores y la versión oficial comenzó a matizarse.

El paquete de Fobaproa es la evidencia, contabilizada, del fracaso de una gestión pública que ya lleva más de una docena de años, pero que se ha agudizado en los últimos tres. El costo político de todo ello, recaerá, sin duda, sobre sus autores. Es inescapable por más vueltas que se le intenten dar al doloroso asunto. Pero una cosa emerge con prístina claridad. Aquéllos que disienten de aprobar ese ignominioso como pesado fardo de compromisos para los próximos veinte años, no son enemigos de la presidencia, sino sus críticos y, en todo caso, opositores y deben ser tratados con esa jerarquía. Son, al fin, ciudadanos mexicanos, una categoría inigualable en derecho, respeto y dichos.

Chiapas es un recipiente todavía más profundo de los fracasos autoritarios y excluyentes de la tecnoburocracia y de su reducida coalición de apoyo que tienen, hoy, el control de muchos de los botones de mando. Afortunadamente su estrategia para ``retomar la iniciativa'' ha quedado hecha añicos. El famoso silencio y su ruptura, con el auxilio generoso de sus propias ineficiencias, la sepultaron sin dificultades.

Los dos extensos comunicados del EZLN son documentos dignos de análisis y acreditan sus posturas en el debate por la naturaleza del crecimiento y la paz que se desean. Avalan una conciencia escrutadora de la realidad y un afán bien intencionado de situarse en la actualidad de la nación. Los indios aspiran a tomar el lugar que a sus derechos y cultura les corresponde para empujar el desarrollo de México. Nadie los sacará de su cometido y más vale hacer alianzas con ellos aunque a muchos no les caigan bien, no los entiendan, les huelan mal, no los quieran ver ni tampoco les guste oírlos.