La Jornada jueves 23 de julio de 1998

Rodolfo F. Peña
La consulta del EZLN

Con sus dos primeros comunicados, el EZLN hizo añicos las versiones sobre la división interna del movimiento, o sobre la fuga hacia el sur del subcomandante Marcos y su muerte a manos de un alto militar guatemalteco, o sobre la cómoda estancia de éste en Tampico... Sin equívoco alguno, cuatro meses después de hablar con su silencio la presencia zapatista se volvió notable. En seguida, apareció México l998. Arriba y abajo: máscaras y silencios, documento en el que se hace presente el estilo festivo y las mofas amargas del autor, y luego la Quinta Declaración de la Selva Lacandona. Cuatro documentos, en total, que revivieron al EZLN y lo reubicaron de nuevo en el eje del debate político nacional.

Parece evidente que el sub y su gente se tomaron un trecho prolongado para que, mientras tanto, hablaran todos los que supieran y pudieran hacerlo. Sucedió así, exactamente. Se habló demasiado, unos bien y otros mal. El peor discurso, el más cargado de frases ignominiosas en contra de los guerrilleros y su silencio, fue el de las autoridades, y muy concretamente el del doctor Zedillo, de quien se diría que ha estado cogobernando Chiapas, si pudiera decirse que allí hay un gobierno. Es el discurso caduco y prepotente, el que entiende cualquiera con tal que se decida a leerlo, un discurso cargado de cólera porque se sabe el subproducto de una retractación manifiesta, agravada con la presentación de una iniciativa de ley ajena y contraria al proceso de diálogo.

Si eran puras patrañas las ideas sobre los zapatistas sacadas a la luz por los propagandistas oficiales, según lo que muchos pensábamos, entonces cuando volvieran a hablar habrían de replantearse necesariamente alguna forma de continuidad sobre el diálogo truncado de San Andrés. ¿Cómo hacerlo, con las iniciativas de ley supuestamente en estudio que el Congreso tiene ya en su poder? ¿Se trataría de discutir primero, observando todas las normas de seguridad, de alcanzar un acuerdo, que en la práctica tomó el nombre de Propuesta de la Cocopa, y de debatir después unas iniciativas totalmente extrañas?

Desde luego, no era la forma correcta de hacer que fuera el Congreso quien decidiera, en último análisis, sobre lo resuelto en San Andrés. Quedaba otro método, de suyo más tardado pero a la postre más eficaz que el acuerdo entre dos partes. Es la consulta nacional para que sea el propio pueblo quien ordene a sus diputados discutir solamente sobre la Propuesta de la Cocopa. Así se convino desde el principio, cuando se aprobó y firmó la necesidad de llevar los acuerdos a los órganos de decisión nacional. Y así está previsto en la Quinta Declaración.

A nadie se le ocurriría preparar semejante método si no estuviera convencido de que la gente del pueblo sabrá responder, y precisamente por la afirmativa para los zapatistas: lo contrario equivaldría a consolidar la retractación, el confíteor. Recordemos la apacible resignación de Bossuet: ``contra la autoridad del soberano no puede haber más remedio que en su autoridad'', seguida de la observación de Locke: ``un pueblo generalmente maltratado contra todo derecho, se cuidará de no dejar pasar una ocasión en la que pueda liberarse de sus miserias y sacudir el pesado yugo que se le ha impuesto con tanta injusticia''.

En tanto el EZLN dispone sus papeles y los hace llegar a sus destinatarios, tarea que suele ser lenta y difícil, habrá que estar pendientes de lo que sucede en otros escenarios políticos. ¿Qué hará el Congreso con las propuestas de ley metidas a trasmano en su portafolios? ¿Qué hará cada uno de los partidos? Y, por supuesto, ¿qué hará el Ejecutivo? Por lo pronto, ya sabemos qué es lo que hace el EZLN: se prepara a dialogar con la sociedad civil, seguro de que en esta instancia no habrá retractaciones y de que así participa en la lucha por la paz.