Angel Guerra Cabrera
Clinton y Fidel

Si el gobierno de William Clinton quería producir una distensión y trabajar en serio por la normalización de las relaciones con Cuba, no tenía más opción que poner en la picota pública a la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA). Ese parece ser el resultado del reportaje de Anne Louise Bardach y Larry Rother en The New York Times de hace unos días, que -en boca del veterano agente de la CIA, Luis Posada Carriles- acusan a esa organización de haber ordenado las explosiones contra instalaciones turísticas de La Habana en el verano de 1997. Posada se fugó de una cárcel venezolana en 1985, donde purgaba condena como autor intelectual de la repugnante voladura en Barbados de una nave de Cubana de Aviación, con saldo de 72 muertos. Más tarde reapareció en El Salvador, donde actuó como operativo de la CIA contra los sandinistas y las guerrillas guatemalteca y salvadoreña. Concedió la entrevista en ``algún lugar amuralllado del Caribe'', según la publicación.

El reporte también le da tácitamente la razón al gobierno de la isla, que aseguró en aquel momento tener pruebas de que el grupo ultraderechista era el responsable de los atentados. Ernesto Cruz León, ciudadano salvadoreño, fue apresado y presentado entonces en la televisión cubana donde confesó haber sido contratado para llevarlos a cabo, extremo confirmado por Posada.

El influyente rotativo estadunidense afirma disponer de informaciones ``de más de cien fuentes'' que confirmarían la responsabilidad del grupo y de su extinto líder Jorge Mas Canosa en esas y otras acciones terroristas. Un fuerte cuestionamiento a su legitimidad, supuestamente basada en el objetivo de propiciar por vía política una ``transición democrática'' en Cuba. La ley Logan, de Estados Unidos, invocada en el reportaje del Times, declara ilegal la ``conspiración para matar, secuestrar, herir a personas, o dañar propiedades en terceros países''.

En un gesto inusual, Granma, órgano oficial del Partido Comunista de Cuba, reprodujo íntegramente en su primera plana, sin mayores comentarios, la información del diario neoyorquino. Se limitó a señalar que las revelaciones habían causado conmoción en la opinión pública estadunidense.

Las autoridades cubanas habían dicho que pondrían las pruebas a disposición de sus homólogas estadunidenses.

La FNCA ha sido en los últimos años uno de los lobbys más poderosos en Washington, comparable al judío. Cobró un enorme auge bajo el clima de mesianismo anticomunista fomentado por Ronald Reagan, que se mantuvo durante la administración de George Bush, y pareció convertir en su rehén la política de Estados Unidos hacia Cuba. Tras el derribo por cazas de la isla de dos avionetas con matrícula estadunidense, logró torcerle el brazo a Clinton y hacerle aprobar la ley Helms Burton, a la que el mandatario se había opuesto.

La buena estrella de la FNCA, empero, comenzó a declinar visiblemente desde que se anunció la visita del papa Juan Pablo II a la mayor de las Antillas, una de las razones que la habrían llevado a encargar a Posada Carriles la ejecución de los atentados en la capital cubana. Posteriormente, la muerte de Mas Canosa aceleró el declive.

Paralelamente a la publicación del reportaje se reiniciaban los vuelos directos Miami-Habana y eran declaradas ``zona de seguridad'' las costas de Florida, con el propósito de impedir el ingreso en aguas cubanas de embarcaciones procedentes de ese rumbo y la penetración de balseros en dirección contraria. Nunca antes se había advertido tan enérgicamente a los exiliados que desistieran de esas provocaciones. El presidente Clinton suspendió por seis meses más la aplicación del capítulo III de la Helms-Burton, que autoriza a los ciudadanos estadunidenses a entablar demandas contra las empresas de terceros países que inviertan en propiedades confiscadas por la revolución cubana. En el Congreso se espera la discusión de un proyecto de ley -apoyado por más de un centenar de legisladores y una coalición de empresarios y activistas- que aboga por el levantamiento del bloqueo en cuanto a alimentos y medicinas. Hecho inédito, en el venerable Carnegie Hall de New York se presentaban los músicos cubanos que grabaron el ya antológico disco Buenavista Social Club. Por su parte, el actor Jack Nickolson, de regreso de La Habana, declaraba haber conversado tres horas con Fidel y pedía el fin de las sanciones.

Hay muchas señales de que se gesta un cambio importante en la política de Estados Unidos hacia la isla. Clinton y Castro parecen decididos a llevarse las palmas por el arreglo del último conflicto remanente de la guerra fría y a afrontar los enormes desafíos que implicaría para las dos partes.