Dice Fito Sánchez Rebolledo en su último artículo que mediación no es intervención; lo es en el lenguaje de diversas agencias de la ONU. Aunque la mediación sólo es posible si hay acuerdo entre las partes, esta forma de intervención se produce no a solicitud de ellas, como dice Fito, sino del gobierno. Pero el punto no es tan relevante.
Su argumento de que ``se pide la mediación internacional (...) sin agotar las instancias nacionales'' parece en cambio muy debatible. Esas instancias, dice, ``están obligadas a desempeñar un papel más activo (...), como el Congreso, los partidos políticos y la propia sociedad civil''. Esas instancias podrían hacer más y, en este sentido, coincido en que no están agotadas. El punto es que para todo efecto práctico el 2000 hace tiempo está entre nosotros y lleva a las tales instancias a decisiones políticas diferentes de la búsqueda de una solución para el conflicto EZLN, y lo peor, para los más de 10 millones de indígenas (asuntos vinculados pero distintos). Pueden no estar agotadas, pero esas instancias han empeñado sus esfuerzos y estrategias políticas subordinando el nudo chiapaneco a sus objetivos particulares.
Sánchez Rebolledo pide un balance de lo ocurrido hasta hoy. Visto por los resultados, repetiría mi balance de la semana pasada. En Chiapas todo ha empeorado. Hoy hay más muertos, más heridas, más rencor, más refinamiento militar kaibil, más embrollo político, más enredo jurídico, más ofuscamiento, más paramilitares, más municipios autónomos ilegales, más ilegitimidad política del ejecutivo local, más desconfianza entre los actores, más protagonismo marquista.
Dicho lo anterior agregaría que la mediación internacional no está a la vista. Ha sido vedada por el gobierno. Hasta hace dos semanas partidos políticos y gobierno coincidían en ello. Hoy la V Declaración de la Selva Lacandona hace un breve giro abriendo la interrogante, y López Obrador ha cambiado de parecer (sin ofrecernos explicación) y ha declarado a favor de esa mediación.
Para continuar con mi balance, la situación es una donde el Ejecutivo demanda diálogo directo y dice estar dispuesto a esperar lo que sea necesario. El EZLN mantiene, en cambio, que ``el diálogo y la negociación tendrán pertinencia cuando, además de contar con una mediación, la confianza y la credibilidad se restituyan'' (V Declaración). Esto último quiere decir retiro del Ejército y aceptación de los acuerdos de San Andrés, en la forma de la iniciativa de ley de la Cocopa, sin modificación ninguna. A su vez, dicha iniciativa ha sido objeto de cuatro ``observaciones'' irrenunciables, referidas a fines de enero por el presidente Zedillo. Por tal razón el Ejecutivo, envió su propia iniciativa, la cual, según el EZLN, no cumple ninguno de los Acuerdos de San Andrés. No está demás agregar que el EZ mantiene su posición diciendo que ``tenemos la razón y la dignidad de la historia de nuestro lado''. Dos partes con tales posiciones no pueden dialogar ni acordar nada.
El Congreso tiene ahora cuatro iniciativas: la del Ejecutivo (cuyo texto parece no aceptar cabalmente el Convenio 169 de la OIT ); otra, del PAN; una más, menos publicitada, surgida de la fracción priísta; y la por nadie presentada de la Cocopa (el PRD ha dicho que ``podría'' presentarla). Entre tanto el EZLN quiere ``una consulta nacional en ¡todos! los municipios del país'' y que el Congreso sin más apruebe la por nadie presentada iniciativa de la Cocopa, con la que ni el PRI ni el PAN están de acuerdo, además del Ejecutivo, que es la contraparte. El PRI y el Ejecutivo tampoco están de acuerdo con la consulta.
¿Pueden las instancias nacionales resolver este nudo al que cada día le echan más vueltas y apretones? Nos preguntamos si puede haber una salida racional, nacional, democrática, justa para los indígenas y pacificadora para Chiapas dadas las estrategias políticas de los partidos de hoy frente al 2000.
El de Chiapas seguirá siendo un nudo peor que el inextricable que ataba al yugo la lanza del carro de Gordio, rey de Frigia. No habrá diálogo, no habrá reforma constitucional, no habrá mediación ni nacional ni internacional antes de que el siglo muera. Después, todo es incertidumbre.