La Jornada lunes 27 de julio de 1998

Carlos Martínez García
Validar la corrupción

El debate que no quiere la Iglesia católica, el del aborto, ya se está dando en distintos sectores de la sociedad mexicana. Con sentencias fulminantes las altas autoridades eclesiásticas pretenden silenciar una realidad que a uno(a)s les parece necesario legalizar (para evitar miles de abortos clandestinos mal practicados), y a otros(as) simplemente tratar como un delito a castigar con fuertes sanciones penales.

En las declaraciones del nuncio apostólico, Justo Mullor García, y en las de la Comisión Episcopal de Pastoral Familiar de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), se encuentra un común denominador, desde el cual descalifican la propuesta del secretario de Salud, Juan Ramón de la Fuente, en el sentido de abrir un diálogo nacional acerca de tomar el pulso de la sociedad mexicana para detectar su opinión en el tema del aborto. Ese común denominador es el terreno desde donde, consideran, es necesario analizar el controvertido tema, el de las enseñanzas morales de la Iglesia católica. Ya puestos en esta perspectiva, Mullor llama un acto inmoral a la sola participación en un debate nacional sobre el aborto. La CEM habla de que en México hay una cultura de la corrupción, en la cual ``muchos malos funcionarios, personas o instituciones'' han ``saqueado las riquezas materiales del país, condenando a la gente a vivir en la agresión de la miseria y del hambre. Pero es el colmo que ahora también quieran saquear la riqueza de los valores de los mexicanos promoviendo intereses, ideas o planteamientos contra la vida del ser humano''.

En esta ocasión no voy a exponer mi idea personal sobre el aborto. Quiero resaltar la inconsistencia de las jerarquías católicas respecto de sus mismos postulados morales, a los que recurren o marginan según sea conveniente a la institución dentro de un contexto político determinado.

¿Por qué sí levantar la ética católico romana en asuntos como el aborto, el celibato de los sacerdotes, la planificación familiar exclusivamente por medios naturales, etcétera? ¿Por qué no hacerlo cuando se ha tratado de beneficiarse de actos políticos inmorales -las negociaciones con Carlos Salinas de Gortari- que a todas luces atentaban contra los valores de la rectitud y la verdad? La Iglesia católica quiere juzgar a todos, estima que tiene la autoridad moral para hacerlo, pero se indigna cuando se le señalan sus incongruencias, lo que en términos del Nuevo Testamento se llama fariseísmo. En la sociedad mexicana actual, de un creciente pluralismo en todos los órdenes, nadie puede quedar exento de rendir cuentas a sus partidarios, simpatizantes o feligreses. Todos, y principalmente las figuras e instituciones públicas, quedan sujetas al escrutinio de la opinión pública. Es, entonces, un juego malicioso ejercer la crítica hacia los demás, pero vedarle a los otros el mismo derecho para demandar razones de uno.

En el balance de cómo se gestó esa cultura de la corrupción a que se refiere la CEM, está pendiente la contribución que para su reforzamiento durante el salinato hizo la jerarquía católica mexicana y el representante papal Girolamo Prigione. No cabe duda que urgido de una legitimidad que le negaron las urnas, Salinas recurrió a todas las componendas que pudo y ofreció distintas concesiones a cúpulas dispuestas a olvidarse del fraude electoral con tal de obtener beneficios largamente anhelados. Entre los que estuvieron dispuestos a negociar su apoyo a Salinas, conociendo perfectamente la inmoralidad electoral que cometió con la caída del sistema, estuvieron los líderes eclesiásticos católicos, connotados empresarios y el PAN. La asistencia de clérigos a la toma de posesión de Salinas de Gortari fue previamente negociada con ellos, se les ofreció que en el acto sería anunciada la modernización de las relaciones Estado-Iglesia (católica). Por cierto que Manuel Camacho Solís tiene bastante información al respecto: él tuvo a su cargo la tarea de pactar con la jerarquía su presencia en la consagración de Carlos Salinas a un puesto que no ganó en las urnas. ¿No fue esa una acción que reforzó la cultura de la corrupción?

¿Qué parte de responsabilidad histórica le toca a los individuos y entidades que facilitaron el arribo de Salinas y su equipo a la Presidencia de la República? Sobre todo teniendo en cuenta que su voraz administración practicó una opción preferencial por los ricos (remember el número de empresarios mexicanos en las listas de Forbes). Porque la salinasnomics fue una construcción colectiva, en la que participaron quienes decidieron legitimar un proyecto que llevaría a México al primer mundo. El estrepitoso fracaso de la modernización truncada, capitalismo de compadres sin transición democrática, fue una inmoralidad que llevó a la sociedad hacia una profunda crisis, cuyos estragos han sido devastadores para la mayoría de mexicanos(as). Al niño neoliberal hubo quien le presentó oro, incienso y mirra.