Francisco Vidargas
Autonomía patrimonial

Justificada la preocupación de Fernando Benítez (La Jornada, 17/7/98) por el irrefrenable saqueo de piezas arqueológicas, lo que nos va a orillar, tarde o temprano, a hacer copias al por mayor en fibra de vidrio, como lo hacen ya en las zonas arqueológicas de Copán y Tikal. Dos magnas exposiciones han revelado nuevamente una verdad inocultable a nivel regional: el robo y tráfico del patrimonio arqueológico continúa sin mayor problema. Primero en Estados Unidos, en diciembre pasado, el Museo de Bellas Artes de Boston exhibió un gran número de piezas mayas provenientes del Petén. Ahora, en Bélgica, el Museo de Etnología de Amberes abrió la muestra Offerings for a new life, funerary images from pre-Columbian west México con objetos de las zona occidental, comprendidos los estados de Colima, Nayarit y Jalisco. En los dos casos, la mayor parte del acervo proviene de ventas ilícitas.

Con la realización de este tipo de muestras --como señaló la etnóloga Mirreille Holsbeke (Reforma, 14/7/98)-- lo que se logra aparte del conocimiento, estudio y difusión de nuevas piezas, es la desafortunada legítimación de los saqueos, puesto que ahora existen más coleccionistas interesados en adquirir obras prehispánicas, y, por tanto, se incrementarán las oferta y la demanda.

Los ladrones cortan y destruyen -con sierras mecánicas-- tumbas para robar esculturas, altares, urnas funerarias, estelas, cerámica y objetos de jade, y venderlos en el extranjero, principalmente en Estados Unidos, varios países europeos y Japón. La detección y captura de estos depredadores es cada vez más complicada, ya que muchos de ellos tienen estrechos vínculos con narcotraficantes. Según autoridades de Guatemala, los delincuentes trabajan en grupos de 15 a 20 personas armadas con equipos sofisticados que les permiten frustrar cualquier intento de captura por autoridades civiles y militares. Además, usan las mismas rutas de traslado: en 1990 las autoridades estadunidenses localizaron en una avioneta que aterrizó en Florida, además de un gran cargamento de cocaína, un gran lote de piezas robadas de diversos centros precolombinos.

Pese a las evidencias, autoridades irresponsables todavía minimizan la magnitud de los hechos, señalando que son ``saqueos fortuitos'' y por el contrario justifican el retraso en los proyectos de investigación y medidas preventivas --como sucede en Chiapas-- debido a ``los constantes rumores de enfrentamientos'' en la zona (El Universal, 6/7/98). Mientras tanto, museos de sitio como el de Palenque son saqueados y se han denunciado más de 27 hurtos en sitios de la Selva Lacandona, en lo que va de este año.

Ante tal prosblema, aunado a la desconfianza y ``el engaño de las autoridades'', las comunidades indígenas de choles y lacandones impidieron recientemente que funcionarios del INAH sacaran del museo de Palenque 15 obras para incluirlas en una nueva exposición a realizarse en el Palazzo Graci de Venecia. Con el apoyo de estudiantes y miembros del Patronato de Preservación del Patrimonio Cultural de Palenque, los grupos tramitaron un acuerdo por el cual sólo se prestó una estatuilla, la del Hombre pájaro.

Entre las propuestas conjuntas incluidas por el gobierno federal y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional en los Acuerdos de San Andrés Larráinzar, se cuentan diversas recomendaciones al Instituto Nacional de Antropología e Historia, referentes a dar a los indígenas ``la debida capacitación para poder administrar ellos mismos los sitios'', protegerlos ``cuando estén amenazados por megaproyectos'' de desarrollo turístico o saqueo y otorgarles ``parte de las utilidades turísticas que generan''. También se contempla evitar ``cualquier afectación al patrimonio natural y cultural, en su sentido más amplio, o a sitios y lugares geográficos de significación simbólica, como los centros civiles, culturales y ceremoniales''.

Ante las inmorales actividades de los ``cazadores arqueológicos'', se deben cumplir pronto los compromisos de San Andrés. Las comunidades indígenas ya demostraron, en Palenque, el valor que le dan al patrimonio cultural y su interés por cuidarlo.