Arnaldo Córdova
La ``politización'' del Fobaproa
Si el presidente Zedillo y sus colaboradores, al incluir en su iniciativa de reforma financiera el asunto del Fondo Bancario de Protección al Ahorro (Fobaproa), pensaron que su discusión y aprobación en el Congreso de la Unión sería un mero trámite y que no alcanzaría a desbordarse hacia el campo del debate político nacional, dando banderas de todo tipo a toda clase de agrupaciones políticas o de interés, realmente estaban en la luna. Aparte las organizaciones de El Barzón y otros interesados, los partidos no podían por más de ``politizar'' el debate y, creo, de eso se trataba.
Ya de entrada, a todo mundo irritó la sola perspectiva de que Zedillo propusiera que más de 550 mil millones de pesos (65 mil millones de dólares) se adscribieran al renglón de la deuda pública interna. Una deuda, se pensó de inmediato, aun sin saber mucho de economía, que debía pagar el Estado. Como el Estado sólo gasta lo que los contribuyentes le dan en impuestos (además de los bienes de la nación que explota en su nombre, como el petróleo), resultaba claro que los que íbamos a pagar, así fuese a largo plazo, seríamos los que trabajamos y pagamos impuestos. Eso se ha repetido hasta el exceso.
Había en el debate nacional (en la prensa, entre los partidos, en la academia) muchos datos, algunos de ellos incontrovertibles, que indicaban que el Fobaproa escondía inmundicia a raudales. En un principio, supimos sólo de los pequeños deudores que se juntaron en El Barzón. Luego, empezamos a darnos cuenta de que ese fondo había servido también para juegos sucios y hasta fraudulentos de los grandes poseedores del dinero. Cuando la Cámara de Diputados comenzó a recibir los expedientes del Fobaproa, se formó una subcomisión ad hoc y los diputados comenzaron a investigar las entretelas de ese fondo, empezamos a saber cosas que a ninguno le gustó. Más todavía cuando los propios diputados reclamaron el hecho de que no habían recibido toda la información que se requería y el gobierno simplemente se resistía a proporcionarla. ¿Por qué?
El texto de la iniciativa, por lo pronto, demostraba algo que no podía ocultarse: Zedillo no tenía ya forma alguna de resolver los gigantescos problemas que le planteaba el Fobaproa en el ámbito de la política financiera. Los deudores no podían pagar y los acreedores (los bancos) estaban arruinados. La compra de la deuda por parte del gobierno había sido una salida de emergencia; pero no hubo modo de que nadie la pagara; muchísimos, porque no tenían con qué y, otros, los pocos, porque habían hecho un gran negocio con el fondo y se inmunizaron contra más pérdidas, que ahora quedaban en el bolsillo del gobierno.
La propuesta de convertir los pasivos del Fobaproa en deuda pública era un extremo al que el gobierno zedillista no deseaba llegar cuando creó el fondo. Tal vez esperaba que la deuda se refinanciara por sí sola. El hecho fue que, in extremis, Zedillo no tuvo otra solución que pasar la cuenta de sus incalculables errores a los contribuyentes. La deuda, sencillamente, era impagable.
Ante todos estos hechos tan elementales y, a la vez, tan innegables, resulta sorprendente que el Presidente y los suyos estén lamentándose ahora de que la oposición esté ``politizando'' el problema. Quien de verdad empezó a hacerlo fue el mismo gobierno que pretendió y pretende hacer pública una deuda de privados, que han resultado ser unos pillos de siete suelas a los que cada vez conocemos mejor. El misterio, como siempre, es el mismo: ¿adónde fue a parar el dinero perdido?
De acuerdo con los primeros informes que nos han dado los diputados, ese dinero se esfumó en absurdas operaciones de bolsa que indujeron los mismos funcionarios de la Secretaría de Hacienda y del Banco de México. Puede ser cierto, pero queda la sospecha de que mucho de ese dinero se haya fugado y ahora sea, simplemente, irrecuperable. El PRD hace muy bien al promover una consulta pública, cuyos resultados ya sabemos lo que van a ser, pero que ayudará a expresar opiniones que, en esta materia, hasta ahora han quedado al margen de las decisiones arbitrarias de nuestros gobernantes.
Ya puede imaginarse lo que el caso del Fobaproa producirá en el futuro próximo. La oposición encontró una mina de oro y no dejará de explotarla. Acaso sólo eso haga perder el poder al PRI y a los grupos gobernantes. En los países anglosajones la agresión gubernamental a los contribuyentes fue siempre la primera causa de sus revoluciones. Ernesto Zedillo debería aprender eso y no olvidarlo jamás. No debería extrañarle el hecho de que la oposición ``politice'' el asunto, sino, por el contrario, el que no lo haga. Y el PAN y el PRD deberían también tomar nota de ello. Eso nos beneficiará a todos, incluido el gobierno.