Arnoldo Kraus
Jóvenes suicidas

Cada vez me sorprenden más los suicidios. No sólo por sus implicaciones filosóficas y éticas sino por las preguntas que los actores dejan --nos dejan-- a su paso. Pensar acerca de las infinitas cuestiones emanadas del morir voluntariamente, es obligado: cada suicidio, cuando no es secundario a una enfermedad terminal, es interrogación inagotable. Tratar de responder es jugar con el fracaso. Pretender comprender razones es apostar a callejones sin salida. Intentar explicar gira entre lo ocioso y lo imposible. Sin embargo, las preguntas están ahí: ¿por qué?, ¿acaso porque sociedad, familia, amigos y educación fallaron? O quizá la respuesta sea más bien simple: cada quien es dueño de su vida y puede decidir. Preguntas infinitas que no dejan de cuestionar y cuyas respuestas son inacabables y seguramente disímbolas. No en balde el suicidio es un acto humano y no animal.

Los testimonios de quienes ponen fin a su vida son escasos. Para algunos, médicos o sociólogos, interpretarlos podría servir para evitar nuevos episodios. Para otros, en cambio, tal conducta es aberrante: ¿tiene o no el ser humano derecho a suicidarse? ¿Es lícito impedir ese acto? Incapaz de responder, me refugio en Albert Camus. Para él, ``sólo existe un problema filosófico y éste es el suicidio''. A pesar de las elucubraciones anteriores, hay suicidios que no pueden pasar desapercibidos.

Recientemente, en Estados Unidos, dos jóvenes, menores de treinta años, encontraron la muerte al colgarse de un puente. Ambos pendieron sin vida durante algunas horas, por lo que sus cuerpos pudieron ser vistos por quienes conducían o por los habitantes de los edificios vecinos. Todo sucedió: algunos pensaron que era una broma; otros, una escena de alguna película; a los pasajeros que por ahí transitaban se les sugirió que evitasen observar la dantesca imagen. Intento reconstruir lo sucedido: ¿qué inquieren dos cuerpos colgados?

El suicidio de parejas no es un rito nuevo ni una moda. Un rápido vistazo de ``sus causas'' explica lo inexplicable: las razones personales evaden la lógica. ¿Es válido aprobar o desaprobar? Entre los motivos del pacto suicida destacan enfermedades crónicas, ritos, alteraciones psiquiátricas, causas pseudorreligiosas, vejez, insatisfacción con la medicina que se niega a practicar eutanasia activa en un miembro enfermo por lo que el sano asiste en la muerte y luego se inmola, desesperanza ante la vida por razones sociales y económicas. Aquellos suicidios que no son secundarios a daño psiquiátrico suelen reflejar problemas sociales.

El caso de estos jóvenes estadunidenses es patético pues la causa fundamental del suicidio fue la imposibilidad para seguir costeando su adicción. O, desde una perspectiva más realista, la muerte solucionó su incapacidad para seguir deambulando por una vida sin drogas. La temprana incursión de la juventud en el mundo de las adicciones es inimaginable. Las estadísticas ofrecen números alarmantes que importan, pero sólo son parte de la cuestión fundamental. El corazón lo constituyen los implicados. La drogadicción ``temprana'' denuncia el fracaso de la familia y de la comunidad, la educación inadecuada e implica la anuencia de sistemas políticos hipócritas y corruptos cuyos beneficios económicos son inmensurables. Todos en un mismo tinglado: sociedad y narcopolítica como promotores de drogadicción.

En los países ricos, el suicidio de jóvenes va en aumento. ¿Qué implican, qué denuncian dos cuerpos, pendiendo sin vida, ahorcados, durante el día, en medio del barullo cotidiano? ¿Qué hay atrás, qué hay adelante? El consumo de drogas mata. Mata por incontables razones biológicas: la droga es más fuerte que la célula y más poderosa que la voluntad humana. Pero, mata sobre todo, porque expone a una sociedad desarmada e incapaz de evitar la penetración de la droga.

En México solemos pensar que los problemas de las drogas son lejanos, pero estudios recientes de la Secretaría de Salud han demostrado un incremento considerable en su uso. Lamentablemente carecemos de fórmulas adecuadas para evitar su consumo. Como siempre, prevenir es lo prudente. Desafortunadamente, en el contexto de las drogas la prevención tiene enjutas esperanzas pues implica modificar una larga cadena de conductas. Deben confrontarse varios eslabones: el de las familias rotas, el de una sociedad desmantelada que ofrece adicciones porque otros valores se han perdido, el de la moda y el del poderoso negocio que implica intereses económicos inimaginables.

Me queda una última pregunta: ¿qué hacer?