CLASE POLITICA Ť Miguel Angel Rivera

El próximo proceso de selección del candidato del PRI a la Presidencia de la República será democrático, mediante elección abierta en la que participen todos los ciudadanos del país.

En las actuales condiciones de la política mexicana, tal anuncio parece una utopía. Sin embargo, precisamente por las exigencias de la nueva realidad política del país, a cada momento crecen las posibilidades de que el tricolor tenga que recurrir a un mecanismo democrático de elección de su abanderado para los comicios federales del 2000.

De hecho, la situación podría manejarse a la inversa: la elección abierta del candidato presidencial no es ya una aspiración, sino una realidad. Lo único que falta es decidir los pormenores.

Lo que se pretende evitar definitivamente son las acusaciones de que el terreno fue preparado de antemano para favorecer a uno de los aspirantes. En términos populares se podría decir que no basta con que el sistema de elección sea limpio. También tiene que parecerlo.

Por ejemplo, falta rectificar o confirmar los candados impuestos en la 17 Asamblea Nacional, por los cuales sólo pueden aspirar a la candidatura presidencial quienes hayan tenido previamente un cargo de elección popular.

Colegio de cardenales

En el terreno de las especulaciones, los únicos secretarios de Estado que en las actuales condiciones pueden aspirar a la postulación presidencial del PRI son los de Relaciones Exteriores, Rosario Green; de Gobernación, Francisco Labastida Ochoa; del Trabajo, José Antonio González Fernández, y de Turismo, Oscar Espinosa Villarreal.

Frente a ellos hay una lista de aspirantes surgidos de otros medios de la política nacional, como los gobernadores de Puebla, Manuel Bartlett, y de Tabasco, Roberto Madrazo. Son los más mencionados, pero no los únicos.

En virtud de que el presidente Ernesto Zedillo se cortó el dedo y está decidido a no ejercer el derecho metaconstitucional de designar al candidato del PRI, se necesita una especie de colegio electoral que establezca las condiciones para el proceso de selección y los requisitos que deben cumplir los precandidatos.

Una afortunada expresión que ganó carta de naturalización en los medios políticos nacionales denominó, a semejanza de la Iglesia católica, cardenales a quienes aspiran a la Presidencia de la República, y ahora lo que empezó como una broma puede convertirse en realidad. Pero al mismo tiempo debe recordarse que los cardenales son los que tienen derecho a voto en la elección de Papa o Sumo Pontífice.

Por coincidencia, en las negociaciones previas acerca de las condiciones para elegir candidato a la Presidencia de la República, de manera casi natural se ha constituido lo que puede denominarse un colegio de cardenales, que antes de la realización de la 17 Asamblea Nacional del tricolor es responsable de fijar las condiciones para la designación de candidato presidencial.

En ese grupo están, como representantes del Poder Ejecutivo, Labastida Ochoa y el presidente del PRI, Mariano Palacios Alcocer, acompañados por siete gobernadores estatales.

Esto quiere decir que si no existía el tan comentado sindicato de gobernadores, ahora ya es una realidad.

La lista de los integrantes es al gusto. El número mínimo es de siete.

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