Juan Arturo Brennan
ONIX en El Generalito

El feo círculo vicioso formado por los que programan música, los que se encargan de promoverla, los que la interpretan y los que la escuchan, sigue tan cerrado como siempre. De ahí que, aunque suene repetitivo, se hace necesario expresar con renovada urgencia la preocupación por la escasa atención que se da en nuestro medio a la música contemporánea. Entre los numerosos problemas relacionados con este tema, uno de los más apremiantes es el de la falta de conjuntos dedicados de tiempo completo y con un alto nivel de profesionalización a la promoción específica de la música de hoy.

En este contexto, es menester mencionar de nuevo la importancia de la existencia (y la supervivencia continuada) de ONIX Nuevo Ensamble de México, conjunto dedicado a la música de nuestro tiempo, con un núcleo básico de ejecutantes y la flexibilidad necesaria para adaptarse a cualquier dotación camerística contemporánea. En el caso de ONIX, la vocación de promover y difundir la música nueva está acompañada de un evidente crecimiento en lo cualitativo y una saludable tendencia hacia un nivel plenamente profesional de esta labor que, por desgracia, suele ser muy ingrata en nuestro ámbito cultural.

Prueba reciente de la consolidación de ONIX puede hallarse en la serie de conciertos que el ensamble ofrece en El Generalito, un lindo espacio para hacer música en el interior del Antiguo Colegio de San Ildefonso, con una acústica muy atractiva. El segundo concierto de esta serie de tres fue una sesión llena de buena música y de riqueza interpretativa, con la virtud añadida de haber ofrecido un programa que incluyó en su primera parte tres obras mexicanas.

Para comenzar, una versión atlética, rica en ángulos, aristas y superficies sonoras, de Planos, de Silvestre Revueltas, conducida con precisión y nervio por José Areán. Después, el tardío estreno absoluto de una más de las partituras vocales de Federico Ibarra: Décima muerte, sobre un texto de Villaurrutia. Como suele ocurrir en la música cantada de Ibarra (y de hecho en toda su música), hay aquí una buena dosis de dramatismo y teatralidad, arropada en un complemento instrumental manejado con una gran solvencia y señalado por esas constantes motrices e interválicas que le son propias e inconfundibles. Y como suele ocurrir también, una destacada interpretación de la mezzosoprano Adriana Díaz de León, quien en fechas recientes ha estado exitosamente involucrada con notables partituras vocales contemporáneas.

La compositora Ana Lara presentó su pieza Vitrales para trío de cuerdas, en la que logra una variedad colorística notable y una engañosa sensación de complejidad a partir de recursos que en realidad no son tan densos como parecen. De construcción clara y desarrollo orgánico, estos Vitrales dejan entrever por momentos una especie de microcosmos de las aglomeraciones sonoras asimiladas por la compositora durante su contacto con la moderna escuela polaca.

En la segunda parte del concierto, dos solistas de ONIX ofrecieron sendas piezas de la fascinante serie de Sequenze, de Luciano Berio, clásicos indudables de la segunda mitad de este siglo. Gustavo Rosales se encargó con solvencia de la Sequenza para trombón, pieza que contiene dosis iguales de teatro y música en su planteamiento y ejecución. Después, el trompetista Jon Nelson hizo una versión realmente intensa y comprometida de la Sequenza para trompeta y resonancias de piano, técnicamente sorprendente y con un gran sentido del espacio acústico. De la combinación de las vibraciones obtenidas de tocar la trompeta en el interior de la caja del piano con la generosa acústica de El Generalito, Nelson obtuvo numerosos momentos de resplandecientes resonancias.

Para concluir, una compacta y bien balanceada ejecución de las Chansons innocentes del estadunidense David Dzubay, obra inspirada en textos de e.e. cummings, rica en atractivas texturas y concebida en un ámbito expresivo que tiene mucho de fantasioso, que no fantástico. En resumen, un concierto de música nueva de muy alto nivel en sus solistas, en su labor de conjunto, en la dirección de José Areán y en un repertorio rico y variado. Entre las muchas cosas que ONIX necesita para su mejor desarrollo están los oídos abiertos, educados y curiosos de usted, lector. No se pierda la oportunidad de prestárselos el jueves 6 de agosto, a las 19 horas, en San Ildefonso. Valdrá mucho el esfuerzo, para ellos y para usted.