El artículo que escasea es un adiestramiento sistemático para pensar críticamente.
Carl Sagan
En América Latina (AL) se practican clandestinamente alrededor de 4 millones de abortos al año. Los abortos clandestinos provocan una serie de consecuencias adversas, entre las cuales figuran la muerte de la mujer, graves secuelas físicas y costos a la sociedad, generados por las complicaciones que ocasiona la clandestinidad.
Uno de los métodos más eficaces para prevenir el aborto, son los servicios y programas de planificación familiar. Gracias a estos programas se ha logrado reducir en los últimos 40 años en AL la tasa de natalidad de 6 a 3.3 niños por mujer de entre 15 y 49 años. Sin embargo, el problema va más allá de la planificación familiar, ya que existen múltiples situaciones fuera del ámbito de la pareja consciente, de lo que significa la responsabilidad de procrear un hijo. Tales situaciones como la violación, el machismo y la ignorancia que van de la mano, la irresponsabilidad, el alcohol y otras sustancias adictivas y múltiples situaciones que producen embarazos no deseables, conducen a muchas mujeres a tomar la decisión de someterse al aborto. Lo grave es que se cree que 5 de cada 10 mujeres rurales pobres y 4 de cada 10 mujeres urbanas pobres, en comparación con 1 de cada 10 mujeres urbanas con altos ingresos, tienen complicaciones por abortos inducidos.
En un país como el nuestro, donde la pobreza avanza a pasos agigantados (50 por ciento de la población es pobre según declaraciones del flamante nuevo secretario de Sedesol), los peligros del aborto clandestino convierten esto en un problema de Salud Pública. Ante ello, la Secretaría de Salud manifiesta la conveniencia de que el tema del aborto se debata abiertamente por la sociedad mexicana.
Ante esto, la Iglesia y grupos afines francamente retrógrados y detestables como Pro-Vida, manifiestan su claro prejuicio, que equivale al rechazo de antemano, de discutir el tema sin siquiera examinar las pruebas que sustentan la peligrosidad de no legalizar el aborto.
Puesto que el prejuicio es resultado de una postura emocional, nunca del razonamiento cuidadoso, debemos concluir que cuando se trata de impedir la posibilidad de efectuar observaciones críticas y de entrar en discusión, se está procurando ocultar la verdad. Esto no lo puede permitir la sociedad en general, ni a la Iglesia, ni a Pro-Vida y mucho menos a algunos altos funcionarios del gobierno, quienes en su conjunto, hacen declaraciones francamente pertenecientes a las épocas del oscurantismo y que por lo tanto trafican con mentiras.
Estoy cierto que nadie en nuestra sociedad desea promover el aborto como método anticonceptivo, pero el problema reside en que los embarazos no deseados son una realidad como muchas otras calamidades que afectan hoy por hoy a nuestro país. Ocultando la verdad o usando argumentos cargados de emotividad y desprovistos del más mínimo análisis de la problemática por parte de algunos sectores de la sociedad, sólo tienden a polarizar a una población que ya debería de estar harta de que nunca se le hable con la verdad y no se le permita participar críticamente sobre su propio destino.
A final de cuentas, la decisión de tener o no un hijo es prerrogativa de la mujer y de nadie más, pues me supongo que ni la Iglesia, ni el Seguro Social, ni Pro-Vida van a proveer los medios de una vida digna para el producto de un embarazo no deseado.