Rodolfo F. Peña
Después de la tromba

Desde el propio lunes, por la noche, se vio que sobre los medios de comunicación, particularmente los electrónicos, había caído la voz del frenazo: era preciso analizar bien la famosa lista del Fobaproa presentada por el PRD antes de intentar siquiera cualquier comentario, bueno o malo. Mientras, algunos telecomunicadores o sus jefes, conocedores de lo que se entiende por interés público, ofrecieron patéticamente todas las malas noticias que pudieron encontrar contra el gobierno perredista del DF. Era un modo de estar al día con lo que sin duda vendría poco después. Con mucho, la prensa procedió mejor al día siguiente, sin que faltaran las vacilaciones.

Era ya el primer martes de agosto, el día señalado por el presidente nacional del PRD para dar a conocer una lista solicitada al gobierno diez días antes. Pero el gobierno, una y otra vez, se achicó hasta esconderse en el secreto bancario. De lo que algo pudo saberse es de Fobaproa. La verdadera historia, larga entrevista concedida por Angel Gurría a Mario Vázquez Raña, secretario de Hacienda el primero, uno de los empresarialmente enlistados, el segundo. De la lista, nada.

¿Qué debía ocurrir? Desde luego, lo de López Obrador, tratándose de un problema eminentemente técnico y complejo, equivaldría a una amenaza sin fundamento. Si los auditores del Congreso han dicho que se tomarán entre cinco y seis meses para analizar y relacionar las miles y miles de hojas que integran el Fobaproa, era imposible que unos cuantos analistas, desprovistos de elementos, elaboraran una lista como la ofrecida. No contaron con que, buenoÉ ``algunos banqueros, empresarios, funcionarios y ciudadanos'' les proveyeran de los medios necesarios para hacer una lista que caería como una tromba.

Uno de los adjetivos que más se ha manejado contra López Obrador es el de irresponsable. Lo mejor habría sido enterarse del problema, disponer de elementos de juicioÉ y callarse la boca después de su advertencia. Esto lo habría convertido, ni más ni menos, en un cómplice, exactamente igual a los que callan para obtener ventajas políticas. Esto habría hecho de él un traficante de conocimientos públicos, un oportunista, y precisamente cuando se está disolviendo ``La estrategia del gobierno, de meter en el mismo costal a los grandes y a los chicos, a los ladrones y a los honrados, alegando que con esa acción se rescataba al sistema bancario nacional'', como dijera ayer el senador José Angel Conchello, en lo que probablemente fue su última entrega al órgano periodístico en el que colaboraba. Esos adjetivos que desde una sola procedencia llueven ahora sobre López Obrador, le vendrían al dedillo si hubiera hecho lo contrario. En cambio, ahora dice, después de oír las amenazas, que también llueven, que está en condiciones ``de dar más nombres''.

Para los altos personajes nacionales cuyo secreto bancario, factor confianza, estabilidad financiera, etcétera, equivale a impunidad, incluso contrariamente a lo que la ley dispone, el PRD ha desatado una cacería de brujas, ha dado un albazo, y se dispone a concretarlo el próximo día 30, con la consulta pública. Desde ahora puede pensarse en las miles y miles de personas que habrán de negarse a compartir su patrimonio, el que sea, o su salud, o su educación, o el hambre nuestra de cada día, con los gordos banqueros que ya nos estafaron y están a punto de volver a hacerlo.

Hace ya mucho tiempo que los tribunales debieron actuar contra quienes esquilmaron al sistema bancario con la nacionalización, y poco más tarde con la privatización. Pero Salinas está en Dublín, y Cabal PenicheÉ ¿en dónde estará? Esa, y no otra, debiera ser la forma de proteger a la banca y todos sus intrincados intereses, aunque mucha gente del pueblo no conozca de los bancos sino la fachada. Por el momento, el saqueo se llama saqueo, y si bien quiere hacerlo todo a escondidas, como el ladrón en la noche, hay que alumbrarle el camino para que vea bien cómo, desde hace por lo menos dos sexenios, va dejando a los lados mucha gente en la miseria.