Octavio Rodríguez Araujo
Los empresarios del Fobaproa y los otros

No todos los empresarios mexicanos aparecen o aparecerán en la lista de Fobaproa (``Forbesproa'', le llama con ingenio El Fisgón). Muchos, muchos más que los que han sido protegidos por los gobiernos neoliberales, son empresarios que quieren hacer su negocio en y para el país y que están preocupados por la venalidad de las autoridades públicas, por la corrupción y por la inseguridad en que ellos y sus empresas tratan de sobrevivir en el México de hoy.

El martes asistí a un desayuno con empresarios interesados en intercambiar puntos de vista sobre la situación del país y su perspectiva como hombres de negocios. Algunos de ellos piensan que lo que falta en México son leyes precisas que fijen reglas claras para todos. Otros piensan que la aplicación de la ley es lo que falla y que la corrupción debe ser abolida en todos los niveles, especialmente en el ámbito de los ministerios públicos, y que si un servidor público comete un ilícito sea doblemente penado y no sólo suspendido en su trabajo como suele ocurrir, pues el servidor público debiera dar ejemplo a los particulares.

A los empresarios con los que desayuné les tiene sin cuidado si los gobernantes son del PRI, del PRD o del PAN, aunque piensan que los priístas ya han estado demasiado tiempo en el poder y que, por lo mismo, han creado intereses muy arraigados en sus formas de actuación como para que puedan erradicarlos por voluntad propia sin suicidarse políticamente. La conclusión a la que llegué en mi conversación con ellos es que, sin importar el nombre del gobernante ni su partido, lo que se necesita en México es que las reglas de juego sean claras, universales en su aplicación (y no en función de los nexos de las personas con el poder político), que se den facilidades para crear empleos, que se fortalezca el mercado interno (pues no todos están en posibilidades de exportar sus productos) con medidas tales como el aumento de salarios, que se legisle sobre la economía informal (es decir, que se la transforme en economía formal con todo lo que esto implica) y, desde luego, que se combata de frente y a fondo la corrupción en todos los niveles de la administración pública.

El cuadro general que parece estar en el centro de las reflexiones de muchos empresarios se podría resumir de la siguiente manera: los gobernantes, en atención a la dinámica del capitalismo (y son conscientes de que México es un país capitalista), deben regular la economía (no intervenir en la economía al estilo del pasado) para que el país logre mantener un buen grado de crecimiento económico, como país, y no en función de los intereses de los grandes capitales que dominan la economía mundial. La concepción de país que defienden muchos empresarios, a diferencia de la estúpida apreciación del futuro gobernador de Aguascalientes (``el centro piensa, el norte labora y el sur descansa''), es un México de economía sana donde empresarios y trabajadores prosperen y cada vez sean más y no, como ocurre a partir del liberalismo, menos. En otros términos, un país en donde cada vez haya más empresarios y más trabajadores y no menos empresarios y más desempleados, donde se produzca riqueza y ésta se distribuya, donde la marginación sea abatida para que crezca el mercado de productores y de consumidores y, desde luego, donde la administración pública sirva para coadyuvar las aspiraciones de la población y no para entorpecerlas por corrupción e intereses mezquinos o de connivencia.

No todos los empresarios son corruptos, no al extremo de verse en peligro de aparecer en la lista de Fobaproa. Los hay que quieren ganancias, sí, pero también la salud económica del país, un país en donde puedan desarrollarse como empresarios junto con una población que también prospere y, desde luego, con gobernantes honestos, nacionalistas y sensibles a lo que quieren los más y no los menos.