José Steinsleger
Armageddon sin impacto

Nueve millones de familias campesinas que viven en el noreste de Brasil están sin tierra y 82 millones de hectáreas cultivables se encuentran ociosas. En noviembre de 1994 la televisora O'Globo filmó a Leonildes Cruz Soares, de Recife, mientras almorzaba un seno humano. Su amigo Aluisio Severino da Silva declaró a la prensa: ``Estaba desesperado, sin comer nada. De repente tuve la suerte de encontrar un ratón. No tuve duda: cuando estuvo bien asadito comí con satisfacción, no lo voy a negar''. Marieta Koibe, investigadora de la fundación Josué de Castro, cuenta que un hombre llevó a su mujer un trapo viejo, convencido de que se trataba de un pedazo de carne.

En Natal, Dilma Felizardo, del Centro Brasileño de Información y Orientación de Salud Social, atendió a una niña que mantuvo relaciones sexuales con un desconocido a cambio de un pollo. Y en Fortaleza un informe de Francisco Carlos Moreira, funcionario de la empresa municipal de limpieza y urbanización, asegura que ``cada mes un promedio de tres nacidos aparecen ahorcados en la periferia de la ciudad. Allí, las madres pobres agradecen a Dios cuando sus hijos mueren. Significa una boca menos. Otras, los eliminan''.

En el noreste brasileño los menores de padres que cumplen condena o tienen parientes enfermos, aguardan con impaciencia el día de visita. Al menos este día comerán en la prisión o en el hospital. La mezcla mínima ideal para garantizar la supervivencia de estas personas sería 300 gramos de arroz con cien gramos de porotos. Sin embargo, la cantidad es repartida por el gobierno entre diez y en ocasiones se racionan para que dure dos días.

Marta Pineda, en cambio, vive en Argentina, país de los alimentos. Marta viaja todos los días a la ciudad de Buenos Aires desde el suburbio de Florencio Varela, distante a 30 kilómetros. Sus tres hijos quedan con el padre. A las ocho de la noche toma el tren y llega hasta la céntrica calle Florida. Hacia las once, Marta se transfigura. Convertida en fiera, disputa a otros miserables que llevan bolsitas, cajitas y recipientes, los tachos de residuos, y rescata hamburguesas y pizzas antes de que se hagan basura. Todos ellos saben que en el mundo de la ``eficiencia global'' de McDonald's, Burger King y Pizza Hut cada hamburguesa o cada pizza tienen un tiempo límite para ser servidos: uno a tres minutos. Si no se vende pasado ese tiempo, su destino es la bolsa de basura. A las cinco de la mañana, al partir el primer tren del nuevo día, Marta regresa a su hogar.

Marzo de 1996. Mientras Piero canta a las 42 internas de la correccional de mujeres de Cuenca, Ecuador, La Chuni es entrevistada por la revista española Cambio 16. ``¿A quién mató usted?''. La Chuni: ``A mi hija ¿a quién voy a matar?''. ``¿Por qué?''. ``Pues molestaba el llanto, señor, el llanto. Usted alguna vez ha escuchado el llanto ¿verdad? Tiene idea del llanto. Es una gran molestia. Molesta mucho el llanto. Entonces, la maté. Para que no me llore más. Me van a condenar y qué `importas', señor. La única diferencia es la reja. Pero acá somos todas iguales. Afuera no. Murió y ahora estoy tranquila. Había que alimentarla y con qué, señorito...'' ``¿La extraña?''. ``¿A quién mi señor?''. ``A su hija''. ``Pues sí, pero así está mejor''.

``Un millón de niños y jóvenes mueren de hambre en Somalia. El gobierno ha lanzado un pedido urgente... se necesitarán 500 mil toneladas de alimentos''. ``Situación terrible... sombras famélicas se desplazan bajo la protección de hojas secas y de trozos de plásticos agujereados''. ``Cerca de 350 mil personas no tienen nada que comer hasta la próxima cosecha, dentro de seis meses''.

El primer entrecomillado fue transmitido desde Mogadiscio por la agencia de noticias Ansa, en mayo de 1981. El segundo desde el mismo lugar por Afp en agosto de 1992, y el tercero por Ap desde Sudán, en abril del corriente. En suma, 17 años de llamados a la conciencia ``global''.