El pasado julio el precio de la mezcla mexicana de petróleo de exportación fue de 10.48 dólares por barril, apenas 49 centavos por encima del nivel de junio y 81 centavos del bajísimo nivel de marzo, lo que confirma la tremenda dificultad para que se recuperen los precios en un mercado mundial en el que no ha habido capacidad adecuada para responder a una demanda deprimida severa e intempestivamente.
Así, en los últimos 50 meses el mundo ha vivido los efectos de una de las más sorprendentes y controvertidas conductas del mercado petrolero contemporáneo; lo que ganaron los precios del petróleo en 36 meses lo perdieron en 14, incluso la mitad de la pérdida sucedió en sólo cinco meses. De octubre de 1993 a octubre de 1996 estos precios se elevaron más de 11 dólares: de poco menos de 9 dólares a poco más de 20 dólares por barril (130 por ciento), sin duda por el incuestionable efecto de una ampliación cercana a 7 millones de barriles al día en la demanda registrada entre 1994 y 1997 (en promedio, más de un millón y medio de barriles al año), luego de que en 1993 el consumo mundial había experimentado una retracción de casi 250 mil barriles diarios, lo que había obligado a bajar los precios después de una recuperación neta registrada en 1991 y 1992.
Pero la severa desaceleración de esa demanda (en 1998 sólo se ha incrementado 500 mil barriles al día), y una violenta y anárquica ampliación de la oferta por encima de dicha demanda, impulsaron --incluso desde fines de 1996-- una drástica caída de precios de más de 12 dólares (-56 por ciento), que una acumulación extraordinaria de inventarios de crudo y petrolíferos en los países de mayor consumo, y un débil cumplimiento de los compromisos de disminución de la producción (ejemplo incuestionable de ello son los casos de Irán y Venezuela), han sido incapaces de revertir, aunque parecen haberla frenado. Pero la situación sigue siendo delicada, por la incierta marcha de la economía mundial, que sólo por la crisis asiática ha implicado una retracción del incremento de la demanda (demanda incremental) de este año, fundamentalmente por el violento estancamiento en el consumo del petróleo en esa región (26 por ciento de la demanda mundial en 1997) de entre 18.8 a 18.9 millones de barriles al día, luego de que en 1997 y en 1996 creció 900 mil barriles, con lo que registró la mayor demanda incremental que región alguna tuviera en los años recientes, demanda que para 1998 originalmente fue estimada también en 900 mil barriles al día, sobre todo por el enorme dinamismo de Corea, China, Indonesia, India y Tailandia, que junto con Japón concentran 84 por ciento del consumo de crudo en la zona, equivalente a 22 por ciento de la demanda mundial.
En este marco de cifras y acontecimientos, se puede concluir que el ascenso de precios tiene que ver con cinco factores fundamentales: 1) la recuperación de la demanda en este segundo semestre de 1998 y en 1999, vinculada, por una parte, al clima y a las temperaturas que se registren en otoño e invierno y, por otra y de manera primordial aunque no exclusiva, a las condiciones específicas de la recuperación de la economía japonesa y de todo el conglomerado asiático; 2) al mayor o menor cumplimiento de los compromisos de racionalización de la producción de petroleros de la OPEP; 3) vinculado a lo anterior, la evolución de la participación de Irak en el mercado petrolero, derivada de la autorización de la ONU para que exporte crudo en respaldo a su programa de alimentos y salud, y que bien pudiera alcanzar este año los 2 millones de barriles al día; 4) también en estrecha relación con lo anterior, la evolución de la producción No-OPEP, afectada por la asimetría de bajos precios en relación con sus altos costos de producción, principalmente en Estados Unidos y en el Mar del Norte; 5) finalmente, el manejo de inventarios que hagan los países de la OCDE.
Pero la positiva evolución de estos factores no está exenta de problemas y contradicciones; el comportamiento del mercado petrolero de este año muestra la existencia de muchos factores adversos. No hay que olvidar no sólo la severa retracción de la demanda y los problemas para concertar y cumplir los acuerdos de racionalización de la oferta; es necesario recordar asimismo que en estos momentos la crisis asiática también ha afectado el precio de otras materias primas y productos manufactureros, con severas consecuencias para los exportadores de las mismas, que se ven afectados en su economía interna. Aunque con diferencias en cuanto al nivel y a la forma del descenso de precios, es el caso del acero, del cobre, del azúcar, del café, de la celulosa, de los textiles, de los productos de la industria del vestido y de la confección, de los automóviles, de los productos químicos básicos, entre otros bienes, cuyos productores experimentan una mayor competitividad en el mercado internacional y una menor demanda, como acaso lo muestra cierta desaceleración de estas industrias en muchos países, México incluido.
En síntesis. Ha sido muy difícil frenar la caída de precios del crudo. Y más difícil todavía lograr su recuperacón. Por ello, considerando que en estos momentos la mezcla mexicana de petróleo de exportación ha registrado un promedio de 10.60 dólares por barril, el cumplimiento del nivel de precios asumido en el tercer recorte presupuestal (11.50 dólares por barril) exigiría que de agosto a diciembre el promedio fuera de 12.76 dólares, es decir, 2.28 dólares más que el precio de julio. Y esto, a estas alturas, francamente se ve un poco difícil. Por eso, y en contra de algunos comentarios anteriores, mejor es esperar un promedio cercano a 11 dólares por barril. Y reflexionar más sobre este dramático descenso de 1998 y sus terribles efectos presupuestales, para que los de hoy, al menos en el ámbito interno no vuelva a pasar.