Vivimos un tiempo contaminado por fundamentalismos que van del islámico al revolucionario, del neoliberal al cristiano antiabortista. Y todos ellos en nombre de Dios, la justicia, la eficiencia o la vida, tienen una natural predisposición a matar por alguna causa indiscutiblemente santa. Así que cuando ocurren episodios que revelan entendimiento y voluntad de cooperación entre grupos o países distintos uno es tomado por sorpresa.
La noticia que queremos comentar hoy no es de aquellas destinadas a recibir, salvo en los países directamente interesados, una gran cobertura periodística. Y sin embargo representa una tendencia que merece ser subrayada, en parte por su importancia objetiva y en parte por sus posibles consecuencias sobre la mejor respirabilidad en el planeta.
La noticia viene del acuerdo reciente sobre migración y ayuda al desarrollo firmado por Italia y Túnez. ¿En qué consiste este acuerdo? ¿Por qué debe ser considerado importante? ¿De cuáles circunstancias surge? Comencemos del final. Surge de una oleada sin precedentes de intentos de entrar ilegalmente a territorio italiano de parte de desesperados que, en el último tramo, llegan por mar de todos lados: Irán, kurdos iraquíes o turcos, marroquíes, tunecinos o ciudadanos del Kosovo que tratan de escapar de la nueva limpieza étnica serbia. Desde milenios el Mediterráneo es cruzado en verano por muchas rutas que llevan bienes y gentes. Y este verano trajo escenas de cotidiana desesperación: decenas de miles de adultos, niños, jóvenes, a veces ancianos desembarcan de lanchas, botes y barcos pesqueros que son milagros flotantes, tratando de perseguir un sueño, o simplemente de vivir, en otra tierra. En la mayoría de los casos los viajes son organizados por organizaciones criminales y bajo la mirada desatenta de las autoridades de los países de salida. Y en su casi totalidad los prófugos son apresados aún antes de desembarcar en las costas italianas.
Pero esta humanidad desesperada llega a regiones italianas como Sicilia, Puglia, Calabria donde el desempleo es un hecho dramático complicado desde siempre por administraciones locales ineficientes y por organizaciones criminales coludidas a menudo con un poder político corrupto. Y no obstante la hospitalidad tradicional ocurre a veces una reacción de rechazo de la población local. Los pobres somos nosotros dicen con razón parcial (¿hay otras?) las poblaciones del sur de Italia. El Estado es a nosotros a quienes tiene que apoyar.
Y para complicar las cosas, del otro lado existe la dificultad legal a regresar a sus países de origen a los prófugos. Túnez, Marruecos o Turquía no aceptan que Italia les devuelva individuos que no se ha comprobado legalmente que sean sus ciudadanos. ¿Pero cómo hacerlo con miles de individuos que niegan a menudo su nacionalidad verdadera para retrasar los trámites con engaños, subterfugios y a veces actos desesperados de autolesionismo?
El acuerdo firmado el 6 de agosto entre los gobiernos de Italia y Túnez, implica que de ahora en adelante se podrá devolver a Túnez no sólo a los ciudadanos tunecinos sino también a los extranjeros que hayan salido de sus costas. Se fortalecerá el control de los éxodos ilegales que, como hemos dicho, muchas veces están bajo control de organizaciones criminales. Una de las cuales mató hace unos días a un joven migrante que, llegado a la playa italiana, se rehusó a pagar un sobreprecio de última hora.
Italia se compromete a hacer llegar a Túnez una ayuda económica para el desarrollo (capaz de crear más puestos de trabajo ahí) del monto de más de 100 millones de dólares en los próximos tres años mientras se relanzarán proyectos de desarrollo ya aprobados por cerca de 60 millones de dólares. No fue posible alcanzar un acuerdo sobre el aceite de oliva exportado por Túnez, pero el sentido de marcha es el correcto. Después de Maastricht Europa necesita reforzar su alma mediterránea y esto significa, entre otras cosas, la necesidad de construir una gran área de desarrollo mediterráneo capaz de involucrar a los países de Europa, Asia y Africa. Ayuda económica para que se detengan flujos migratorios: los caminos del desarrollo pueden ser, como los del señor, infinitos. El acuerdo italotunecino es un pequeño paso pero, después de tantos dominados por la ira o la prepotencia, un paso en la dirección justa.