Pobreza extrema y marginación en cerro de Tochuca
Bertha Teresa Ramírez Ť En el centro de su precaria vivienda, cuyo piso es de tierra y las paredes y techo de madera y cartón, Maribel Nava, de 27 años de edad, dice mientras mira la fila de casuchas que pueblan las faldas del cerro y que parecen tan endebles como el papel, que el día que se ``aventó a irse de paracaidista'' al cerro de Tochuca lo hizo porque ya no pudo pagar la renta de 250 pesos mensuales por un cuarto que estaba en ``peores condiciones que esto''.
Hace cuatro años vivía en el barrio de Santa Cecilia, una comunidad cercana al cerro, donde ahora vive con sus dos hijos y su esposo, al lado de otras 59 familias que se asentaron ahí de manera irregular desde entonces.
Maribel señala que la renta que pagaba en Santa Cecilia era un verdadero tormento mensual, ``porque mi esposo no tiene trabajo fijo, pues aunque es comunero, trabaja de criado y el dinero que llega a traer y que puede ser de 400 pesos quincenales, cuando tiene trabajo, sólo nos alcanza para comprar frijoles y retazo de pollo, porque ni para pierna alcanzamos''.
Igual que otras familias asentadas en el cerro, Maribel afirma ``estar entre los más pobres de los pobres'', porque las viviendas de Tochuca son las más frágiles de entre la enorme franja de asentamientos irregulares ubicados en los cerros que rodean a San Salvador Cuauhtenco, en la delegación Milpa Alta.
La familia de Maribel casi nunca come carne y la ropa que se ponen es siempre de segundo uso, que algunas familias les regalan, ``pues el dinero que le da su esposo, quien se dedica a varios oficios como albañil, chofer o machetero, y quien nunca tiene un trabajo fijo, es apenas para la comida.
Las historias familiares de los otros 59 moradores de Tochuca son muy similares, Rocío Varela, quien dirige a las mujeres de la colonia, dijo que hace cuatro años llegaron a esa zona con el fin de ``hacerse de una vivienda, y que desde entonces han tenido que luchar no sólo contra el frío, el calor, la lluvia o el viento, que se cuelan por todas partes en las viviendas, sino que han tenido que realizar guardias nocturnas para cuidar las pocas pertenencias que la miseria les permite tener, ante la amenaza de los caciques de San Salvador Cuauhtenco, quienes no están de acuerdo en que algunos comuneros nos hayan permitido asentarnos aquí''.
A la mitad del camino terregoso que conduce a la entrada de la colonia de casas de cartón y madera, Rocío --madre soltera de dos pequeños y secretaria de una organización de taxistas --dijo que antes de llegar al cerro vivía en un cuarto que le rentaba una familia en el paraje que se llama Cuartoxtitla, y por el que pagaba 200 pesos--. No tenía trabajo, ``por lo que me vi en la necesidad de venirme para acá''.
A la semana Rocío gana 200 pesos y gasta ``30 pesos diarios en tortillas, sopa o arroz y la preparación de algún guisado'', que es de lo que se compone su alimentación diaria.
Además de hijos de comuneros de San Salvador Cuauhtenco sin tierra, al cerro de Tochuca llegaron también emigrantes de los estados de Morelos y de México.
De un barrio muy pobre de la ciudad de Toluca llegó Margarita de Jesús, quien relata que su pueblo era tan pobre como aquí. ``Lo único que cambió es que en Tochuca vivo con la zozobra de que en cualquier momento nos pueden desalojar''.
Señala que su esposo se dedica a las labores del campo en zonas agrícolas de San Salvador, y que al día gana 30 o 40 pesos que sólo le alcanzan para comprar arroz, frijoles, un kilo de huevos, tortillas y el resto de alimentos y el gas que usa para prepararlos; comemos carne de cerdo sólo cuando a mi marido le va bien''.
En otra vivienda con piso de tierra, mientras baña a sus hijos en una enorme tina en medio de la casa, Tomasa Méndez Jiménez, originaria del estado de Morelos, dice con desencanto que la carne es un lujo en que muchas veces sueñan sus hijos. ``Pero usted comprenderá que ahorita la situación está muy difícil y mi marido, que es albañil, no encuentra trabajo porque no hay muchas obras de construcción''.
Además de las condiciones difíciles a que los somete la pobreza, los habitantes de Tochuca enfrentan las campañas de los caciques de San Salvador que los acusan de haber llegado a alterar ``la tranquila vida de provincia que llevaban los pobladores de San Salvador Cuauhtenco, hasta hace cuatro años''.
Los jóvenes que viven en el cerro son mal vistos por la población, dice el dirigente de la asociación de los comuneros, Edilberto Ramírez, quien asegura que desde la llegada de los ``invasores ni un solo negocio se ha escapado de ser asaltado''.
No sólo eso, indica el viejo dirigente, también han roto los tubos del agua para robarse en las noches el líquido, y también se roban la luz.
Pero Rocío Varela tiene otra visión: dice que ``en realidad las campañas de los caciques pretenden enterrar la larga historia de abusos que han cometido contra el pueblo más pobre de San Salvador Cuauhtenco''.
Que para los colonos del Tochuca la batalla más fuerte para lograr una vivienda en ese lugar la enfrentan contra simpatizantes del PRI. ``Creemos que podemos ganar porque no menos de 60 comuneros nos echaron la mano para asentarnos aquí en lo que se lleva a cabo un juicio; muchos de ellos sido despojados de sus tierras por los caciques''
La disputa
El cerro de Tochuca abarca una extensión aproximada de tres hectáreas no susceptibles para la agricultura ni propias para vivir ya que ahí se encuentra un bosque de encinos ``que los invasores han afectado severamente'', señala Adán Caldiño Paz, quien considera que la invasión a Tochuca ``intenta provocar a la población para volver a la época de sangre. Desgraciadamente --añade el agricultor, quien se confiesa militante del PRI--. el pleito es consecuencia de la efervescencia política que ha habido en la ciudad de México, en la cual por desgracia el PRD tiene las manos muy metidas''.
Adán Caldiño Paz señala que la invasión al cerro de Tochuca ``sólo se agregará a la larga lista de conflictos políticos y religiosos que enfrentan los pobladores de San Salvador Cuauhtenco desde hace 400 años, y de los cuales todavía no nos podemos desenredar''.
Pero para el diputado suplente del PRD Sergio Avila, ex militante del Partido Comunista Mexicano, la historia es otra. En primer lugar, dijo, ``Tochuca es sólo una parte del territorio comunal en litigio con Milpa Alta y en el cual no existe la propiedad privada, y no puede haberla, a pesar de los cambios al artículo 27 constitucional de 1992, por la sencilla razón de que tenemos un conflicto por la posesión de las tierras con Milpa Alta desde hace 400 años''.
Señaló que en el cerro de Tochuca ``no hay menos de 60 compañeros que tienen lote y lo prestan a familiares, incluso de la propia familia de los Caldiño''. Quienes habitan en dicha zona son gente que no tiene vivienda y que durante una asamblea de comuneros determinaron tomar el predio. ``Acción que en definitiva le quitó el calificativo de invasión porque según el diccionario una invasión implica tomar algo que no es de uno''.
``Lo que hicimos nosotros fue hacer uso de un terreno que está dentro de nuestros bienes comunales. Lo que sí es claro es que con esa acción empezamos un proceso en el cual la supuesta representación comunal, que tiene 18 años y que representa Edilberto Ramírez, entró en un proceso de declive''.