La Jornada 28 de agosto de 1998

La Lengüeta, tierra marginal en bonanza

La antigua reserva ecológica de la sierra de Guadalupe hoy está reducida a un terreno árido en el que se asienta una colonia emblemática por sus carencias: La Lengüeta, con 4 mil familias hacinadas, sin servicios y cuyos integrantes tienen padecimientos de la piel y respiratorios provocados por las polvaredas y la defecación en fosas improvisadas.

A simple vista no cabe un alfiler en la zona repleta de viviendas; sin embargo, en las empinadas veredas los dirigentes de la zona se encargan de multiplicar las posibilidades de obtener un espacio y para hacer negocio colocan anuncios de renta o traspaso de terrenos cuyo costo va de 85 mil a 110 mil pesos.

La saturación contrasta con la calma de decenas de casuchas que tienen las puertas cerradas, sin vestigio de vida y que dan un aspecto fantasmal a esta ``colonia-dormitorio'', una de las 24 que conforman Cuautepec Barrio Alto, en la delegación Gustavo A. Madero.

Detrás del supuesto abandono de viviendas se esconden al menos dos cosas: primero, que estas casuchas vacías son las guaridas de los ladrones y, segundo, que constituyen el ``sistema de apartado'' de casas que se reservan para sí los dirigentes a fin de mantener su capacidad de gestión ante la autoridad y, al mismo tiempo, el negocio que los alimenta: el de la venta de terrenos.

Provenientes de Michoacán, Puebla, Hidalgo y San Luis Potosí, familias enteras migran unidas, pero una vez instaladas en este botín de tierra, se dividen, fundamentalmente por la pugna política que les generan la participación de los partidos. Las anteriores autoridades contribuyeron a ``traficar'' con la tierra, a devastar la zona ecológica y hoy no hay recursos suficientes para darles servicio a miles, indicó Pablo Peña, subdelegado de la zona, quien fue líder vecinal, pero recién fue separado del cargo.

En algunos casos, los migrantes son sometidos a prácticas gangsteriles de agrupaciones como Antorcha Popular, que les impone una cuota: los manda a hacer guardia en terrenos tomados en Iztapalapa por dos o tres días, y si la gente se rebela, cualquier noche es sacada de su misérrima vivienda; tan pequeña que para estirar los brazos hacia el cielo hay que salir de ella.

Aunque en La Lengüeta la presencia de Antorcha Popular es más bien discreta, comparada con los alrededores, en donde tiene una estrecha ``zona de espera'' para trasladar a su gente a otros terrenos, según Peña.

En las calles se ven algunas docenas de autos robados y desvalijados, autopartes inservibles reposan en un tiradero de desperdicio al fondo de la ladera y los callejones inundados de basura y perros, mientras parece florecer un negocio, el de los taxis piratas para llevar y traer a los recién llegados.

La vida en gris

En la sobrevivencia las mujeres recogen cartón, se van a lavar ajeno o a vender los nopales que cortan cuando es temporada en la reducida reserva ecológica que queda de la sierra de Guadalupe.

Las diarreas en sus hijos son cosa del diario, y apenas las pueden contener con un té de guayaba o alguna otra solución casera, porque en las cercanías no hay clínicas de salud ni servicio de ISSSTE, IMSS o algún hospital. En la memoria de los vecinos hay el recuerdo de dos o tres menores que han muerto por falta de atención oportuna por problemas digestivos o cólera.

Recargadas en dos tambos repletos de agua y poblados de mosquitos, Estela y Rosa hablan de su alicaída salud. ``Salen granitos y manchas en la piel, porque la basura que avientan todos al paso la recogemos o quemamos del otro lado del muro (en la reserva ecológica), pero de ahí vuela y regresa a las casas'', refiere Estela.

Rosa la secunda: ``antes se cerraban las puertas del muro y como no podían entrar los que venían a dejar la basura, nos dejaban perros muertos y el bolserío de basura''. Nuestros niños, señalan, ``siempre se enferman de las vías urinarias por el contagio cuando van a la letrina''.

Estela es madre soltera con dos hijas que también tienen hijos sin padre. Sus tres menores están enfermos ``por la letrina y por lo frío del cuarto'', se lamenta de las condiciones en que vive.

Esta mujer se separó de su familia en Ciudad Nezahualcóyotl hace años, y dos o tres veces a la semana se va a Tepito y a Neza a lavar ropa ajena a 10 pesos la docena y a 12 la que es de planchar. No obstante sus condiciones, sostiene que está mejor, se siente más libre que cuando era más joven y vivía con sus padres, aunque también tiene que resignarse, pues ``hoy soy más pobre''.

Juan, ``el pollero'', uno de los más activos del Comité de Defensa de Cuautepec (CDC), a diario sale con su hija de 12 años para trabajar como destajistas en la venta de pollo. ``O comemos o compramos material para la obra, no alcanza para los dos'', dice a bocajarro sobre las lastimosas condiciones de los callejones terregosos.

Mario, a quien le han robado dos veces en su domicilio, y quien ya se hizo de un perro mastín para defenderse de los delincuentes, fabrica en casa cinceles y barretas; una buena semana, dice, es de 300 pesos, ``y en una mala, tengo que ir mendigando''.

El optimismo

Sin embargo, el pesimismo entre esta gente no es mayor que el precario espacio que ocupan como vivienda en riesgo, en bordes y barrancas que se han ido deslavando durante las temporadas de lluvias. Las casas de cartón, los calentadores de leña, algunos pocos de gas, las calles abiertas con excremento a flor de tierra, las distancias que tienen que recorrer y las promesas que no se cumplen, no son suficientes para abatir del todo a quienes aquí viven.

``Hay reglas. Hasta en la guerra hay reglas. Cuando te ven caído ya no te pueden seguir saqueando, pero La Lengüeta es parecida a un botín'', dice el pollero, al referirse al robo de cable por parte de personal de la Compañía de Luz y Fuerza, porque, explica, cortan las conexiones, se llevan el cable y desmantelan la dotación de energía eléctrica a las viviendas.

Pero los afectados ya están acostumbrados a este cuento de no acabar y al día siguiente se consigue más cable y otra vez se ``cuelgan'' de los distribuidores principales.

La explicación oficial a la carencia de agua, que se surte en pipas, va desde que los camiones tienen que descansar por el Hoy no circula hasta que están descompuestos o que no hay personal para manejarlos. De todas maneras, cuando suben a La Lengüeta, dicen los vecinos, los trabajadores cobran a discreción el servicio.

La situación de marginalidad se agrava por la ineficacia de los gobiernos en turno. En el absurdo del gasto de recursos de la gestión pasada, acusan los actuales funcionarios, destaca un enorme tanque para agua inaugurado con bombo y platillo sobre un terreno arcilloso, pero que no podrá ser utilizado por el riesgo inminente de que se hunda en cuanto entre en operación.

Cuando estaba en funciones, el ex subdelegado Peña acusó a las administraciones priístas de ser responsables de la condición de La Lengüeta, a la que señala como la colonia más pobre entre las pobres, ya que permitieron la invasión y depredación de una reserva ecológica.

Aún hoy, legalmente la colonia es una zona protegida ya que no se ha hecho el cambio de uso de suelo para urbanizarla. Precisamente la indefinición de La Lengüeta es la que impide hacer obra a fondo, aunque los recursos no serían disponibles.

La Lengüeta nació hace cuatro o cinco años, según las cuentas de las autoridades, con un crecimiento explosivo, aunque los pobladores aseguran que están ahí desde hace 16, poblando lentamente todas las laderas.

En 1976, mediante un decreto expropiatorio, se le destinó a uso de utilidad pública, el cual no se cumplió, y a los cinco años, tiempo en que vencía el decreto, cronométricamente llegaron las primeras invasiones.

La gestión de los líderes ha dividido la colonia en otras áreas como Parque Metropolitano, Verónica Castro, Barranca del Tesoro, 16 de Septiembre, entre otras. Aún así, se extienden las carencias a 4 mil predios.

Entre las organizaciones presentes están el Comité de Defensa de Cuautepec (CDC), la Alianza de Barrios y Colonias de Cuautepec (ABC), Reestructuración de Colonias Zona Norte, Antorcha Popular (AP), entre otras, muchas de ellas vinculadas a partidos políticos.

La guerra de acusaciones entre los dirigentes va de un lado a otro. Gabina Nicanor, dirigente priísta, señala a Aurelio Muñoz, de Reestructuración, de impedir obras de abasto de agua; éste, a su vez, a CDC y Antorcha de invadir predios. Contra Aurelio hay también una acusación de los vecinos de que cobra un peso porque sus representados abran una puerta, la cual en el caos de la falta de planeación es el acceso a una de las calles de la colonia.

Y María Fuentes, de ABC, reclama un predio en el que está por concluirse un consultorio médico. Los disidentes de Alianza Popular acusan a los dirigentes, y en tanto las autoridades delegacionales atienden los requisitos de alrededor de 40 mil personas que carecen de servicios en todo Cuautepec Barrio Alto.