La Jornada 29 de agosto de 1998

El índice de delitos bajó de 722 a 617 al día en mi gestión, expresa el ex titular

Ricardo Olayo Ť Los últimos esfuerzos del ex secretario de Seguridad Pública, Rodolfo Debernardi, por mejorar la operación de la policía se realizaron el pasado 6 de agosto, cuando ordenó la desaparición de la Subsecretaría de Seguridad Pública, de las cinco direcciones regionales y de un sinnúmero de instancias menores que sustituyó por las direcciones General de Control Metropolitano y de Control Regional.

Los esfuerzos en su trabajo, aseveró ayer, no lo enfermaron, pues a lo largo de su vida se ha desempeñado en 32 cargos distintos. Sobre la versión de una posible agresión, dijo que el miércoles pasado fue operado en el Hospital ABC, donde le quitaron dos lunares del rostro, motivo por el cual su rostro mostraba vendas adhesivas.

Acerca del decreto mediante el cual modificó a la policía, dijo que se trató de un esfuerzo por mejorar la forma de operación, pero no abundó en detalles al hablar en breve entrevista cuando salía por el sótano del edificio de gobierno, acompañado de su sucesor, Alejandro Gertz Manero, para abordar un vehículo y marcharse a las oficinas centrales de la Secretaría de Seguridad Pública en la Zona Rosa.

El decreto firmado por Debernard indica que a partir del 6 de agosto, en los siguientes 60 días naturales, se tiene que hacer la readscripción de miles de policías, así como de recursos financieros y materiales, hacia las nuevas direcciones creadas, lo que significa que el nuevo titular en la Secretaría de Seguridad Pública hereda una estructura en transición, ante el relevo decidido por el jefe de gobierno Cuauhtémoc Cárdenas.

El texto también signado por Cárdenas considera los cambios al reglamento interior de la administración pública del Distrito Federal, por lo que se dan facultades amplias a la Dirección General de Control Regional para mantener la seguridad y el orden públicos, prevenir la comisión de delitos, ``proteger a los habitantes en su persona, propiedades y derechos'', de acuerdo con las políticas que establezca el titular de la SSP.

Entre sus funciones está la de coordinarse con la Dirección General de Control Metropolitano --la otra instancia creada-- y con las llamadas policías complementarias --la Bancaria e Industrial y la Auxiliar-- para preservar la seguridad.

Las nuevas direcciones generales verificarán el uso adecuado del equipo, armamento y municiones, y elaborarán programas de trabajo específicos para los agrupamientos, entre otros, de granaderos, montada y femenil.

Otras de las funciones que se adquieren son la administración de los depósitos de vehículos, conocidos como corralones, en los que se han denunciado prácticas de corrupción, y la coordinación de los dispositivos tácticos en los que participan los agrupamientos.

Las modificaciones a la estructura de la Secretaría de Seguridad Pública las realizó Debernardi como un último esfuerzo en el ámbito orgánico que emprendió para reformar a la policía, lo cual lo llevó a deshacer estructuras del trienio anterior, en el que se crearon cinco direcciones regionales, una subsecretaría de Seguridad Pública --acéfala desde mayo pasado-- y otras instancias de Supervisión e Investigación Interna cuyos integrantes tendrán que ser reasignados y sus recursos redistribuidos.


Bertha Teresa Ramírez y Humberto Ortiz Moreno Ť Ni adiós dijo. Lo último que vio de la Secretaría de Seguridad Pública fueron su oficina y el helipuerto.

Un Cóndor lo rescató de casi un centenar de reporteros que lo esperaba, agolpado, en la antesala de su despacho.

Llegó en helicóptero a las 7:00 horas de ayer. Juntó a los pocos colaboradores de su equipo que a esas horas estaban en el edificio, les dirigió unas palabras y aproximadamente a las 11:30 horas voló hacia su destino, las oficinas del gobierno capitalino, donde una noche antes ya se había decidido su futuro.

Su salida tuvo al menos algunos beneficiarios: los medios de comunicación, cuyo acceso a sus oficinas y en general a todos los pisos estuvo vedado durante toda su gestión.

Incontenibles por la virtual renuncia de Debernardi, los comunicadores especulaban, elucubraban sobre sus posibles sustitutos y satirizaban la caída del teniente coronel: ``¡Que pongan al Polivoz!''

Los reporteros exigían que Debernardi diera la cara porque no ofrecía conferencias de prensa desde la última, celebrada el pasado 27 de marzo, cuando dijo a la prensa que ``no ha nacido quien acabe con la delincuencia''.

Cinco meses de ausencia deliberada ante los medios. Y como era quizá su última cita como titular de la SSP, los periodistas querían verlo, acaso con morbo.

¿Y el director de Comunicación Social, encargado supuestamente de cuidar la imagen del jefe? Antonio Sánchez Bugarín quizá huyó en el Cóndor. Nadie lo vio como funcionario ni como ex funcionario.

Un portavoz desconocido para la mayoría de los periodistas, quien se identificó como asesor del todavía secretario, apareció en la puerta del despacho (a las 13:00 horas) sólo para informar que Debernardi no estaba en el edificio y se había trasladado a una reunión en la sede del gobierno capitalino.

Por supuesto, los reporteros protestaron con chiflidos. Y luego a gritos reclamaron la descortesía del ya a esas horas ex secretario de Seguridad Pública.

Aun así, el supuesto asesor enviaba a los periodistas a la poco funcional oficina de prensa. ``¡Que salga!'', apremiaban los reporteros, quienes ahogaban las tímidas justificaciones del funcionario menor.

Alrededor de las 13:30 horas la situación estaba resuelta. El nombre de Gertz Manero empezaba a ocupar las oficinas y pasillos de la SSP. Debernardi empezaba a ser historia. Había sacado sus cosas, poco a poco, desde la noche del jueves, cuando se decidió su suerte.

La tropa fue la última en enterarse, incluso aquellos uniformados que custodiaban el bunker.

De Gertz nadie sabe nada. De Debernardi, algunos malos recuerdos de sus subordinados: ``No dio la cara por nosotros cuando combatíamos a la delincuencia. Se lavó las manos. Pasó un año y no cumplió con su programa ni su promesa de aumento salarial. ¿Cómo quería que acabara la mordida?

Es más, hasta los chalecos antibalas no lo eran. ``Los usamos porque si nos matan y no los traemos puestos, el seguro no paga. Es una farsa''.

Un secretario de Seguridad Pública más y los policías se disciplinan: ``Nosotros sólo recibimos órdenes y cada jefe impone su estilo''.