Refundación Comunista (RC), el partido italiano más prometedor e interesante, está al borde de la escisión y el primero de septiembre en su dirección se disputará el futuro de ese partido y probablemente también el del actual gobierno. En esta crisis, más allá de la personalidad de los líderes de las dos alas principales que se enfrentan en RC, hay un importante trasfondo político y cultural que plantea problemas fundamentales para la definición de una izquierda actual y, si eso fuera posible, para su reconstrucción.
En RC se enfrentan por una parte, en lo personal, el secretario general Fausto Bertinotti, obrero, ex dirigente sindical, joven, abierto, personalista, luxemburguista en su formación política, que busca generar movimientos sociales y apoyarse en ellos y desconfía de los aparatos y las instituciones y, por la otra, el presidente Armando Cossutta, viejo y cauto, de formación stalinista a la italiana, o sea, togliattiano, construido en y con el aparato, dirigente durante muchos años del viejo Partido Comunista Italiano y líder tradicional de su ala prosoviética, que desconfía de las ideas nuevas y de los movimientos y cree en las lentas maniobras en las instituciones.
Desde el punto de vista organizativo a Bertinotti lo apoyan la mayoría de las bases, los militantes obreros y juveniles, la mayoría de las federaciones provinciales, de la dirección nacional y de la secretaría. A Cossutta, en cambio, la mayor parte de los diputados y senadores, y una parte importante del aparato partidario. No es para menos dado lo que ha provocado el choque y podría ocasionar la escisión, o sea, la actitud frente al gobierno liberal de centroizquierda del cual forma parte la que fuera mayoría del viejo PCI, el actual Partido de los Demócratas de Izquierda (PDS), hoy liberal-democrático.
RC forma parte de la mayoría parlamentaria, pero no del gobierno. Y lo que está en discusión hoy en ese partido es si se deben apoyar o no --aun a costa de oponerse a los trabajadores y oprimidos de todo tipo y de violar el propio programa-- las medidas antipopulares y antiobreras del gobierno que RC sostiene con su voto parlamentario. La izquierda de RC (Bertinotti, un puñado de dirigentes sindicales ex cossuttianos, los ex dirigentes de Democracia Proletaria, los socialistas de origen cristiano y los trotskistas) dice que hay que apoyarse en los movimientos (desocupados, estudiantes, rebelión democrática y antiburocrática en los sindicatos, inmigrantes, gays, por hablar sólo de los más activos) sean o no dirigidos por el partido, y que la acción en el Parlamento, si bien importante, es sólo un apoyo y es secundaria, lo mismo que la política electoral, porque lo fundamental es crear a la vez un núcleo y una alternativa teórica y ética, socialista e internacionalista.
La derecha de RC sostiene en cambio que quitarle el apoyo parlamentario al gobierno lo haría caer y que ganaría entonces las elecciones la derecha y que entonces la izquierda, en la cual incluye al PDS y hasta a los centroderechistas de origen democristiano, perdería buena parte de sus parlamentarios y RC no sólo quedaría aislada y con pocos diputados, sino que también se quedaría sin buena parte de los recursos que el Estado da a los partidos y que sirven para mantener el aparato partidario . Esa ala incluso encara la posibilidad de ingresar al gobierno, negociando ministerios y posiciones, como hizo en su momento otra derecha anterior de RC, que se separó en 1994 tomando el nombre de ``Comunistas Unitarios''. Pero lo que está en juego, en el fondo, es si ser realista es buscar lo que nacerá, aunque hoy haya que ser minoría o, en cambio, hacer lo posible dentro del marco de las instituciones y del gobierno, con la esperanza de poder, desde el seno del mismo, avanzar gradualmente hacia el socialismo. O sea, renace la vieja discusión histórica entre, por una parte, los reformistas de un sistema que cada vez menos se puede pensar en reformar y, por la otra, los constructores de un futuro alternativo. O, dicho de otro modo, entre quienes piensan reeditar la experiencia del viejo PCI y los que, por el contrario, marchan por el surco de la izquierda alternativa que se desarrolló en Italia a partir de 1968.
La mayoría de los integrantes de la izquierda de Refundación Comunista jamás fue stalinista, pero no tienen un balance del llamado ``socialismo real'' ni una propuesta clara de socialismo democrático y autogestionario, aunque hablan sobre el mismo. Los de la derecha, herederos del stalinismo, añoran el viejo modelo comunista y, aunque hablan de democracia, temen las elecciones porque la mayoría del país votaría por la derecha y ellos no tienen ni las ideas, ni la confianza, ni la paciencia necesarias para disputarle a ésta la hegemonía política y cultural, y para construir en la juventud. La izquierda italiana está atrapada y se debate entre un futuro nebuloso y un presente que es en realidad el pasado.
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