Brevedad, tónica de Zedillo
Rosa Elvira Vargas Ť Ausentes los anuncios espectaculares, los primeros tres informes de Ernesto Zedillo ante el Congreso de la Unión para exponer la situación del país han ido de la convocatoria a elaborar una política económica de consenso (en 1997), al compromiso de consolidar un sistema democrático (en 1995), hasta la advertencia tajante de usar `'toda la fuerza del Estado'' para combatir a quienes pretenden imponer `'su voluntad intolerante'' (en 1996)...
Durante los tres informes anteriores la atención se centró más en los hechos que en las palabras; en las actitudes más que en las declaraciones.
Las ausencias temáticas también han contado. El año pasado el mandatario omitió toda alusión al conflicto en Chiapas, lo cual le valió críticas de diversos organismos políticos y sociales interesados en la solución de las demandas indígenas de aquella entidad.
Además de asumir las decisiones en materia económica desde su permanente convicción sobre lo correcto de la estrategia que aplica, otro tema le ha resultado ineludible, como una asignatura pendiente de su gestión: la creciente inseguridad pública en el país.
En 1995 el mandatario usó, para referirse a la inseguridad, expresiones que repetiría casi textuales el pasado miércoles durante la presentación de la Cruzada Nacional contra el Crimen y la Delincuencia: la mexicana, dijo, es una sociedad ``agraviada e indignada por la amenaza constante a personas, familias y patrimonios. La violencia que vive el país es resultado de muchos años de medidas insuficientes, de negligencia y omisiones en el sistema de procuración de justicia''.
Ese año, como ahora, el jefe del Ejecutivo anunció cambios profundos en la materia, aunque advirtió que no se lograrían resultados sustanciales de la noche a la mañana. Quizá por ello, un año después hizo el compromiso de consolidar los programas de coordinación entre las corporaciones policiacas, velar por el orden público y el respeto al Estado de derecho, así como profundizar en la lucha contra el crimen organizado, pues ``los mexicanos queremos vivir en un país de leyes'', enfatizó.
En 1997 el tema fue destacado de nuevo en el mensaje presidencial. Aquella ocasión admitió que en el país hay una creciente inseguridad pública y desapego al estado de derecho, pues la ciudadanía se encuentra ``impotente ante la delincuencia y una autoridad, encargada de perseguirla, ineficiente''.
Metódico en su discurso, Ernesto Zedillo nunca ha dedicado más de hora y media a la lectura de su mensaje. En 1995, nueve meses después de haber tomado posesión, se presentó por primera vez a rendir cuentas de la conducción del país, que vivía uno de los momentos más agudos de la crisis económica por los denominados ``errores de diciembre''.
Entonces dedicó un espacio importante para exponer las razones que condujeron a la debacle financiera, mismas que ubicó en la caída del ahorro interno y en el retiro masivo de inversiones, que presionaron al tipo de cambio y a las tasas de interés, lo que puso en riesgo a los aparatos productivo y financiero del país.
Desde entonces el mandatario exponía las ``bondades'' de sus programas de ajuste al gasto público como herramienta para conjurar la amenaza del colapso financiero, y destacaba que si bien se trataba de una estrategia con efectos ``grandes y dolorosos'', representaba menores riesgos que cualquier otra vía.
En 1996 presentó resultados sin incurrir en triunfalismos. Calculó, para ese año, un crecimiento del producto nacional de 4 por ciento y anunció la recuperación de los puestos laborales perdidos en los primeros siete meses de 1995, disminución sensible de la inflación -18.5 por ciento entre enero y agosto-, estabilidad en el tipo de cambio y baja significativa en las tasas de interés, cerca de 40 por ciento en relación con principios de año.
También estimó una erogación total de 180 millones de pesos para el rescate financiero y anticipó la aplicación de un programa de combate a la pobreza, que un año después se concretó como Programa de Educación, Salud y Alimentación (Progresa).
El año pasado Zedillo pidió a todas las fuerzas impulsar una política de Estado para el crecimiento económico. Esta, indicó, estaría basada en principios de tolerancia, diálogo y consenso y tendría como precondiciones mantener sin modificaciones la disciplina fiscal y monetaria, luchar contra la inflación, promover el ahorro interno y continuar el cambio estructural de la economía.
Aunque justificó su convocatoria en el hecho de que la conducción económica no debe obedecer a dogmas o caprichos, indicó que se trataba de examinar y perfeccionar detalles, programas específicos y particularidades, pues ``las bases esenciales son correctas''.
El mandatario dijo que era imperativo elaborar una política económica de consenso que -con un ritmo de crecimiento a una tasa sostenida de 5 por ciento del PIB- tomaría alrededor de veinte años duplicar el ingreso por persona respecto al del año anterior.
En esa ocasión Ernesto Zedillo hizo una amplia defensa de las reformas a la Ley del Seguro Social y de la institución, de la creación de las Administradoras de Fondos para el Retiro (Afore) y no ocupó la parte final de informe para enviar un mensaje político, sino para reflexionar sobre la economía del país.
La democracia y su expresión en comicios transparentes, creíbles y legítimos, han merecido también amplio espacio. En el primero como propósito para impulsar una reforma electoral que diera autonomía a los órganos y condiciones de equidad en la competencia; en el segundo -ya aprobada la legislación- como convicción de que ese era apenas el inicio de una nueva época en la vida democrática del país y, en el tercero, para puntualizar que a las nuevas condiciones políticas del país debe corresponder una genuina ética de responsabilidad que norme la vida cívica y el trato que cada cual reciba en la vida democrática.
Para su primer Informe, el presidente Zedillo ya había realizado cambios en su gabinete. El más sobresaliente fue el del secretario de Gobernación, Esteban Moctezuma, a quien había relevado del cargo un par de meses antes para sustituirlo por Emilio Chuayffet, político mexiquense quien, paradójicamente, tampoco llegará a este primero de septiembre en esa responsabilidad, pues fue cambiado por Francisco Labastida Ochoa.
Hoy Moctezuma Barragán está de vuelta como titular de la Secretaría de Desarrollo Social, en tanto que Carlos Rojas, único ratificado en su cargo en el relevo sexenal, ocupa la Secretaría General del PRI.
En su primer Informe el único elogiado fue el entonces procurador general de la República, el panista Antonio Lozano Gracia, ``cuya libertad de acción y criterio están fuera de toda duda'', apuntó el mandatario.
Lozano Gracia estuvo todavía en el segundo informe como titular de la Procuraduría General de la República, pero en diciembre fue relevado y los reconocimientos a su labor se tornaron en críticas que el panista recibió no precisamente desde el silencio.
En el segundo informe resaltó la ausencia de alusiones concretas a los asesinatos del cardenal Juan Jesús Posadas, de José Francisco Ruiz Massieu y de Luis Donaldo Colosio. Los ubicó sólo como ``los homicidios que han conmocionado nuestra vida pública'' y ratificó el compromiso de que las investigaciones se conducirían ``con apego a la ley, libertad de criterio y sin reparar en sensacionalismos ni en presiones o intereses ajenos a la justicia''.
Fue un mensaje que la oposición consideró como ``un típico ejemplo de no-informe'' debido a su ``tono genérico'' y sus ``grandes omisiones''.
El año pasado el Informe vivió un escenario inédito. Los conflictos previos a la instalación de la Cámara de Diputados amenazaron con llegar a una crisis constitucional. Todo ello dio a la ceremonia nuevas formas y nuevas ausencias. Por vez primera el jefe del Estado Mayor Presidencial no se colocó detrás del mandatario.
En el Informe sólo estuvieron los gobernadores panistas Vicente Fox -quien entró sin invitación- y Alberto Cárdenas. Acudieron los líderes del Partido de la Revolución Democrática y del Partido Acción Nacional, Andrés Manuel López Obrador y Felipe Calderón Hinojosa, pero no Humberto Roque Villanueva, quien a los pocos días dejó su cargo al diputado entrante en esa Legislatura, Mariano Palacios Alcocer.
Empresarios, jerarcas de la Iglesia y miembros del cuerpo diplomático, al parecer no fueron invitados a ese tercer Informe, en el que el mandatario excluyó los temas del conflicto en Chiapas y los acuerdos de San Andrés Larráinzar.
Fue también el primero año en que la ceremonia mudó a horario nocturno y en el que la respuesta corrió a cargo de un diputado de la oposición.
El martes próximo esos cambios en las formas para la presentación del Informe, más allá de conservarse, se profundizarán y al PRI corresponderá, por estricto turno, responder al mensaje del mandatario.
Mireya Cuéllar Ť ``Saludar, ¡ya!''. El tono marcial del instructor contrasta con el cuerpo desgarbado de los miembros del pelotón. El equipo de seguridad en pleno -formado en la explanada frontal de la Cámara de Diputados- aprende cómo saludar ``bien'' a la bandera. Es parte del ensayo general para el próximo martes.
Una orden de ``paso redoblado'' divide al grupo en dos y lo convierte en una valla. En medio pasará el Presidente. Este equipo de seguridad ocupará el lugar que otrora correspondió a los cadetes del Colegio Militar.
Ajeno al adiestramiento, Porfirio Muñoz Ledo discute -bajo el enorme escudo nacional realizado por el maestro José Chávez Morado- con Rafael Tovar y de Teresa, director del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, un proyecto para ``decorar'' el Palacio Legislativo. El diputado no deja ir al funcionario sin antes mostrarle cómo funciona el sistema electrónico de votación adquirido por la Cámara de Diputados en 28.5 millones de pesos.
El personal de apoyo de San Lázaro se moviliza y echa andar el equipo. Se prenden las luces y el sonido ambiental. Un diputado se acerca al grupo y digita su clave entre los cables de un pupitre, prenden entonces los dos tableros electrónicos instalados junto a las grandes banderas, que desplegadas sirven de fondo al salón.
Los nombres de los legisladores, como en marquesina, aparecen en rojo fosforescente. El color choca con los muros sobrios que registran en letras doradas a los próceres patrios. El sistema -que no sólo registra el voto legislativo, sino que controla los accesos al recinto y abre sus puertas cuando recibe la huella indicada (de cada diputado) no será inaugurado el martes. Le bloquearía el paso al primer mandatario. Sin contar a su edecán, el médico de cabecera, los secretarios de Estado, los senadores...
En los travesaños todavía algunos trabajadores sellan las paredes, abiertas para empotrar los tableros. Las curules esperan en la antesala del Palacio. El personal de limpieza sacude los pupitres. En el espacio para la prensa hay tan sólo una tarima. El equipo de cómputo será instalado después del Informe.
El personal que desempeñará alguna tarea el martes fue movilizado. Seguridad, edecanes... También los trabajadores del Museo Legislativo, que fue visitado por Muñoz Ledo y Tovar y de Teresa. Ahí, el diputado muestra los ``falsos tapetes'' que cuelgan de los muros, son apenas ``sarapes'' y ``de mala calidad'', acota. Este será uno de los espacios que se pretende enriquecer y redecorar.
Y explica: ``Como vamos a hacer cosas importantes hemos pensado en una decoración sobria, republicana, pero donde haya obra de calidad: ya sean murales, tapices, obra que pueda estar en exhibición como esculturas, incluso obra arqueológica''.
Como no hay recursos, se recurrirá a la obra de reserva que tienen los museos para que la den en préstamo o custodia. ``No es una cosa que tenga prisa, tenemos que pensarlo bien, hacer un comité que estudie esto y el Conaculta nos dará asistencia técnica'', dijo Muñoz Ledo.
El presidente de la Comisión de Régimen Interno y Concertación Política recorre San Lázaro y muestra a su invitado los espacios que pueden ser parte del proyecto de decoración. En uno de los patios laterales el diputado comenta a Tovar y de Teresa: ``aquí podríamos hacer un jardín versallesco''.
Se dirigieron a la entrada principal. Ahí, el instructor tiene la valla lista para un ensayo, en el que -casualmente- Muñoz Ledo y el director de Conaculta fueron los protagonistas. El diputado parece no verlos, despide a su invitado y frente a la prensa se ocupa de sus definiciones: ``Zedillo es un presidente que llegó tarde y se va temprano''.