En diversas ocasiones hemos hablado del tesoro museístico que alberga la que bien podemos llamar la ``manzana de la cultura''. Ubicada entre las calles de Moneda, Academía, Seminario y Justo Sierra contiene los museos del Arzobispado, las Culturas, la Academia de San Carlos, el José Luis Cuevas, San Ildefonso y Templo Mayor; todos en edificios espléndidos.
``La mosca en la sopa'' es que el rumbo suele estar invadido de basura que ensombrece este paraíso, particularmente en calles como Academia, justo entre el Museo Cuevas y la Academia de San Carlos. Resulta incongruente que se hayan realizado costosas restauraciones, tanto en los edificios mencionados como en sus vecinos inmediatos de la calle de Guatemala --el Instituto Lucas Alamán, el antiguo Colegio Real de Minas y la sede del Colegio de Economistas, instituciones que ocupan las bellas construcciones que alojaron el hospicio agustino de San Nicolás-- y que sea difícil apreciarlas, por el entorno de detritus. No se entiende que se impulse la restauración de inmuebles y no se haga lo mismo con los servicios y la infraestructura urbana.
Este problema ha sido permanente preocupación de Berta Cuevas, quien luchó por muchos años con su esposo, José Luis, para lograr que el gobierno rescatara de la incuria y el abandono el antiguo convento de Santa Inés, con el fin de restaurarlo y alojar las colecciones de arte contemporáneo latinoamericano, de grabados de Picasso y la del propio Cuevas, que la pareja donó al pueblo de México.
Ahora, desde el cuarto de cristal en que Berta está aislada para combatir el mal canceroso que la aqueja, a pesar de la feroz batalla que libra con enorme temple contra la enfermedad, en cada ocasión que se le habla para conocer su estado, brota siempre la pregunta: ¿Ya quitaron la basura? Ante la respuesta, la súplica: ¡Por favor, diles que la quiten!
Esta preocupación la compartimos todos los que amamos este lugar, que estoy segura es prácticamente cada uno de los mexicanos, pues como lo hemos mencionado muchas veces, es el corazón del país, cuna de nuestra identidad. No olvidamos que en la calle de Moneda se forjó la cultura de América con las primeras universidad, imprenta, casa de moneda, academia de arte y museo, cuyas hermosas construcciones permanecen allí, erguidas y orgullosas.
Cabe señalar que estos espléndidos museos, además de mostrar obras de arte, tienen muchas otras actividades. Para mencionar sólo algunas: el Palacio del Arzobispado, edificación verdaderamente bella que conserva magníficos vestigios prehispánicos, como una escalera de piedra rosa finamente tallada, ofrece todos los fines de semana recitales de bel canto. Y para los que gustan de la música popular está el ciclo Boleros del corazón. Estas excelencias le cuestan la fabulosa cantidad de ¡diez pesos! Todavía más barato, pues es gratis, el cielo para niños con los mejores espectáculos de títeres, saltimbanquis y teatro.
El museo José Luis Cuevas no se queda atrás y a la magnifica exposición de enormes fotografías de la cubana Marta María Pérez, titulada Algo mágico, suma talleres para adultos e infantes, teatro, conciertos, una que otra presentación de libro, y desde luego la Salsa Erótica de Cuevas.
Por su parte, San Ildefonso está presentando todos los domingos a las 12:00 a los mejores cuartetos: el de Bellas Artes, el Ruso-Americano, el Latinoamericano, el de Rusia y el de la Ciudad de México, ni más ni menos que en el Salón del Generalito con su portentosa sillería labrada con exquisitez y agasajo completo!
Ya en el rumbo vale la pena echarle una mirada a la iglesia de La Santísima, sin duda una de las joyas más importantes del barroco, obra del extraordinario arquitecto Lorenzo Rodríguez, que allí dejó volar su fantasía y se sublimó en las pilastras estípites, esa locura arquitectónica que se dice nació en México. Para terminar el recorrido no estaría mal un vistazo al templo de Jesús María, cuyas elegantes portadas, se asegura, son obra del valenciano Manuel Tolsá.
Sólo queda degustar un sabroso cabrito en el Bar-Sobia de la calle de Palma, a unos pasos de 16 de Septiembre, acompañado de caldito de camarón y unos diminutos taquitos de picadillo. Estos dos últimos cortesía de la casa al igual que el besito de ángel que acompaña el café.