Aparte de provocar seguramente un sustancial cambio en la política italiana con la eventual caída del gobierno de centroizquierda o con el ingreso en el mismo, para reemplazar a Refundación Comunista, de algunos pequeños partidos de derecha, la probable sustitución del jefe de gobierno Romano Prodi y la imposición de un gabinete ministerial de centroderecha, la posible escisión de RC tiene importantes implicaciones para toda la izquierda mundial.
Hay en ésta, en efecto, gente que nada ha aprendido del pasado, que sigue creyendo en los ``campos'', que el ``socialismo real'' era socialismo, que China y Cuba lo son, que tener un pensamiento crítico incluso frente a movimientos progresistas o revolucionarios es ``servir a la derecha'', que hay que dejar el cerebro en el perchero al entrar en un movimiento o partido, que lo fundamental son la ``eficacia'' y el ``realismo'', no los principios ni las ideas. Instalados en la realidad del capitalismo son la ``izquierda respetuosa'' y todo para ellos se resume en las maniobras y en la acción institucional, lo cual les impide pensar, analizar sus países y construir, pues les bastan las viejas certidumbres. Es gente que espera ``línea'' de su líder, aunque éste tenga 30 años de retraso teórico, gente que no sabe ni quiere escuchar, estudiar, discutir para avanzar que, en cuestión de colores, sólo conoce el blanco y el negro, y que cree que decir que en la mundialización hay también oportunidades y no sólo desastres es hacer un esfuerzo por presentarla como progresista.
Esas personas son profundamente conservadoras y no tienen nada que ver con la izquierda que debería ser democrática, pluralista, innovadora y debería concentrar sus esfuerzos en cambiar la realidad y en mirar hacia el futuro, mientras ellas adoran el trasero de los acontecimientos y necesitan jefes a los que siguen con fe religiosa. No conocen otra cosa que los aparatos, las elecciones, las instituciones, que no ven como instrumentos, sino como fines en sí mismos. Desprecian las ideas y temen las críticas y no son capaces de discutir ni siquiera con los ideólogos de la derecha, pues no reflexionan sobre los argumentos de éstos, limitándose a insultarlos. No construyen conciencias sino fidelidades. No proponen soluciones sino críticas al ``mundo cruel'' que, por supuesto, dejan las cosas como están.
Es una ``izquierda'' rémora del pasado, que no por casualidad da tantos cuadros a la derecha. Sus integrantes no se plantean que es necesario discutir cómo una minoría --pues la izquierda alternativa lo es y lo será aún por unos cuantos años-- puede preparar una refundación de la izquierda y de la sociedad, a la vez en la acción y en la teoría. O sea, cómo es posible unir movimientos heterogéneos, dispersos y minoritarios, tener una política defensiva pero capaz de preparar una contraofensiva, educar a un sector de la juventud en la intransigencia principista sin afectar la democracia pluralista, y esperar actuando las olas de movilizaciones de masas que el capitalismo nos prepara.
Ideas y programas, coherencia principista, desprecio por los privilegios y los pequeños poderes burocráticos o institucionales deben caracterizar a la izquierda. Italia, con la posible escisión de los que se plantearon refundar el comunismo sin encontrar todavía las ideas y los métodos para ello, nos muestra nuevamente que el camino del progreso está sembrado de derrotas y que éstas sólo serán útiles si se aprende de ellas, no si se las tapa, como hacen los gatos con sus excrementos.