José Cueli
51 Manolete 51

La sangre venía del torero Manuel Rodríguez, Manolete, palabra suprema tan rica en misterio, en sufrimiento y en terror que se apareció hace cincuenta y un años en la plaza de Linares en España. La muerte en el ruedo andaluz que caía pesada y helada, entre las profundas prisiones del ruedo, en las tinieblas de la tarde de feria para quedarse en las regiones más íntimas -entre lo nombrable y lo inombrable- de la afición para siempre.

Manolete marcado por el destino, dolorosa, misteriosamente, llevaba una sangre que llamaba a la muerte. La llamaba, quería jugar con ella y apareció, acudió a la cita y surgió la poética de la sangre; el drama, el dolor. Un ¡ay! estentóreo proferido por miles de bocas en torno al ruedo sangriento, en torno al ruedo de Linares, revelación de la profundidad vital de la fiesta brava. Moría en las astas de un toro de Miura, el mejor de los toreros.

Manolete fue cantado en coplas al día siguiente de su muerte. ``¡Ay madre que no lo puedo creer! con estos ojos lo he visto morir matando y matando morir''. La hondura del deletreo del verte y no verte de sus pases naturales en que aparecía el canto, que cantaba cantando la pena que sentía en pena confundida, exaltada, la imaginación, que registraba sensaciones intensas de la sexualidad desgarrada a la muerte.

Manolete, quieto, majestuoso y vertical desde el paseillo, melancolía que le rasgaba el vientre y escapaba por los pliegues de la muleta. Trocaba el mito en suceso y poblaba los redondeles de maravillosas formas de su ser que buscaban el tiempo... de ``acá adentro'', que lo acercaba a la muerte y le permitía vivir algo de gozo místico, luego de cumplida la labor del espíritu ...torero.

La verónica de Manolete (11 de diciembre de 1946) inspirada, si existe la inspiración, quietud y armonía, lo definieron como un inmortal del toreo que sabía quebrarse donosamente a un tiempo, en exaltado rompimiento de alas, revelador de sus espirituales misterios, primero imaginados y luego gustados. Justamente en esa zona intermedia, en la que la expulsión pide muchos lances y los lances no aparecen.

``No se puede amar, si no donde la muerte, mezcla su hálito al de la belleza'', que decía Edgar Allan Poe.

Manolete mezcló la belleza a la muerte y le dio al toreo valor trascendente con su sacrificio.