La Jornada lunes 31 de agosto de 1998

José del Val
Cinismo de Estado

Mientras eludamos cínicamente reconocer las causas profundas de la brutal ola de violencia e inseguridad que hoy campea en las ciudades, nuestras campañas y programas de seguridad se orientarán exclusivamente a la contención del crimen; es decir, a la construcción de un Estado policiaco.

Un Estado policiaco implica un aumento considerable en el número de efectivos y su capacitación que por supuesto demandan, más armamento y más sofisticado, asimismo involucra el uso de modernas tecnologías de vigilancia, la creación de cuerpos de elite y la construcción de más cárceles.

También conlleva recortes legales a las garantías individuales y la promoción de una cultura de la delación con millonarias recompensas y protección legal a los delincuentes colaboradores.

Con estas medidas y otras se nos afirma demagógicamente que se podrá contener y disminuir la criminalidad cotidiana.

Esto no es más que una mentira de Estado, que escudándose en la indignación y el miedo ciudadano intenta eludir la responsabilidad gubernamental en la tragedia actual.

¿Por qué no nos hablan con la verdad? ¿Por qué no nos dicen que la violencia de hoy es uno de los resultados de la política económica que se implementa desde hace algunos años en nuestro país?

De 1993 a la fecha la llamada modernización del Estado y de las empresas ha producido un desempleo neto de más de dos millones de mexicanos.

Dos millones de desempleados en un país que no cuenta con un seguro de desempleo, dos millones de mexicanos que un día para otro vieron cancelada toda posibilidad de obtener un ingreso mínimo, y no tienen más alternativa que intentar emigrar a Estados Unidos o encontrar algún espacio en la economía informal.

Dos millones de mexicanos de cuyo ingreso dependían otros cuatro o cinco millones de mexicanos. En un cálculo optimista, seis millones de mexicanos han visto cancelada la posibilidad de supervivencia sin que el gobierno en turno asuma responsabilidad alguna de su situación.

Uno se preguntaba ¿ y qué carajo van a hacer para sobrevivir estas personas, estas familias?

Nos podemos hacer güeyes frente a esta brutal e inmoral realidad. Pero ¿cuántos meses la solidaridad de las familias extensas podía soportar el mantenimiento de estos ``nuevos olvidados''?

Está demostrado que el ser desempleado produce una crisis de personalidad e identidad en los individuos que deriva en una pérdida radical de la autoestima, provocando un profundo rencor hacia su sociedad.

Simultáneamente la sociedad mexicana ha visto el surgimiento de inmensas fortunas, muchas de ellas producto de la corrupción generalizada.

Este clima cultural impuesto autoritariamente por los regímenes neoliberales, ha ido socavando los lazos solidarios y ha debilitado los marcos éticos y morales que constituyen los límites y el tejido dentro de los cuales se desenvuelve cualquier individuo en sociedad.

Inexplicablemente ninguno de los partidos políticos nacionales ha tenido el valor de asumir las causas reales de esta terrible situación.

¿Qué podíamos entonces esperar de estos ``nuevos olvidados''?

Están aquí, con nosotros; organizados o desorganizados, atacan de día, de tarde o de noche, roban cualquier cosa, roban con odio y roban con violencia; violan, secuestran y matan.

Muchos de ellos son mexicanos que hace algunos años vivían una vida normal y tenían un comportamiento ciudadano aceptable. Hoy son seres transformados, destruidos emocionalmente, que van constituyendo una ``cultura'' de revancha y una ``moral'' de venganza; que les justifica cualquier crueldad sobre otro ser humano en su lucha salvaje contra una sociedad que les expropió la dignidad, los traicionó, los desechó y les canceló el derecho a la ciudadanía.

Desprovistos de cualquier sentimiento de respeto por sí mismos o compasión por el ``otro'', cuando son atrapados con vida y aparecen frente a los medios de comunicación, horrorizan con su brutal sinceridad, ausente de coartadas.

Se les acusa de cínicos: no lo son. Se les tacha de enfermos mentales, tampoco lo son. Sus perfiles psicosociales confirman su condición: son los ``nuevos olvidados''.

Son la consecuencia directa de la cruel y obcecada aplicación de un modelo económico que continua expulsando mexicanos por millares al olvido.

Sólo asumiendo con sinceridad, responsabilidad y patriotismo la situación de estos ``nuevos olvidados'' podríamos plantearnos en serio recuperar la seguridad perdida.

Mienten a México, y lo saben, los que proponen la instauración de un Estado policiaco disfrazado de ``Plan Nacional de Seguridad'', como el camino para recuperar la seguridad perdida.

Por cada ``olvidado'' abatido o encerrado para que ``se pudra en la cárcel'', nuevos ``olvidados'' saldrán a las calles a vengar cruelmente la cancelación de su destino.