La Jornada martes 1 de septiembre de 1998

ASTILLERO Ť Julio Hernández López

Si alguien desease avistar hoy algo de la manera como será la contienda política en el 2000, deberá poner sus ojos no en San Lázaro, donde el Informe presidencial y los rituales oratorios de críticas y apoyos podrían ser previsibles, sino en Guerrero, donde la estructura priísta vive una increíble guerra interna sin orden ni autoridad.

Allá, en la difícil tierra sureña, como un adelanto de lo que será la pugna por la candidatura presidencial del 2000, los priístas están profundamente divididos, acusándose unos a otros de cometer irregularidades de toda índole.

Y, como en un cuento del autoritarismo contado al revés, el gobernador sustituto, Angel Aguirre Rivero, ha perdido el control político: tiene en su contra a seis de siete precandidatos a relevarlo (el único que no está en su contra es su primo y favorito, Manuel Añorve Baños, presidente municipal --también sustituto-- de Acapulco), al presidente del congreso estatal, a la mayoría de los diputados locales y a la directiva estatal del PRI.

Así, en la mayor crisis de la historia del priísmo guerrerense, se mezclan los ingredientes de una visionaria tragicomedia: un gobernador saliente (Angel Aguirre), débil e inexperto peleando contra su antecesor marrullero (Rubén Figueroa Alcocer), dueño de la fidelidad de miembros del gabinete y de operadores políticos y partidistas, poderoso en materia de dinero y deseoso de venganzas y reivindicaciones; un delfín (Manuel Añorve) que sólo puede nadar tomado de la mano de su jefe, promotor y familiar, y una oposición (el PRD) que tiene todo para ganar, siempre y cuando sea capaz de moverse con unidad e inteligencia.

Los seis que creían que sólo eran seis

En la fotografía publicada ayer en la sección Estados de La Jornada puede apreciarse la amplia sonrisa compartida por seis precandidatos oficiales del PRI a la gubernatura de Guerrero.

La alegría de los seis no era falsa ni insustancial: creían, en ese momento, los sonrientes, que una increíble pifia y un mañoso manejo de procedimientos internos habían dejado fuera de la competencia priísta a un incómodo invitado de última hora, el alcalde de Acapulco, Añorve Baños, primo y favorito del gobernador sustituto Angel Aguirre Rivero.

Distante a cuatro horas de Chilpancingo, la capital del estado en la que la comisión organizadora del proceso priísta interno habría de entregar las constancias de registro a los siete precandidatos que habían realizado sus trámites en regla, Añorve Baños no estuvo personalmente para recibir su acreditación. Había preferido encabezar en Tlapa un acto de apoyo a sus pretensiones. A fin de cuentas, la convocatoria establecía como ``atribución'' el recibir la citada constancia, asunto que delegó en un representante.

De tal circunstancia de índole menor se valieron los adversarios de Aguirre Rivero y de Añorve Baños para montar un escándalo singular: al no estar en persona para recibir su constancia, el séptimo precandidato quedaba automáticamente descalificado, dijeron los seis restantes, de entre los cuales resultaban así particularmente favorecidos dos aspirantes, René Juárez Cisneros, a quien la fama pública le considera abanderado de los intereses regionales de Rubén Figueroa Alcocer y de los nacionales de Carlos Rojas, y Florencio Salazar Adame, a quien se le adjudica la buena voluntad en su favor de Los Pinos y de lo que queda del grupo del difunto José Francisco Ruiz Massieu.

Tomado a la distancia por la decisión de no entregarle su constancia de precandidato oficial, Añorve Baños tuvo, como siempre, en su primo Aguirre Rivero a su inmejorable manager. Celular en mano, el gobernador habría movido cielo y tierra para que no dejaran fuera de la jugada a su favorito. Las llamadas principales, según el caso, habrían sido a Gobernación (donde dicen que está el principal apoyo para Aguirre y Añorve) y al PRI nacional.

Pero los seis no deseaban dejar de ser seis. Ejemplos extremos de disciplina priísta tradicional, prototipos de obediencia institucional, los senadores Guadalupe Gómez Maganda y Porfirio Camarena (cetemista éste, por si se necesitase lluvia sobre mojado), y el ex diputado Miguel Osorio Marbán se negaban a atender las órdenes de la superioridad. Ellos, al igual que Carlos Vega Memije, pocas posibilidades reales tienen en el auténtico campo de batalla, pero aún así se mantuvieron firmes en cerrar el paso al séptimo. René Juárez y Florencio Salazar, los contendientes de mayor peso, desde luego estaban gozosos de eliminar así a su principal contrincante.

(Destino peculiar el de Añorve Baños: cuando sustituyó, el año pasado, a Juan Salgado Tenorio en la presidencia de Acapulco, se le acusó de violar las leyes, pues en el anterior trienio municipal había sido síndico y ahora se entendía su nombramiento como violatorio del espíritu de la no reelección; luego, cuando el CEN del PRI no lo consideró en la lista de precandidatos, su inclusión fue forzada y generó protestas; ahora, tan sólo en el trámite de recibir su registro de precandidato, levantó las tolvaneras de las que aquí se da cuenta)

Y no se crea que el gobernador Aguirre Rivero tuvo en el presidente y el secretario general del comité priísta estatal a sus inmejorables aliados. Al contrario, figueroistas a morir, ambos están con René Juárez y contra Añorve, al igual que el presidente de la comisión controladora del proceso interno, Israel Nogueda Otero.

Por si el escándalo fuese poco, el gobernador Aguirre Rivero falló con estrépito al pretender cobrarle cuentas al coordinador de los diputados locales, Florencio Salazar Adame. La mayoría de la bancada priísta desoyó la propuesta oficial de que Ezequiel Zúñiga Galeana fuese el sustituto de Salazar Adame mientras durase la licencia pedida por éste para participar en el proceso priísta interno y, en su lugar, dio un voto de confianza a Florencio para que en caso de perder en dicho proceso pueda regresar directamente a la coordinación parlamentaria.

En el fondo de todo el pleito guerrerense está lo ya apuntado aquí columnas atrás: la pelea entre el mandatario sustituto, Aguirre Rivero, y el gobernador con licencia, Rubén Figueroa Alcocer. Por lo pronto, y contra la protesta de los seis, Añorve Baños quedó oficialmente como séptimo precandidato, así es que la pelea estelar continúa.

Mientras tanto, en el PRD, que es la única fuerza con capacidad real de ganarle al PRI, todo sigue igual: Félix Salgado Macedonio (interno) y Jaime Castrejón Díez (externo) en una guerra de vencidas que en todo caso podría abrir el camino a opciones como las de Pioquinto Damián Huato, María de la Luz Núñez Ramos o Zeferino Torreblanca (este último presuntamente favorito de algunos segmentos nacionales del PRD).

El PRD, conviene recordarlo, también tendrá su proceso abierto, de elección en urnas de su candidato a gobernador y, a como se ven las cosas actualmente, nada difícil sería que en esa contienda interna se generasen divisiones y rupturas.

Astillas: En Baja California Sur continúan las quejas contra el gobernador Guillermo Mercado Romero, a quien se acusa de favorecer a uno de los precandidatos al cargo. Leonel Cota, presidente municipal de La Paz, y el senador y general Juan Antonio Valdivia, siguen recorriendo el camino interno del PRI a cuyo final sólo está la disciplina tradicional o el tránsito hacia la oposición...

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