La Jornada jueves 3 de septiembre de 1998

Jaime Martínez Veloz
La sociedad vive atemorizada

Crisis económica e inseguridad pública han sido el signo de este sexenio. ``Hemos fallado'', resumió el Presidente de la República en su cuarto Informe de Gobierno, en una frase que puede aplicarse sin reserva a ambas esferas, la económica y la del Estado de derecho. El tema de la inseguridad pública no es una novedad para el doctor Zedillo. En su toma de posesión y en cada uno de sus informes de gobierno previos lo ha abordado. Durante casi cuatro años, se han propuesto y aprobado leyes y reformas en la materia; se ha asignado mayor presupuesto a las tareas policiacas; se intentó inclusive utilizar los servicios de un procurador panista alentando con ello la idea de que se lograría una mayor honestidad al frente de la PGR.

El resultado ha sido que el crimen ha saturado la vida pública de México, flota como un fantasma omnipresente en las conversaciones y es un modo cómodo de lograr ratings televisivos. Es decir, el resultado de todas las medidas aplicadas ha sido si no nulo, por lo menos muy pobre. ¿Por qué? Una y otra vez, ciudadanos comunes y corrientes, analistas y expertos han dicho y escrito algo que ya no es un descubrimiento, pero que parecen ignorar los funcionarios encargados de combatir la ilegalidad: no bastan las medidas policiacas.

El Presidente de la República reiteró en el informe su convocatoria del pasado 26 de agosto para iniciar una cruzada contra el crimen y la delincuencia, en el marco del Programa Nacional de Seguridad Pública del cual, fuera de una serie de elementos generales, hasta la fecha sólo se alcanzan a distinguir ocho ejes de trabajo, todos ellos de corte policiaco. Si bien es lógico suponer en el gobierno federal una preocupación genuina por el aumento de la inseguridad pública ya que de todos los problemas nacionales pocos alcanzan el grado de repudio que tienen los diversos crímenes que a diario se cometen, sorprende la cortedad de un análisis que omite causas sociales y culturales, crisis económicas y la influencia de la impunidad y la corrupción, a las que se perciben como un mecanismo que ha demostrado ser efectivo para lograr riqueza, poder casi ilimitado y reconocimiento. ¿Cómo lograr la credibilidad de la sociedad si está convencida de que los gobiernos federales y estatales hacen poco por resolver la inseguridad pública? Esta se ha convertido en un motor de la inestabilidad social y política. En una palabra es ahora un asunto de seguridad nacional.

Sin embargo, prácticamente en su quinto año de gobierno, acosado por la amenaza de una crisis económica grave y lastrado por el peso de asuntos irresueltos como Fobaproa y Chiapas, los innombrables, el Ejecutivo federal se apura a confrontar la amenaza del crimen sin los consensos políticos adecuados, sin el apoyo pleno de todos los gobernadores, sin la credibilidad social necesaria y sin la claridad de un programa adecuado. La historia reciente de nuestro país nos muestra que esta etapa, que culminará con la entrega de la banda presidencial el 1o. de diciembre del año 2000, es la menos efectiva de los sexenios. Lo que no se hace en los primeros cuatro años, difícilmente se realiza con el poder mermado por la lucha política que se desata alrededor de la sucesión. Si en los pasados sexenios esto fue válido, lo es ahora aún más.

En los últimos años hemos visto como, en un reflejo fiel de lo que acontece en la realidad, la nota roja de los diarios ha invadido todos los otros ámbitos noticiosos. No pocos financieros, políticos, deportistas y hasta señoras que antes sólo aparecían cuando ofrecían un ágape en sus mansiones, hoy están emplazados por la ley y envueltos en procesos judiciales. Y lo peor no es esto, sino que muchos de ellos permanecen impunes o purgan condenas risibles.

Cuando esto sucede, ya sea por la incapacidad policiaca para integrar una averiguación, por las lagunas de leyes inadecuadas, por la venalidad o por la combinación de todo ello, ¿cómo se le dice a la sociedad que crea que este nuevo anuncio ahora sí es el bueno?, ¿cómo se convence a los mexicanos que el ``hemos fallado'' no es un epitafio anticipado de un sexenio sino el principio de una campaña eficaz contra el crimen?

Cuando se habla de inseguridad pública se mencionan secuestros, crímenes y robos, pero ¿cómo soslayar a los otros criminales? Me refiero a los que al amparo de sus posiciones gubernamentales o como funcionarios de empresas privadas o bancos lucraron, corrompieron y defraudaron. ¿Cuál Arizmendi ha logrdo el botín que obtuvieron Cabal o El Divino sin disparar un solo tiro y sin arriesgarse?, ¿qué asaltabancos ha tenido los cómplices y las facilidades que obtuvieron muchos de los directivos bancarios? Si somos sensibles al crimen que mata, que mutila y que amenza en las calles, también seamos sensibles al crimen que debilita a las instituciones y que amenaza la vida republicana.

La sociedad vive atemorizada no solamente por lo que pasa en las calles sino por las evidencias, cada día más claras, de que la impunidad es raíz y motor de la gran inseguridad pública.

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