Luis G. del Valle
El Fobaproa, hacedor de justicia y justiciero

Las distintas propuestas que se nos presentan como alternativas para que digiramos el asunto del Fobaproa resultan al final como un préstamo forzoso que tenemos que hacer todos los mexicanos al gobierno de la Revolución, y a aquellos a quienes una vez más les hace justicia.

Al final --nos dicen desde la Secretaría de Gobernación-- no es el pueblo quien va a pagar esta deuda, sino sólo los contribuyentes. Esta afirmación frívola me llevó a releer algunos capítulos de El águila y la serpiente, de Martín Luis Guzmán. En especial ``Un préstamo forzoso'' y ``El nudo de ahorcar''.

Guzmán pone en boca del coronel Ornelas la narración de cómo un general que operaba en el centro del país recolectó 30 mil pesos en un pequeño pueblo y en un plazo menor a 24 horas. Mandó detener a cinco personas, cuatro de ellas conocidas por su capacidad de pago, y a un pobre, llamado Carlos Valdés, que ni tenía dinero ni podía conseguirlo. Escalonó los plazos de pagos entre 12 y 24 horas. Al término del primer plazo, el pobre es ahorcado enfrente de los otros cuatro prisioneros, quienes pagan puntualmente su cuota de cooperación a la Revolución.

En el fondo de la narración que nos relata Guzmán está el doble discurso: uno dirigido al pobre y otro al rico. Al pobre claramente le dice: ``Con la Revolución no se juega, ni se juega conmigo, que la represento con cuanta dignidad conviene a su idealismo glorioso y a sus impulsos heroicos, justicieros''. El discurso dirigido a los ciudadanos con capacidad de pago también era nítido: ``Pues bien, señores... la Revolución consume fondos que nosotros, sus servidores honrados, sus servidores puros y sin mancha, no podemos improvisar''. Y a ambos les dijo: ``¡Inútil, señores! ¡Cuanto me digan será inútil! Están dictadas las disposiciones; los plazos corren. O entregan el dinero o van a la horca. ¿Hay disyuntiva más clara ni más franca? En todo caso, no admite paliativos''.

El préstamo forzoso que ahora nos quieren imponer los nuevos revolucionarios --ahora institucionalizados-- al convertir en deuda pública el Fobaproa, sigue el mismo esquema que el de los viejos revolucionarios. En efecto, el gobierno espera que la liquidez del pago la pongan los contribuyentes con capacidad de pago, pero también está poniendo el nudo de la horca en el cuello del pobre.

Nudo de horca que se hace cuidadosamente al reducir el gasto social y que comienza a apretar a través de la ya prolongada y constante reducción de los servicios de salud; reducción que se manifiesta en la aparición masiva de enfermedades supuestamente erradicadas como el paludismo y la tuberculosis.

Nudo que se manifiesta en programas como el Progresa, que tiene entre sus fines abatir el índice de natalidad y provocar divisiones en las comunidades. Indicador macroeconómico difícil de maquillar y quizá de los pocos indicadores que no son tan fácilmente maquillables, sino que tienen que pasar por el bolsillo del usuario.

Nudo que está ahogando a los que restructuraron sus créditos en Udi, a los que se les embargaron sus bienes y a los barzonistas.

Nudo que aprieta más en las comunidades indígenas de Chiapas con el incumplimiento, por parte del gobierno, de los acuerdos de San Andrés, y la operación impune de grupos paramilitares.

Nudo de horca ``macizo, cilíndrico y largo (...) cuya rigidez rompería la nuca del ajusticiado''.

Para los considerados contribuyentes las mismas palabras se repiten ahora: ``¡Inútil, señores! ¡Cuanto me digan será inútil! Están dictadas las disposiciones: los plazos corren''. Son medidas técnicas que tenemos que tomar. Somos del grupo privilegiado que pertenecemos a la OCDE. O pagan, o correrán el riesgo de tener que vivir nuevamente en un país del Tercer Mundo.

Aquel valiente general, jefe supremo de uno de los ejércitos revolucionarios, también tenía un discurso para sí mismo, y se repetía que iba por el camino correcto, que ni la Revolución ni él se equivocaban. Por eso, ante aquel espectáculo del cuerpo ahorcado de Carlos Valdés que conmovía aun a los oficiales, ``mi general no parpadeó''.