La Jornada 4 de septiembre de 1998

UN AÑO EN EL TALON

Fabrizio León Ť Edith baila mambo como hace un año no lo hacía. Aventurera cambió el rumbo fresa que le ofrecía la televisión, donde el público no puede tocarla, y ahora disfruta del contacto semanal que un salón improvisado como cabaret, como el salón Los Angeles, ofrece.

Envuelta en plumas nos recibe en el camerino. Afuera hacen antesala más de 50 amigos, periodistas y el senador Cristóbal Arias. Por más de media hora. Lo que es la vida. Al final de la obra, cuando Carmen Salinas da los agradecimientos, menciona a funcionarios y legisladores del PRD ahí presentes y a los actores y productores de Televisa y, frente a ellos, una mesa privilegiada con el elenco del programa Ventaneando de TV Azteca. El cabaret, como en los viejos tiempos, une a todos.

Doña Ofelia Fuentes de González, la madre de Edith, no pierde detalle. Está junto a ella todo el tiempo. Ríe, bromea, pero, como un escudo fiel, está en todas.

``Sí me hubiera gustado ser Edith... no creo que sea una diva, aunque le encanta que le sirva la cena a la cama; es una costumbre desde que vivía su papa. Y no crea, me da celillo ver a tantos pretendientes y, por otra parte, me muero por tener un nieto'', dice, mientras revisa quién entra y sale del camerino, y baja la mirada, para hacer una pausa: ``Fíjese que aveces está muy sola, los artistas son muy solos''.

Edith González nos invita a cenar en la madrugada del viernes --acabando la función-- a Las Huertas, del Camino Real. Ahí, junto a sus amigos pintores y sus tías, cuenta cómo pasaban los días, mientras ella posaba para Alberto Gironella, y el maestro la veía sin pintar. Sólo observaba y ella esperaba que levantara el pincel para dar un trazo. Lo hacía y volvía la espera de horas. La pintura le ha cambiado la vida; la ha hecho mejor.

--¿No hará falta un desnudo en la obra?

--No lo creo, se rompería el encanto. Sobraría, y no tengo nada contra ello, pero es difícil hacerlo bien si no tienes una buena historia.

--¿Qué es lo que no te gusta?

--Si te contesto es como quitarme los calzones (ríe). Cada día me gusto más. Tengo una reflexión personal muy importante y...

--¿Pero qué no te gusta?

--Mis pies.

--¿Y de tu belleza?

--La fealdad y la belleza van de la mano del cariño.

--¿Y los hombres?

--Fíjate que ahorita en la obra, cuando estoy frente al público, por mi personaje, pienso: ``No han visto nada más bonito que yo''. Paso entre el público y me dicen que pise sus sacos, los trato con displicencia, les gusta y los atrae. Una se hace inaccesible. Los hombres son animales de caza.

--¿Y en tu vida íntima...?

--En mi vida personal no lo aplico. Soy una mujer tranquila.

--¿Y el amor?

--El mal de mi generación es la insatisfacción. No estoy completa, aunque creo que estoy encontrado pareja y eso me mantiene equilibrada.

--¿ Te imaginas de viejita?

--Sí, cómo no. Ya lo tengo planeado. Viviré sola, no me imagino de otra manera, en una casa con muy pocos objetos. Dos o tres cuadros muy queridos y unos libros.

--¿Con hijos?

--No lo sé. Ojalá, pero no lo sé. Pienso en mis nietos, pero antes tendría que tener hijos. Pero no lo sé. Soy una mujer de hombres, más que de mujeres, pero me imagino sola. Me gustan los hombres inteligentes, con gran corazón, sentido del humor y con un gran líbido. Quisiera un hombre libidinoso.

--¿Y tus sueños?

--Vivir con un árabe, secuestrada. Una fantasía sexual de la mujer, desde Valentino. ¿Qué tiempo?... qué importa. Otro sueño es bailar y bailar, en un lago envuelta en velos y poco a poco quedar encuerada frente a alguien a quien quiero.

--Sólo fantasías sexuales, Edith.

--¡Ay!, sí, verdad. Bueno, pon también que me gustaría que México sea bonito y feliz, para que no digan.