Mesa de los Hornos se edificó con desechos en un lugar de ladrilleras
Mesa de los Hornos, Tlalpan Ť Aquí, donde hace más de 30 años unos 300 horneros y sus familias llegaron, cansados de desalojos, para sacudirse el yugo de los patrones de aquellas ladrilleras de Las Bombas --donde hoy se ubica la colonia Avan- te--, la pobreza extiende sus reales, la miseria exhibe por lo menos tres de sus ocho rostros y la vida se abre paso entre la arcilla que una vez fue lava y ceniza del volcán Xitle, al sur de la ciudad de México.
Primero rentaron la tierra para edificar sus propias ladrilleras, los hornos de los que salió el tabique con que se construyeron no pocas casas y edificios localizados en otros sitios, digamos en el Pedregal de San Angel, en Perisur o en las colonias de clase media que proliferaron debajo de esta pequeña meseta de 32 hectáreas.
Horneros todos, el padre, la madre y los hijos, levantaron sus viviendas de cartón y lámina en parte de las tierras que con anterioridad se emplearon para la milpa. Después llegaron colonos de otras latitudes, que por un módico precio o ``cuota'' se asentaron en este lugar que hoy es tierra de ellos, albañiles que viven con sus familias en cuartos de tres por cuatro edificados con materiales de desecho, y de ellas, trabajadoras domésticas que limpian casas ajenas y a quienes no les queda tiempo o energía para asear la propia.
Mesa de los Hornos ya no le hace honor a su nombre porque las ladrilleras fueron cerradas por sus habitantes para constituirse en colonia, y lo único que aquí se cocina ahora es la pobreza, atizada por las medidas ``dolorosas pero necesarias'' que desde 1983 se adoptan cada que baja el petróleo, suben las tasas o se devalúa el peso.
Localizada en el sur de la delegación Tlalpan, propiamente en el límite de la mancha urbana, Mesa de los Hornos es habitada en la actualidad por alrededor de 8 mil personas, quienes durante las administraciones priístas del Distrito Federal vivieron entre las amenazas de desalojo y las promesas de mejoramiento, según la circunstancia de cada momento político.
La tierra prometida no era ésta, pero al menos se sacudieron el yugo del patrón. No han sido menos pobres, pero sí mas libres.
Es fácil reconocer a los horneros y las horneras fundadoras de esta colonia, particularmente por su sonrisa y una amabilidad más extrema que la pobreza que asoma tras la puerta de cartón de esa casita de lámina acanalada en la que vive doña Eusebia con sus 65 años de trabajo a cuestas.
``Yo soy hornera y hacíamos tabique'', recibe orgullosa de su oficio a los visitantes y sin preámbulos responde directo a las preguntas.
--¿Cómo trabajaba en la ladrillera, doña Eusebia?
--Se hacía lodo, se escarbaba la tierra, se le echaba la arena, se le echaba el estiércol y había que darle con el azadón para dejarlo preparado hasta el otro día. Otro día se arreglaba la arena ¡y a poner gabea! (sic) Ya como para estas horas (la una de la tarde) ya había uno acabado, le echaban un millar, ochocientos, luego cien.
--¿Y a cómo le pagaban el tabique?
--Muy barato, me lo pagaban a tres pesos... el millar.
--¿A tres pesos el millar?
--Ya después, últimamente, ya me lo pagaban a seis, ya ahora, últimamente, lo están pagando a 25, dicen.
--¿Cómo vive en esta casita?
--Estoy contenta porque pues estoy en áreas verdes, todavía no me dan mi lugar, estoy en áreas verdes y aquí estoy, como dice el dicho ¿cómo dice? Este, empalmada, aquí estoy con mis consuegros. Con su suegro de mi hija, una gente que pues vive en este cuartito y nosotros, pero ya me anda porque me den mi lugarcito, porque no se puede vivir así. ¿Pos qué le hacemos? Ahorita ya no salgo a trabajar porque ya no me dejan mis hijos, mis nietos ya no me dejan. Pero yo todavía me voy a lavar, a planchar, a lavar trapos, pos el caso es sacar pa' los frijolitos, si no, no comemos.
Las áreas verdes a que se refiere doña Eusebia no son las del campo que rodea a Mesa de los Hornos en esta delegación de la ciudad de México, de la que 83 por ciento de su territorio --25 mil 426 hectáreas-- está clasificado como reserva ecológica. No, se trata de las 3.2 hectáreas que se encontraban apartadas para áreas verdes y equipamiento urbano en el plano original de lotificación de la colonia, las cuales fueron invadidas el 6 de diciembre de 1997 por acuerdo de las organizaciones sociales que actúan en la zona, para aprovechar el vacío que produjo el cambio de administración en el gobierno del Distrito Federal, realizado dos días después.
Por lo menos cinco organizaciones sociales actúan en este predio, declarado de utilidad pública mediante el decreto presidencial ``D.O., 3 y 4'' de diciembre de 1990, que permitió la expropiación de las 32.4 hectáreas que lo conforman.
Sin embargo, la más antigua es la Asociación de Pobladores y Trabajadores de la Mesa de los Hornos AC, la cual ha orientado sus actividades bajo el impulso promotor de Ramona Rivas, quien ha forjado una cadena de solidaridad y apoyo mutuo entre gran parte de los horneros y horneras, en lucha por romper el círculo de la pobreza de esta tierra habitada por casi 8 mil mitos geniales, como caracterizara a la pobreza, el desempleo y la marginación un tristemente célebre ex secretario de Hacienda.
El trabajo de lotificación ha sido complejo y arduo. De los mil 185 lotes para vivienda en que se ha estructurado esta colonia, mil han sido entregados a los asignatarios originales y 185 están clasificados como lotes ``obstruidos'', de acuerdo con el Plan de Desarrollo Urbano, que en 1996 consideró a este lugar como Zona Especial de Desarrollo Controlado (Zedec), ahora Programa Especial de la Colonia Mesa de los Hornos.
Algunas calles son de terracería y otras están pavimentadas, pero el gris seco del ambiente lo envuelve todo, hasta los tambos de agua ubicados por las esquinas para que la población reciba el líquido por tandeo.
La urbanización, frenada por los conflictos y diferencias de las organizaciones, que nunca han tenido enfrentamientos cruentos; la invasión de terrenos para áreas verdes y equipamiento, así como la proliferación de verdaderos gandallas que han construido sobre predios que no habitan, no es poca. Se estima en forma oficial que 85 por ciento de las viviendas cuenta con agua potable, entre 80 y 85 por ciento tienen drenaje y la electrificación alcanza al 70 por ciento.
A pesar de que las calles tienen nombre, e incluso existe una nomenclatura especial para identificar las diferentes zonas de la colonia, sus habitantes --ahora los hijos y hasta los nietos de aquellos horneros y horneras fundadores-- preservan una denominación especial para ubicar las subregiones de su comunidad. Así, una de ellas es conocida como El arca de Noé, porque en ella caben todo tipo de personas y animales de los más diversos géneros y especies; otras dos son conocidas como el Tejocote y el Zapote, porque en alguna época hubo árboles de éstos en esos sitios.
De los hornos de ladrillo quedan apenas algunos vestigios confundidos entre las viviendas de cartón y lámina, o de piedra y ladrillo apenas acomodados unos sobre otros. Habilitado como cuarto, en uno de ellos ensaya con su guitarra un joven músico de lacia cabellera una pieza de rock urbano del profeta del nopal, Rockdrigo González: ``Las piedras rodando se encuentran'', para ser exactos. Ahí quedan, en esta pequeña meseta sobre la ciudad de México las casas de lámina, cartón y desperdicios, de quienes proveyeron de ladrillo a parte de las construcciones del DF.