¿En qué se diferencia una iniciativa privada de otra, sino en sus socios: unos buenos, los de la ``Comunidad'', y otros malos, los ``ajenos''? Pero, ¿qué le importan estos adjetivos al ímpetu privatizador de un gobierno que quiere escamotear cualquier compromiso con las clases más débiles? Y si los buenos-pobres requieren socios malos-ricos, aunque los bauticen como ``Comunidad Teatral'' honoraria, ¿no volvemos al esquema inicial de privatización sin adjetivos? Creo, independientemente de las buenas intenciones, que hay mucho de privado en todo esto, poco de iniciativa de la gente de teatro y un mucho de eso que llamaban los abuelos ``atole con el dedo''.
Pues tal es el peligro que corre hoy la Unidad Artística y Cultural del Bosque. Mucho mayor cuando un grupo de la ``Comunidad Teatral'' afirma en La Jornada, del 14 de agosto, que ``la propuesta de reconstrucción de los teatros con la intervención de la iniciativa privada nos parece interesante y viable'', y propone ``que se designe un grupo de destacadas personalidades del medio escénico para representar los intereses de los artistas'' y, digo yo, para legitimar el abandono por parte del gobierno a su obligación de subvencionar la cultura como un derecho inalienable de los mexicanos. O, lo que es lo mismo, así como desapareció mágicamente un derecho de los trabajadores, hoy desaparece un derecho del resto de los mexicanos. Pero con la anuencia de una cierta ``Comunidad Teatral'' que --otra vez, independientemente de las buenas intenciones-- cae en el juego priísta del corporativismo.
Para mí, el asunto nos rebasa a todos y por ello, en su momento, me uní a la propuesta de que el poder Legislativo, con toda su legitimidad, cuestionara al poder Ejecutivo sobre su proyecto de cultura y sobre los alcances de la privatización. Y si, tras el debate, el Ejecutivo resultara convincente, pues qué bueno: tan sólo algunas personas de teatro pasaríamos a la categoría de comunistas trasnochados. Lo cual no sería ni la primera ni la última vez. Pero la discusión es urgente, antes de que la picota haga de las suyas.
Tal vez, para finalizar, valga la pena resumir la carta que, en calidad de simples ciudadanos, enviamos algunos a la Comisión de Cultura de la LVII Legislatura, el 14 de julio de 1998:
``Consideramos que, en las últimas décadas, ha habido un buen número de decisiones fundamentales respecto a la política cultural en nuestro país que han sido tomadas de facto, sin ninguna discusión, ni propiciada por el gobierno ni exigida por la comunidad artística ni por la más alta representación de la ciudadanía que es el poder Legislativo. Pensamos que todo cuando atañe a la Unidad Artística y Cultural del Bosque pertenece a este tipo de decisiones fundamentales que no deben ser tomadas de facto, sino explicadas, discutidas y consensadas. Por lo anterior, proponemos que se detenga cualquier decisión y, por supuesto, cualquier acción emprendida sobre la Unidad Artística y Cultural del Bosque, porque sería irreversible, hasta que no queden suficientemente explicadas las razones por las cuales (...) no se cuenta con el presupuesto suficiente para cumplir con las obligaciones del gobierno en materia cultural, al grado de tener que solicitar su ayuda a la iniciativa privada (...) Consideramos oportuno que ustedes convoquen, como órgano legislativo, a las autoridades correspondientes del poder Ejecutivo...''
Ojalá que el affaire Del Paso y el ``completo apoyo'' que se ha dado al maestro Mario Espinosa no oscurezcan un debate urgente en el que han querido intervenir estos comentarios.