Dos hechos políticos recientes ejemplifican las tendencias contrapuestas de la situación actual; son, además, indicadores de grandes obstáculos, dificultades y tensiones, pero también posibilidades de la transición que avanza pese a las resistencias. Uno es el cuarto Informe de Gobierno del doctor Zedillo el día primero y el otro es la exitosa consulta realizada por el PRD el domingo 30 de agosto.
El mensaje del Presidente -lo que dijo y lo que silenció- fue una defensa intransigente de la política del grupo en el poder, aunque evidencia también las debilidades y límites de la misma. Lo central para el gobierno de Zedillo, debe subrayarse, es llevar hasta el fin la estrategia económica comenzada hace 15 años e impulsada particularmente por Carlos Salinas, sin importar en lo absoluto los altos costos sociales, los enormes sacrificios que traen consigo para la mayoría del pueblo mexicano.
Para Zedillo y sus hombres, lo importante es el comportamiento adecuado de las cifras de la macroeconomía y conseguir el funcionamiento de su sistema económico sin grandes tropiezos, sacudidas y crisis, algo imposible ya, como lo muestra la realidad todos los días, aquí, en China, en la Rusia posoviética y en todas partes.
Eso permite comprender por qué en el mensaje se dedica casi la tercera parte a la defensa de la política económica del gobierno, especialmente a justificar el costoso salvamento de los banqueros y al Fobaproa, aunque sin mencionarlo; pero no se hace ni la mínima reflexión sobre los terribles problemas de quienes sufren las consecuencias de esa política antipopular y se les quiere endosar el costo de las ineptitudes, los abusos y la corrupción de los beneficiados por ese fideicomiso.
Así como no se refirió al conflicto en Chiapas, pues según lo explica el secretario de Gobernación no es un asunto relevante, el Presidente tampoco rindió cuentas sobre las causas del crecimiento de la pobreza, que se extendió a más millones de mexicanos en este sexenio, o al agobiante desempleo que afecta también a millones de mexicanos, particularmente de las nuevas generaciones. Tales problemas están fuera de la óptica de la tecnocracia, pero no pueden ser resueltos sin una redistribución del ingreso, lo que presupone un cambio de la estrategia económica, cuestión que poco a poco se pone en el orden del día de la política.
Así lo indica la participación de más de 3 millones de mexicanos y mexicanas en la consulta organizada por el PRD sobre la suerte del Fobaproa, que en realidad fue sobre la política económica del gobierno. Sus críticos de dentro y fuera del gobierno quieren minimizarla y cuestionan la formulación de sus preguntas, pero se hacen bolas, pues 3 millones de participantes son un éxito en una consulta hecha por un partido de oposición, a la cual se le hizo el vacío por parte de los medios electrónicos de comunicación y debió enfrentar la amplia campaña del gobierno en la radio y la televisión haciendo la apología del Fobaproa. Por lo que se refiere a las preguntas, éstas eran simples y claras, en favor o contra de que los pasivos del Fobaproa se conviertan en deuda pública y la respuesta no se presta a ninguna duda.
En realidad, lo que preocupa e irrita al gobierno es el mensaje esencial de la consulta. Una franja muy amplia y decisiva de la sociedad, la más consciente y dispuesta a participar, no está de acuerdo con la política del gobierno y lo expresa con su voto. Lo hará así en el 2000.
A su vez, tanto el Informe presidencial como la consulta indican a los partidos y fuerzas sociales de la oposición la necesidad de asumir plenamente la responsabilidad de construir alternativas de cambio, no sólo respecto al Fobaproa sino a la estrategia general de la economía y sobre el desarrollo y culminación de la transición democrática. El grupo en el poder sólo ofrece la continuidad de una política desastrosa para la mayoría de los mexicanos. Ojalá se entienda el mensaje.