Bertha Heredia Ancona

Naturaleza humana

En la antesala del nuevo milenio, cuando los medios informan día con día sobre tópicos científicos y técnicos en verdad sorprendentes, uno se pregunta cómo pueden ser noticia de primera plana las relaciones extramaritales del presidente Clinton o la vida y amores de personajes del mundo artístico y social de menor investidura.

Ya en el siglo XIX, el escritor León Tolstoi se quejaba de que los lectores de La guerra y la paz manifestaran mayor interés por las relaciones sentimentales entre los personajes que por los hechos trascendentales que describe.

¿Por qué despierta tanto interés el comportamiento sexual de los demás? ¿A qué obedece nuestra curiosidad e intriga por conocer quién tienen relaciones sexuales con quién?

La psicología intenta desentreñar los misterios de esta actividad. Se ha realizado una amplia gama de estudios para explorar las razones por las que nos sentimos atraídos hacia una persona y no hacia otra, y para conocer lo que sucede durante el curso de las relaciones amorosas.

¿Qué queremos decir cuando hablamos de atracción interpersonal? Los investigadores han encontrado que, en términos psicológicos, se trata de la tendencia a valorar positivamente a la otra persona. Lo que nos atrae tiene que ver con la interacción entre las características que posee -cordialidad, competencia, atractivo físico, etcétera- y nuestra apreciación total de esos rasgos.

En otras palabras, ese algo que nos atrae no está en el vacío sino que se filtra a través de nuestra percepción. No se trata de las características en sí mismas, sino de la manera como las percibimos. A ese descubrimiento se denomina ``principio de la atribución''.

El resultado de la investigación realizada entre estudiantes de clase media, en experimentos de laboratorio en Estados Unidos, ha demostrado que una manera de medir la atracción consiste en observar ciertos comportamientos que son barómetros de la atracción en las parejas: cuánto tiempo pasan mirándose a los ojos, cuán cerca están, hasta qué punto se tocan, cuán dispuestas están a hacerse favores y otros más. La progresión de la atracción puede ir desde un nivel superficial hasta otro profundo de intimidad sexual.

Durante 20 años, William H. Masters y Virginia E. Johnson consagraron su vida al estudio científico de la función sexual humana. Gracias a sus aportaciones, hoy es posible tener una amplia visión sobre la sexualidad humana.

Ellos identificaron cuatro etapas (excitación, meseta, orgasmo y resolución) durante el acto sexual en función de dos procesos fisiológicos fundamentales: la vasodilatación (el flujo de sangre a los vasos sanguíneos de una región determinada) y la contracción de los músculos en los órganos genitales y el resto del cuerpo.

Las sensaciones agradables asociadas con el contacto sexual van mucho más allá de los genitales. Estas áreas sexualmente sensibles en nuestro cuerpo son conocidas como zonas erógenas, y al ser éstas acariciadas, las personas pueden sentirse excitadas sin llegar al orgasmo.

En su libro El vínculo del placer, Master y Johnson señalan: ``En la intimidad de una relación sexual estable, pocas cosas son más importantes para ambos participantes que ser percibidos como los individuos que son. Se trata, de hecho, de una forma de percepción que hace posible la perdurabilidad del placer recíproco''.

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