Marcelo Noguera

Un derecho de la mujer, de su Dios y de su médico

De manera necesaria, se ha abierto recientemente el debate sobre el aborto en el país. La agenda al respecto pareciera impostergable desde hace más de dos décadas, pero la moral social ha prohibido que el tema del aborto electivo se lleve a cabo abiertamente. Para México, la agenda de género, en este caso de la mujer, es una condición de progreso nacional.

Octavio Paz menciona que nuestra civilización estuvo ausente de la crítica. La cultura que surgió de los dos imperios que nos fundaron escapó o llegó muy tarde a la ilustración, se careció de los textos de Kant, Hume, Hobbes, Tocqueville; aun los de los nuevos estadunidenses -como la Edad de la razón, de Tomás Paine- fueron anatemizados para los escasos letrados seculares que existían en nuestras universidades.

Durante la reforma del cristianismo de Calvino y Lutero, en la España conquistadora surgió la contrarreforma: Torquemada e Ignacio de Loyola se convirtieron en Inquisición de mentes, más que de almas, y conculcaron el libre pensamiento en las provincias de Nueva España.

Para el protestante que escapaba de la persecución dogmática de los puritanos en Inglaterra, los derechos individuales y la obligación del ser para el progreso a través de la crítica a su sociedad conformaron la fundación de las colonias inglesas que posteriormente se convirtieron en Estados Unidos.

El concepto del individuo como eje central de la sociedad protestante ha demarcado diferencias fundamentales en el accionar de la comunidad en su conjunto. Las diferencias en el actuar de las sociedades anglosajonas están encaminadas a la adquisición de todos los derechos para los hombres y mujeres, pero también a que todos esos derechos se conviertan en obligaciones personales.

En las primeras comunidades de Nueva Inglaterra, si el miembro de una confraternidad religiosa no cumplía con producir en su trabajo, éste faltaba a su Dios, que dignificó el progreso como el bien máximo que se entrega a la persona. Mientras tanto, en las sociedades católicas el progreso era patrimonial. El trabajo era encomienda familiar, de la hacienda hasta la producción comunal, y el concepto de caridad en el trabajo se convirtió pronto en una alteridad para la ineficiencia.

Estas diferencias fundamentales permean en la concepción de la estructura de servicio médico de los dos países. Dicha estructura es una avenida de doble circulación: el dador y el receptor de servicios médicos conciben ciertas expectativas para el cumplimiento de un derecho ciudadano. Nuestras instituciones de salud son de caridad asistencial y buena fe; las de los países anglosajones son de pago por evento médico, manejo administrado (managed care) y de eficiencia en los servicios redistributivos de las finanzas. Mientras la Secretaría de Salud da servicio a mexicanos que carecen de recursos (más de 40 por ciento), las Organizaciones de Mantenimiento para la Salud (HMO por sus siglas en inglés) no atienden a ningún receptor de servicios que no haya pagado su cuota mensual.

Esa misma forma de enfocar la conceptualización moral de problemas de la salud de las mujeres, en nuestra cultura, conlleva a excesos en la interpretación del derecho sobre los demás. Nadie podría negar que el derecho sexual y reproductivo es exclusivo del individuo que lo ejerce. En una sociedad patrimonialista como la nuestra, ese derecho se diluye, y pareciera que en algunos momentos es conculcado por los otros.

Así, en los años 60 no resultaba anormal satanizar a la mujer violada, divorciada o que abortara, pero en el México globalizado se despierta un movimiento de libertad ciudadana expresada como ``todos los derechos para todos(as)'': individuales, electorales, humanos, de género, infantiles, etc. La apertura del debate sobre el aborto por el secretario Ramón de la Fuente parece, más que una opción personal, un reclamo generalizado de la sociedad a través de diversos grupos a favor de los derechos reproductivos.

Según Vilchis (Razones de salud para la despenalización de aborto en México), en 1991 ocurrieron, de acuerdo con información del IMSS, 700 mil abortos electivos, de los cuales 35 por ciento resultaron en muertes maternas y las sobrevivientes ocuparon el segundo lugar de causa de morbilidad hospitalaria. (Morbilidad significa perder la función reproductiva, esterilidad o infertilidad, efectos devastadores para el género que es mayoritario, poblacionalmente, en nuestro país.)

La discusión sobre la interrupción electiva del embarazo expone las relaciones sociales y jurídicas en la conceptualización de ese tema y evidencia las fuerzas sociales y políticas que se adjudican el control de la capacidad reproductiva de las mujeres y el derecho legítimo a decidir la moral reproductiva. Las expresiones de juicio acerca del aborto son sólo manifestaciones de fuerza y poder sobre el control del derecho a decidir del otro.

El debate está abierto y corresponde a la exigencia de la sociedad el resultado del mismo. De los diversos puntos de opinión sustanciados en los discursos ideológicos de los actores sociales, conformaremos la nueva actitud legal hacia el derecho reproductivo en México. La fuerza de la razón en un México más igualitario y donde se puedan alcanzar los derechos de todos(as) deberá prevalecer contra el dogma y la anacronía moral. La interrupción del embarazo es y debe ser decisión únicamente de la mujer, su Dios y su médico.

Comentarios a:

[email protected]