El espacio de la política parece llenarse con rapidez de insinceridad y cortedad de miras. En grados diversos los comicios del 2000 están impulsando a los partidos políticos a generar esas calamidades improductivas y adversas a la nación. Una clara nota en tal sentido es la estruendosa batahola armada de cara al Mensaje con el que el presidente Zedillo entregó su cuarto Informe de gobierno.
Los señalamientos críticos iniciales exhibieron la falta del Presidente de no pronunciar la palabra ``Fobaproa'' y de omitir el tema ``Chiapas''. Después el asunto fue escalado vertiginosamente hasta llegar a decirse con total falta de objetividad que el Presidente ``no dijo nada'', o que habló de ``otro país''.
Resulta pueril y autoritaria la crítica al Presidente porque en su Informe dijo lo que piensa. Puede ser criticado el Presidente por lo que hace; no por sustentar sus propios puntos de vista. Quienes piden autocrítica creen que el Presidente está obligado a cambiar sus ideas por las de sus críticos. La idea es absurda, más allá del hecho de que los críticos del gobierno son una pluralidad pródigamente diversa.
Dicho sea al paso, la actitud inversa también ha sido recurrente: según la creencia de algunos funcionarios del gobierno el pensamiento de la oposición es premoderno y estrecho; para ellos, no se entiende por qué los opositores porfían en sus cavernarias ocurrencias si tienen a la mano el pensamiento dominante internacional; el arte de la mímesis podría actualizarlos al instante.
El Presidente siguió la línea de hacer un discurso que provocara la menor irritación en los opositores. Una estrategia así es comprensible por cuanto al gobierno le urge poder hablar y llegar a acuerdos con la oposición. Pero parece claro que el Presidente se equivocó: los opositores estaban predispuestos a irritarse dijera lo que dijera. El estilo de la descalificación parece enseñorearse entre muchos de los principales actores políticos.
Ciertamente el Partido de Acción Nacional --lo he señalado antes--, está haciendo importantes esfuerzos por reconocer el hecho elemental de tener enfrente a dos grandes fuerzas políticas, y a tratarlos en consecuencia como interlocutores que no pueden si no tener, cada uno, sus propias tesis, su propia visión de país. Sin embargo aquí y allá algunos panistas han resbalado al pernicioso pantano de la descalificación a propósito del Mensaje presidencial.
Zedillo trató extensamente el tema Fobaproa. Dijo de la crisis bancaria: ``éste es un campo en que la globalización, lejos de suponer una menor intervención del Estado, reclama de éste un papel más activo''. Insistió en ``otorgar plena certidumbre jurídica de largo plazo a los procesos de capitalización emprendidos desde 1995''. Propuso ``hacer más rápida y favorable la recuperación de créditos y la venta de activos otorgados en garantía en los programas de apoyo al sistema financiero, lo que permitirá reducir significativamente su costo fiscal'', tesis que modifica su propuesta original. Habló, atención, de ``transparentar y racionalizar gradual y progresivamente la garantía de los ahorros confiados a los bancos, pues ello también propiciaría en estas instituciones mayor eficiencia y responsabilidad, y reduciría el costo de eventuales intervenciones de la autoridad para atender problemas de solvencia en los bancos''. Dijo que era necesario, atención, ``acotar la facultad del Ejecutivo federal para otorgar avales y otras garantías, conducentes a la constitución de deuda pública contingente''. Delincuentes de cuello blanco y otros temas relativos estuvieron en el Mensaje.
Terminó abriendo la posibilidad del acuerdo: ``confío en que a partir de las propuestas presentadas por el Ejecutivo federal y varios de los partidos políticos representados en este Congreso, se cuente pronto con el marco jurídico que... haga posible el sistema bancario que requiere el desarrollo general del país''.
Zedillo no habló en efecto del EZLN, aunque sus críticos dicen Chiapas, como si fuera lo mismo. No lo hizo porque, lo ha dicho, su tarea terminó con el envío de una iniciativa al Congreso y es el turno de éste. ¿Cuándo va a creerlo la oposicion?