Después del cuarto Informe de gobierno se han construido diversas interpretaciones sobre lo que se dijo y los silencios del texto. En todas las interpretaciones hay prácticamente un consenso de que nos esperan dos años muy complicados, llenos de dificultades económicas y de incertidumbre política. Una lectura posible del mensaje presidencial es que de ahora en adelante viene lo más difícil del trayecto sexenal.
Muchas opiniones hablan de la debilidad presidencial, como una nota carac-terística de este sexenio; que pareció el sexto y no el cuarto Informe; existen reclamos porque el Presidente no tocó los conflictos graves del país; la percepción es que se sacrificó el fondo para lograr una forma poco polémica; algunos juicios señalan que fue un informe sin propuesta; y algunos actores han afirmado que no hubo informe. Lo cierto es que después del cuarto Informe hay en la sociedad y en la opinión pública signos de inconformidad y malestar. De los múltiples reclamos hay uno que es necesario destacar: era factible esperar que en esta oportunidad política se estableciera un sentido, un orden político que no termina de establecerse, una convocatoria para el futuro inmediato, alguna novedad, es decir, una expresión de liderazgo. Pero no fue así, lo que se ve con el mensaje del Informe es a un Presidente que juntó en unas cuartillas lo que ha venido repitiendo durante los últimos años, meses y semanas: que no habrá cambios en la política económica, que México goza ya de una democracia ``plena'' y que en el futuro inmediato hay riesgos, por lo cual habrá que mantener la política económica y establecer las mejores condiciones políticas para el relevo presidencial del año 2000.
No se trata de una nostalgia que quiere restaurar el presidencialismo fuerte de sexenios anteriores; tampoco se extrañan los desplantes retóricos o las acciones populistas de otros tiempos. De lo que se trata es de en las actuales circunstancias, con un mayor equilibrio de poderes, con un sistema competitivo de elecciones y con partidos políticos que compiten por el poder, se establezca un clima político que ayude a digerir la feroz competencia que viene en la siguiente etapa y que no se destruya la precaria estabilidad política que tiene el país. Por lo visto, según los partidos de oposición, las reglas que existen hoy para la competencia, no alcanzan a establecer la certidumbre necesaria para cruzar el 2000 sin graves amenazas. A medida que se acerca la sucesión presidencial se fortalece la idea de que todos los hilos políticos están sueltos, que el viejo orden ya no es viable, pero al mismo tiempo, se percibe que no existe todavía otro. Estamos en el momento en el que se necesita construir puentes para transitar. Tanto se ha repetido el famoso tránsito a la democracia, que ahora corremos en el riesgo de caer en el cuento del lobo. El país necesita de certezas que puedan generar un piso mínimo de confianza. ¿De qué sirve que nos informen de los millones de mexicanos que tienen cobertura en el Seguro Social o de los millones de niños que han ingresado a la escuela primaria, si no hay certeza de mantener el empleo, o si podemos ser asaltados a la vuelta de la esquina o si puede haber un estallido de violencia, o si el único futuro para millones de mexicanos es la informalidad, la pobreza y la delincuencia? ¿Cómo se puede tener confianza en que no vamos a caer otra vez en la crisis cíclica de fin de sexenio, cuando hay una sensación generalizada de que ya estamos metidos en ella?
Hay en el cuarto Informe del presidente Zedillo un reconocimiento de los riesgos para el futuro inmediato del país, y como una paradoja también existe una renuncia al liderazgo presidencial, a los instrumentos de la política para lograr consensos y acuerdos. El PAN y el PRD coinciden en la propuesta de generar un acuerdo de gobernabilidad para los próximos dos años, esperemos que por este conducto se pueda lograr algún avance, porque el mensaje presidencial no alcanzó para crear un piso mínimo de confianza, lo cual agudiza la certeza de que ahora sí vamos a entrar a la peor parte del sexenio.