Astillero Ť Julio Hernández López
En Chiapas, nuestros hermanos pobres sufren la desgracia de las lluvias desatadas que todo arrasan.
Triste el panorama. Dolorosa la situación. Gran tragedia frente a la cual el propio Presidente de la República se ha trasladado a las regiones devastadas para coordinar ayudas y para trabajar en directo, no tras los escritorios.
Pero, por desgracia, lo que hoy sucede en Chiapas no es sino una más de las históricas desdichas de aquellos mexicanos. Y las muy fotografiadas y televisadas acciones que en esta ocasión se realicen podrán ser un ejemplo de muy buena intención, pero desafortunadamente sólo eso: acciones de ocasión, esfuerzos retratables, curaciones de conciencia.
Porque los gobiernos (federal y estatal) han mantenido desde siempre al estado de Chiapas en el abandono, y porque habiendo en curso un reclamo justo, revolucionario, de solución a sus problemas, en lugar de atenderle con vocación genuina de arreglo, se ha ido empeorando, día tras día, la situación de esos que con lluvias o sin ellas siempre están en cuadro de emergencia.
¿Cómo llorar junto a los desamparados si el dinero que debería resolver sus males se ha dejado ir por las cañerías de las corrupciones políticas y electoreras? ¿Cómo pretender que un sistema de imposiciones feudales se vuelva instrumento de benevolencia con ejecutores, hoy, como Roberto Albores Guillén, y antes, por ejemplo, Julio César Ruiz Ferro? ¿Qué decir frente al hecho de que el dinero destinado al mantenimiento de una enorme estructura militar hubiese servido en mucho para paliar los problemas de esos indios hoy arrasados por las aguas?
(Por cierto, entre otras cosas, los mexicanos hemos perdido también la capacidad de confiar en instituciones de asistencia social. En otras ocasiones, las catástrofes producían el milagro de la solidaridad, encauzada a través de instancias como la Cruz Roja. Luego de ver la manera displicente, desordenada o incierta --se ofrecen varios adjetivos para que don José Barroso escoja el que menos molesto le sea-- en que han sido manejados los fondos enviados para ayuda de damnificados, los mexicanos carecen, inclusive, de un camino confiable para ayudar a sus hermanos en desgracia. Tan fuerte es la crisis que ahora ha tocado hasta espacios antaño ajenos a suspicacias).
La crisis del sistema
Es que, en realidad, son los problemas (los estertores, dirían algunos) del sistema político.
El sistema. Ese aparato de dominación que durante décadas mantuvo la paz priísta, pero que hoy ha entrado en una crisis generalizada, tanto en lo político como en lo económico.
Crisis del sistema, como la que ayer suscitó la palabra innombrada, Fobaproa, que el presidente Zedillo se negó a pronunciar en San Lázaro durante su cuarto Informe de Gobierno, pero que ahora emerge entera, devastadora, disparando el precio del dólar, provocando intervenciones gubernamentales en el mercado de divisas, anunciando aumentos de tasas de interés, inflación, recesión, crisis.
El Fobaproa es clave del pasado y del futuro. Tema central para entender la corrupción y la connivencia en el sistema político mexicano. Las formas de financiamiento del partido oficial y de sus campañas electorales, los compromisos y las complicidades nacidos al amparo de esas entregas de dinero de los grandes empresarios que así invierten para conseguir más delante ganancias importantes. Y el gobierno generoso, que luego trata de cargar a todos los mexicanos las maniobras con las que los poderosos financiadores de campañas se resarcen de los gastos hechos y de las ganancias esperadas.
Pero, como en Chiapas, las apariencias engañan. El problema cambiario no se ha generado en el vacío. Con toda la carga de factores internacionales que se le desee incorporar, el problema de la economía mexicana está ligado al mal mayor: la falta de guía y proyecto para sacar al país adelante, los desviados criterios tecnocráticos empecinados en mantener sus convicciones fracasadas, el desgaste y la inutilidad de las instituciones, el descrédito de los funcionarios (cínico se le dijo al secretario de Hacienda el pasado miércoles en el Palacio Legislativo de San Lázaro), y la incapacidad para producir en los mexicanos una esperanza sensata de recuperación y no de hundimiento.
De cómo se quiso evitar el monrealazo
Mañana, cuando tome posesión como gobernador de Zacatecas, Ricardo Monreal podrá recordar el momento en el que estuvo en Bucareli, llamado por el alto mando, para disuadirlo de dejar el Partido Revolucionario Institucional y de aceptar sin protesta la candidatura priísta que no le habían dado a él (por veto del gobernador Arturo Romo), y sí al borreguista José Olvera.
En aquella ocasión, el señor de las buenas maneras le dio a escoger a Monreal alguna de las siguientes salidas decorosas: el consulado mexicano en Miami, la embajada en Cuba, o una subsecretaría de la Reforma Agraria.
Al final, como en una escena jamás filmada por Martin Scorssese, Monreal vio cómo frente a él se deslizaba un documento junto con una fina pluma fuente. Era obvio, se le decía al entonces priísta, que había hecho muchos gastos en su fallida precampaña por la candidatura al gobierno del estado. Para resarcirse de tales desembolsos, bastaría con que el zacatecano escribiese, en el espacio correspondiente, la cantidad exacta del dinero gastado. Nada más es cuestión de que usted escriba la cifra, se le dijo a quien a partir de mañana tendrá el poder por seis años en aquella entidad norteña.
Astillas: Es tanto el desparpajo con el que se abusa del dinero en la campaña con la que Tomás Yarrington busca la gubernatura de Tamaulipas a nombre del PRI, que los dos principales partidos opositores, PAN y PRD, estudian la posibilidad de documentar el evidente despilfarro y dar una peculiar batalla contra tan grave irregularidad. Siendo de por sí censurable el avasallamiento económico de los adversarios, por cuanto significa inequidad, en tierras como las tamaulipecas surgen otro tipo de dudas y comentarios sobre los orígenes de los dineros circulantes. De Tamaulipas llegan reportes de lectores que denuncian diversos tópicos de las campañas priístas. En particular, insisten en el control de los medios a través del clásico sistema de los embutes... En Puebla, el viejo PRI sigue adelante. Melquiades Morales, con su estilo tradicional, avanza sin problemas reales. Junto a él se mueven caciques pueblerinos y líderes priístas clásicos. El PAN, con Ana Teresa Aranda, no parece tener posibilidades serias de ganar, entre otras cosas por las pugnas internas. En el PRD las cosas andan peor. Así es que, quiéranlo o no los vientos de la modernidad, Melquiades va adelante en las encuestas de opinión pública...
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