A la memoria de Salvador Allende
Hoy se cumplen 25 años del golpe de Estado que truncó uno de los grandes sueños del siglo XX: la posibilidad de construir una sociedad socialista por la vía electoral, manteniendo vigentes las reglas básicas de la democracia, y no por la vía de las armas ni la instauración de la ``dictadura del proletariado'': el socialismo democrático. El sueño no era solamente de la mayoría del pueblo chileno sino de hombres y mujeres de muchos otros países. El mundo ha cambiado mucho desde entonces, se derrumbó el socialismo ``realmente existente''. Para todo fin práctico, el capitalismo ha conquistado todos los rincones de la tierra. ¿Tiene algún sentido, más allá de la nostalgia, en este contexto, recordar el experimento chileno del socialismo democrático? Me parece, a la luz de lo que está aconteciendo en estas últimas semanas en la economía mundial, que puede haber mucho más que nostalgia en una mirada de este tipo. Marx llevó a cabo la crítica más severa y sistemática del capitalismo. Mostró la irracionalidad de un sistema social en el cual las fuerzas ciegas del mercado terminan produciendo resultados que nadie desea y que a todos perjudican. En su análisis de las crisis recurrentes e inevitables, mostró cómo, al contrario de lo que sostuvo Adam Smith --y sostienen los neoliberales de hoy día--, la ``mano invisible'', lejos de conducir a la máxima eficiencia y bienestar de todos, lleva al desperdicio, la pauperización creciente de las masas y a más y más concentración de la riqueza. En estas semanas hemos escuchado hasta el cansancio las expresiones de ``nerviosismo en el mercado'', ``pánico'', ``miedo''. El socialismo (y el comunismo) no sólo fue postulado por Marx como un sistema social más justo sino también como uno en el cual el hombre somete a control las fuerzas sociales en vez de ser su víctima. Es evidente en estos días, como lo atestigua nuevamente la brutal caída de las bolsas el día de ayer, que todos somos víctimas de fuerzas del mercado que nadie controla. Los especuladores son víctimas también. A la irracionalidad que resulta del libre mercado, se contrapuso en los países socialistas la planificación. Esta tuvo éxitos espectaculares durante un largo periodo y su influencia se dejó sentir en los países capitalistas.
Con el triunfo del neoliberalismo y el derrumbe del socialismo, los defensores del libre mercado, pasaron al primer plano como los portadores de una nueva ideología, para muchos liberadora. Chile se convirtió en el laboratorio mundial de la ideología neoliberal que entonces tenía muy poca importancia a nivel mundial. Los Chicago Boys se hicieron cargo de la política económica de la dictadura. Se pusieron en práctica, quizás por primera vez en el mundo de esa manera, los programas focalizados de lucha contra la pobreza, al tiempo que se desmantelaba la política social universalista chilena que venía de décadas de gobiernos de diferentes signos. Lo experimentado en Chile se volvió ``política oficial mundial'' y quedó plasmada en el Consenso de Washington. Ha resultado en la globalización: comercio libre y libre movimiento de capitales. A menos que quienes pueden iniciar una actuación a esa escala (el grupo de los siete) lo hagan a tiempo, lo cual parece muy dudoso, y establezcan controles en el irracional mercado mundial de capitales, la inestabilidad financiera acabará por poner fin al crecimiento económico de Estados Unidos y de Europa, y el mundo se sumirá en una recesión global. Pero aun si logran establecer esos mecanismos reguladores de los flujos de capital, la enorme polarización y pauperización que el capitalismo salvaje produce, al mismo tiempo que sigue aumentando su capacidad productiva, llevará a crisis globales de realización. Ya hay excesos de capacidad productiva y de producción en la mayor parte de las ramas industriales del mundo, como lo documenté en este mismo espacio (Hacia la depresión global, 7/11/98) y que se manifiestan en las tendencias a la baja de precios en el mundo (deflación). La desilusión, para los que creyeron en el modelo neoliberal globalizador, vendrá muy pronto. Lamentablemente el costo para la humanidad puede ser muy alto. Entonces nos daremos cuenta que necesitamos un sistema social que reúna tres características: 1) que sea democrático; 2) que aminore la desigualdad social, y 3) que controle las fuerzas del mercado en vez de ser víctima de ellas. Esto son rasgos esenciales del socialismo democrático que Allende, el Gobierno de la Unidad Popular y el pueblo de Chile intentaron construir.
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