Los triunfadores de la temporada española de corridas de toros, en este verano sangriento, fueron dos jóvenes que se iniciaron en los ruedos mexicanos y en ellos aprendieron el temple en el toreo. José Tomás, el gran triunfador de los matadores de toros y El Juli, quien ayer se despidió de novillero encerrándose con seis novillos en Madrid. Sólo faltan para terminar la temporada de las ferias de otoño de Madrid, la de San Miguel en Sevilla, y el final zaragozano. Los toreros se aprestan ya a partir a América -México-- y a iniciar los ciclos invernales.
Es indudable y aceptado por tiros y troyanos que este año José Tomás barrió a las figuras -Ponce, Joselito, Jesulín, Rivera, Ordoñez, El Cordobés-- gracias a la perspectiva que tiene de realizar el toreo auténtico, reñido en el pegapasismo imperante en esta época. Ese toreo que parecía morirse, que brota, brotó al calor de la verdad torera de este niño nacido en Madrid, curtido a cornada y cuya oferta artística enriqueció con base en un temple fuera de serie, que le permite mandar en los toros como a ninguno.
El madrileño torero que hace abstracción de los públicos, y siente que sólo está toreando para él mismo disfrutando lo que hace. Despertando la sensación de que se halla en relación directa, minotaria, con el toreo contemplado, provocando el delirio consistente en ver al toreo con la capacidad de crecer y hasta de sentir que sólo para uno torea.
Evoco el recuerdo viendo las imágenes de José Tomás en la Tv española, de mi inolvidable amigo Jaime Avilés, que desde la primera vez que se presentó en la México el torero madrileño, me dijo ``¡Este va a acabar con todos!'' Y es que viéndolo torear esa tarde nos forjamos de él, una imagen especial, intransferible, debido a un espíritu torero, matizado por los duendes del toreo que nos conmovió y propició una comunicación que se expandía más allá de las faenas concretas.
Aún recuerdo a Jaime, siempre tan exigente y crítico con los toreros españoles, pero poseedor de una gran actitud sensitiva, disfrutar, con la hondura de José Tomás esa profundidad vital que nos permitió apreciar la belleza de su toreo, a pesar de estar aún muy verde, en aquel debut lluvioso en la México y en la que tanto nos emocionó a los que tuvimos la suerte de verlo resucitar el toreo auténtico.
Toreo que tenía un sentido de enlace, una unidad que no se veía, desconocida por la torería actual y que, sin embargo, actuaba infaliblemente, al aventurarse en los íntimos repliegues humanos para hacer vibrar a los que incluso no tenían nada que ver con el toreo. No nos llamó la atención a los cabales el que José Tomás se pusiera en el primer lugar de la fiesta, hoy con más oficio y torería.