En extensa entrevista con este diario, el nuevo secretario de Seguridad Pública del Distrito Federal, Alejandro Gertz Manero, expuso su proyecto de trabajo para enfrentar lo que se ha convertido en la principal preocupación de los capitalinos: la inseguridad ante el incremento de los índices delictivos.
Es inevitable que la primera reacción ciudadana ante el anuncio de un nuevo programa para la policía preventiva de la urbe sea el escepticismo: durante lustros, el despacho correspondiente ha sido ocupado por diversos funcionarios que, en su momento, ofrecieron resultados concretos. En los hechos, sin embargo, ningún titular de la Dirección General de Policía y Tránsito, de la Secretaría de Protección y Vialidad o de la actual Secretaría de Seguridad Pública, ha logrado reducir de manera perceptible la inseguridad imperante. Por el contrario, ésta ha ido creciendo hasta alcanzar sus niveles actuales, exasperantes e inadmisibles.
En forma paralela, la desconfianza hacia los efectivos policiacos se ha convertido en un denominador común entre la población de la metrópoli: hoy en día, la gran mayoría de los ciudadanos asocia los términos delincuente y policía casi como sinónimos.
En este escenario complejo y alarmante, Gertz expone una serie de propósitos razonables y, en principio, plausibles, estructurados en torno de una preocupación central: remontar la distancia -es decir, la desconfianza y el recelo, que en ocasiones son mutuos- entre los agentes de la policía preventiva y los habitantes de las demarcaciones a las cuales están asignados y recomponer el tejido social entre los ciudadanos y los guardianes del orden.
Ciertamente, para que esta propuesta sea realizable, es indispensable depurar y sanear la corporación, romper los vínculos de complicidad entre ésta y la delincuencia organizada, así como establecer mecanismos efectivos de control sobre sus integrantes, con el fin de impedir -o, en su caso, sancionar conforme a derecho- que sigan perpetrándose los abusos y desmanes que han llegado a convertirse, ante la opinión pública, en sello característico de la policía preventiva. A este respecto, el propio Gertz Manero propone el establecimiento de una contraloría ciudadana que supervise el desempeño de los agentes policiales.
Por otra parte, ha de reconocerse que, ante la imperiosa necesidad de poner un alto a la proliferación de delitos cometidos en la urbe, la policía preventiva de la ciudad es sólo una parte del problema y sólo puede ser una parte de la solución. Otras corporaciones, especialmente la Policía Judicial del DF, y otras instancias del sistema de procuración e impartición de justicia, como el Ministerio Público y los tribunales, deben ser también objeto de depuración, capacitación, moralización y saneamiento.
Finalmente, cabe esperar que la ciudadanía acepte la invitación formulada por Gertz Manero y participe en este esfuerzo contra la inseguridad. Los resultados -o la ausencia de ellos- sólo podrán apreciarse en la medida en que la propuesta se ponga en práctica. A fin de cuentas, ni las autoridades ni la sociedad pueden cruzarse de brazos ante el acoso creciente de la criminalidad.