La Jornada 14 de septiembre de 1998

En la feria de vanidades sólo importa el look de fin de milenio

José Galán Ť En la feria de las vanidades todos van al baile. O al performance. Lo demás no importa.

Concentrados en torno a 321 locales de exhibición en un gran salón del World Trade Center, estilistas, maquilladores, depiladores, manicuristas e incluso expertos en la disminución de peso buscan montarse al lomo de la derniére vogue, del look del fin de milenio, entre luces de colores, música dance y espectáculo entre iguales, como un gran happening de máscaras arropado con la más alta tecnología.

No hay lugar para preocupaciones de la vida diaria. Resulta más importante aplanar la arruga, restirar el cuero, bajar la pancita, en el negocio del maquillaje que anualmente mueve más de 100 millones de dólares en el país, 30 de ellos tan sólo en la ciudad de México.

Dueños y trabajadores de cualquier estética o salón de belleza de esta ciudad, y que se precie de serlo, están presentes ante las nuevas tendencias de cortes de pelo, de tintes, de afeites, de cremas y técnicas para lograr que la gente se sienta bien sin ningún milagro. Afuera quedan los problemas de la vida cotidiana, el país que se escapa, de una existencia cada día más dura.

La lectura con tijeras

``Para mucha gente es más importante traer el pelo rojo Ferrari que otra cosa. O sea, lo bonito es primero'', dice sin rubor Kyria, una guapa y bien formada mujer estilista de más de 1.80 de estatura, con voz, manos y presencia masculina. ``Y nuestro trabajo es darle a la gente ese sueño de otra vida, rodeada de lujo, que las revistas de modas ofrecen. ¿Qué hay ahogados? Fuchi''.

``Yo sí leo La Jornada, no nada más de modas'', dice Leo, con un largo abrigo negro con lentejuelas plateadas, completamente maquillado, mientras hace revolotear sus enormes pestañas al revisar lo nuevo en tijeras y navajas para el pelo, que incluyen protectores y una forma anatómica. ``Lo que pasa en el país y todo eso, Chiapas, los banqueros. Pero luego me da horror, y adiós''.

Sobre los mostradores, el frenesí. Las visitantes desean probar las nuevas uñas postizas, cambiar de corte y color de pelo, humedecer el cutis y embadurnar sus labios con lo último de lo último, lo motherno, todo ello al mismo tiempo. Y cargan bolsas con nuevos productos que, en muchos casos, serán probados sobre clientas de costumbre dispuestas a fungir como conejillas de indias, todo sea por estar a la moda.

``Tenemos un dicho. Y es que muchas veces la gente no escoge lo que le va bien sino lo que está de moda. Entonces, a la moda aunque te joda'', dice Marcos, un estilista de conocida firma luego de preparar a una visitante. ``Ay, qué es eso de las inundaciones. Olvídate. Es horrible. Mejor, checa el dato. Aquí todos son felices, ¿tú no? ¿a qué te dedicas?''

A la venta y demostración uñas postizas que duran puestas más de un año, rizadores para pestañas, gotas milagrosas que cambian el color del pelo en tres minutos, todo tipo de peróxidos para teñir el cabello, cremas que broncean sin necesidad de sol; pelucas, fajas reductoras y depiladores de todos tipos y para todas las partes del cuerpo, todo tipo de lápices de labios e incluso aparatos de sauna bajo el antiguo sistema de temascal.

Se trata de la Expo Beauty Show, ``con lo nuevo en belleza, peinados, maquillaje, todo para el look personal en general'', pone énfasis Alfonso Mexiá, director general de Expo Intermex, organizadora del evento, y quien espera en tres días una afluencia de más de 18 mil visitantes. ``Aquí la gente viene a buscar milagros. Si les va mal en el trabajo, en la calle, por lo menos quieren verse bien''.

En un escenario, un estilista le corta el cabello a una modelo, ``con lo nuevo, tres cortes nada más, y luego si se lo quiere esponjar, adelante'', añade con dotes de entertainer. ``Lo que importa es que el cabello se vea suelto, pero con cuerpo. Que luzca y que imponga''. Se detiene un momento, toma aire y coquetea con el público. ``Mira, con este corte, te ves lo máximo''. El auditorio aplaude, se presta al juego.

Karla Cuéllar, dueña de una estética por el rumbo de la colonia Del Valle, no oculta su entusiasmo. ``Ahora sí que trajeron lo nuevo. Firmas como Armstrong McCall, Alpha Parf, Matrix. Vaya, es de primer mundo. Como las revistas europeas''.

Su acompañante, Amador --``mi principal peinador''-- aplaude y suelta grititos de placer. ``Ay, m'ijita, mira esos cortes. ¡Guau! Esto está first world''. Y los modelos: ``Ay, no. Está súper. Toda esta moda retro me pone los pelos de punta''.

A la salida, Lucía Riejo y Carmen Céspedes Romero, bellas jóvenes con cuerpo y caminar de modelos de pasarela, cargadas de bolsas, se confiesan. ``Mira, la verdad es que a nosotras nos importa el país. O sea, el hambre, los niños descalzos y todo eso'', dice Lucía, con unos entallados pantalones negros y camisa malva. ``Pero no todo tiene que ser feo, horrible. ¿O sí?''.

Carmen, prácticamente con la misma vestimenta, agrega: ``yo creo que ante la enorme cantidad de problemas que hay, que la gente no tiene dinero ni para irse de viaje y todo eso, el verdadero maquillaje lo quieren poner los políticos. El maquillaje lo ponen en Los Pinos. Ninguno de los expertos de allá adentro se compara con ellos''.