La ciudad de Zacatecas cuenta desde el pasado 4 de septiembre con un espacio museístico más que --como el Goitia, el Pedro Coronel y el museo de las máscaras de su hermano Rafael-- lleva el nombre de un insigne pintor zacatecano, Manuel Felguérez, quien por fin concretó (mas no del todo) su proyecto de museo en los generosos espacios de El Cerezo. Inicialmente la edificación fue convento, luego seminario, más tarde cuartel y posteriormente volvió a ser cárcel (cuando recogió a los convictos antes alojados en lo que hoy es el Pedro Coronel) y ahora es museo.
La arquitectura de la primera planta no presentó problema, la nave central de lo que fue capilla está ocupada con cuadros de Felguérez de gran formato. Una pintura de la serie La Eva futura (1969) hace de pieza de altar y se ve espléndida. El espacio techado por la cúpula ochavada queda señalado por una gran escultura y es, quizá, el sitio más privilegiado. La solución para la planta superior, mediante puentes similares a los que ostenta el Centro de la Imagen es acertadísima, pues permite la utilización lateral de los muros que son muy altos con lo que se creó, así, un segundo registro.
Hay un elevador montacargas bien diseñado, aparte del acceso por escaleras cuya huella es estrecha con objeto de salvaguardar la casi totalidad de la planta baja. Felguérez ha demostrado ser buen constructor y sus indicaciones a los reconstructores del inmueble fueron sin duda bienvenidas. Hoy día lo que se exhibe es una retrospectiva de su obra, similar a la que se presentó en 1987 en el Palacio de Bellas Artes, pero complementada con esculturas y pinturas que corresponden a la década desde entonces transcurrida e incluso enriquecida con obras ex profeso realizadas este año. La acertada museografía de Jorge Guadarrama, quien se veía feliz con los resultados logrados a partir de espacios atípicos que, modificados, resultan ad hoc. Algo impresionante es que el pasado del edificio allí está. Es posible remitirse al tamaño de las crujías, algunas de las cuales muestran en fotografías los signos con los que los reclusos las dotaron.
Parte de la colección felguereciana es ya obra de acervo. Se exhiben además obras de 12 zacatecanos: Pedro y Rafael Coronel (este último con un ensayo abstracto de principios de los años sesenta), Alejandro Nava, Ismael Guardado, con un grabado de gran formato; Alejandro Nava e Ignacio Vera, el ``irlandés'' Monreal (vive en Irlanda buena parte del año), entre otros, están representados.
Ser un Museo de Arte Abstracto permitirá proyectarlo a nivel internacional, se convertiría en un museo similar al de Cuenca en España (también ideado por un pintor), con la ventaja de que aquí el acervo estaría en continuo movimiento, pues Felguérez propone que quienes dejen sus obras sea en donación o comodato, pueda intercambiarlas por otras cosa que desde luego contaría con la validación de un consejo del que el artista formaría parte.
El único quid es que la proyección de este museo ocurrió hace varios años y que en fecha reciente el gobierno del estado puso manos a la obra. No deja de ser un trabajo de fin de sexenio, pese a los empeños que el pintor depositó en el proyecto. Ahora corresponde al nuevo gobierno hacerse cargo del inmueble. Al el momento de escribir estas líneas todavía no tiene director, aunque se presume que Alvaro Ortiz, responsable del Museo Goitia del INBA, pudiera asumir la dirección de éste, lo que parecería un acierto, pues cuenta con fuero más que suficiente en el medio artístico.
En el periódico Imagen (5 de septiembre) el cronista local anota que ``no se ve el pasado zacatecano de este pintor universal''. Yo diría que sí, pues las memorias de infancia quedan como trazos de buril, incrustados indeleblemente en la memoria, ya sea pintor abstracto, escultor, pintor figurativo, escritor, poeta, cura de almas o lo que fuere. El cielo cruel y la tierra colorada allí están, las angulosas aristas del paisaje o el ultrabarroco de algunas fachadas también. Todo transmutado sin duda, pues Felguérez no recurre a la mímesis. Preguntarse si su pasado está allí, sería como interrogarse si el pasado de Brancusi, de Sadkine o de Litchenstein (por mencionar un figurativo) está en lo que hicieron.
El pasado siempre está en lo que uno hace. Sin pretérito no hay presente posible ni proyección futura. Es como preguntarse si en los cuartetos de Manuel Enríquez (qepd) está su pasado tapatío. La situación es distinta, claro, a la que vemos en la narrativa, por ejemplo en la de un escritor como el zacatecano (de Tepetongo) Severino Salazar.
¡Enhorabuena! por el nuevo espacio. Son 10 museos para visitar en Zacatecas, incluyendo el de Felguérez.