Ugo Pipitone
Entre puritanismo y riesgos globales
A Salvador Allende, quien no tuvo tiempo para un experimento que hubiera cambiado la historia de toda la región
Los seres humanos siempre tenemos cosas de qué avergonzarnos. La vergüenza del día, y esperemos que no sea la del año, es ese triste espectáculo americano de puritanismo hipócrita alimentado por conservadores y por media que deben vender, aunque sea al costo de sepultar Estados Unidos debajo de montañas de basura. Y a uno le entra inevitablemente la vergüenza ajena frente a esta penosa cacería orquestada por santurrones para los cuales las hogueras calvinistas de Ginebra deben ser un recuerdo inspirador.
El asunto sería grave de por sí, como expresión de un dramático atraso cultural de la sociedad estadunidense, pero lo es mucho más considerando que estamos en emergencia financiera internacional. Y tanto la burocracia estadunidense, como el presidente y las fuerzas políticas de la sociedad deberían concentrarse en un tema que nos puede hundir a todos. Pero no, el presidente anda saltando entre el fuego cruzado de snipers gazmoños. Un espectáculo internacional de irresponsabilidad, condimentado de santurronería.
¿De qué deberían preocuparse Clinton, su gabinete y los partidos políticos estadunidenses en lugar que escenificar la penosa telenovela Lewinsky? Desde este humilde observatorio, me permitiría hacer tres sugerencias.
Primera. Un Fondo Monetario Internacional, que nos acaba de informar que ya casi no tiene recursos para sostener economías en crisis, después de los grandes créditos que tuvo que otorgar el año pasado a Indonesia, Tailandia, Corea del Sur, etcétera. El problema es obvio: una crisis seria en alguna otra parte de la geografía mundial podría resultar globalmente desastrosa en un contexto en que el FMI no pudiera intervenir para amortiguar sus efectos.
Segunda. El Producto Interno Bruto de Japón sigue cayendo desde hace tres trimestres sin que hasta ahora se vislumbren salidas viables a una situación que mantiene las economías asiáticas al borde del colapso. Y no es ni el caso de mencionar los riesgos de alguna nueva quiebra bancaria en Japón que podría romper la última barrera de precaria confianza que nos separa de una recesión mundial. Que, por cierto, una vez activada podría convertirse en depresión mundial. Tercera. La crítica situación brasileña en la que el presidente Cardoso conserva un tipo de cambio insostenible para vencer las inminentes elecciones presidenciales. Algo similar ocurrió hace algunos años y por las mismas razones a otro país latinoamericano y muchos recuerdan las consecuencias nacionales y los peligros internacionales. Para poderse reelegir, Cardoso no devalúa y de esta manera arriesga que su país sea la ocasión para convertir una turbulencia financiera mundial en una crisis económica de duración e intensidad inimaginables.
De estas y otras cosas deberían preocuparse Clinton y su administración en lugar que andar a salto de mata en esa especie de cacería de brujas escenificada para debilitar a un presidente que molesta algunos grupos industriales y para vender publicidad en canales de televisión que hacen del reciclaje de basura un negocio rentable. El escenario es, peligro más peligro menos, éste: Brasil que anda por el mundo como una mina financiera flotante, el índice Dow Jones de la Bolsa de Nueva York que está al nivel de finales del año pasado, Japón que sigue retrocediendo y Rusia que no encuentra el camino para que sus empresarios paguen los impuestos. Y cada una de estas circunstancias podría ser el disparador de serias consecuencias globales. Así que Estados Unidos debería tener otras preocupaciones que la actividad sexual de su presidente.