Astillero Ť Julio Hernández López
Tan desatados andan los precandidatos a la Presidencia que tres de ellos, aprovechando su condición de gobernadores, insertaron referencias futuristas en las ceremonias oficiales del Grito de Independencia que realizaron en sus entidades.
Manuel Bartltett, por ejemplo, dijo en Zacapoaxtla, Puebla, que el siguiente Grito lo dará en el Zócalo, refiriéndose a su pretensión de ser el próximo ocupante del Palacio Nacional. La elección del sitio donde dio su último Grito como gobernador poblano tuvo varios significados. Por principio de cuentas, don Manuel cerró el ciclo político que seis años atrás comenzó en ese mismo lugar al arrancar allí su campaña por la gubernatura.
Además, seleccionar la cuna de los más aguerridos combatientes contra la invasión francesa es una forma de darle continuidad a su anuncio de que encabezará una segunda Batalla de Puebla, en el pretencioso supuesto de que él abanderara, buscando la Presidencia de la República en el 2000, a las franjas liberales frente a los apetitos conservadores de hacerse del poder nacional.
En Villahermosa, mientras tanto, Roberto Madrazo Pintado se engarzó con las alegorías bartlettianas, pues a la hora de mencionar a los héroes patrios incluyó en su alocución a uno de corte local: Gregorio Méndez, quien combatió en Tabasco, el siglo pasado, a las tropas francesas invasoras .
El aprovechamiento de las ceremonias oficiales del Grito para hacerse de emblemas aprovechables en las contiendas electorales futuras pasó también por Guanajuato. En Irapuato, el panista Vicente Fox incorporó a su portafolio publicitario la figura de El Pípila. Dijo el precandidato blanquiazul que en México se necesitan más pípilas, para ``seguir incendiando alhóndigas y seguir creando independencias todos los días''.
La contaminación futurista de los festejos patrios alcanzó inclusive al secretario de Salud, Juan Ramón de la Fuente, quien recibió la comisión de dar el Grito en Dolores, Hidalgo, con la representación del Presidente de la República.
Tal distinción ha generado suspicacias debido a que el secretario de Salud pareciese contar con tales preferencias presidenciales que, por ello, se habla de él como un silencioso precandidato priísta al 2000, a pesar de que no milita en el tricolor e, inclusive, pensándolo justamente como un candidato ciudadano (en caso de que en la asamblea nacional venidera se destrozasen no sólo los famosos candados sino otros vetos, como los que hoy impiden que en el PRI, a diferencia de otros partidos, haya candidatos externos), o como un priísta de novísimo cuño, en caso de que a última hora decidiese afiliarse a ese partido, si éste derribase los requisitos de antigüedad y militancia para sus candidatos.
Tales y otras innovaciones y propuestas audaces serán analizadas por el PRI en su asamblea nacional que, según anunció en Durango el presidente nacional del tricolor, Mariano Palacios, se realizará en el segundo semestre del próximo año.
Palacios dijo que el PRI, al cumplir 70 años de existencia, ofrecerá a los mexicanos ``un paso de vanguardia'', pues el queretano estima que su partido será el único que elija a su candidato presidencial ``con un proceso abierto y participativo''.
No hay fundamentos razonables para que Palacios considere que sólo el PRI realizará un proceso electoral ``abierto y participativo'', pues sus dos principales opositores, PAN y PRD, se aprestan para actuar cuando menos en términos similares a los más optimistas que proponga el PRI.
El mismo PAN, que durante décadas se aferró a un sistema de elecciones internas cerrado (que no obstante mantuvo siempre un altísimo, casi permanente grado de representatividad y legitimidad), está explorando las posibilidades de postular a su candidato presidencial mediante comicios abiertos y no en convenciones de delegados.
El PRD, por su parte, difícilmente podría quedar exento del camino de elecciones abiertas que ha practicado antes que sus principales contrincantes. (Hay, sin embargo, una corriente de militantes perredistas que está empujando con cuidado a favor de una peculiar postura: siendo Cuauhtémoc Cárdenas quien encabeza muchas de las encuestas de opinión frente a precandidatos de otros partidos, y apareciendo siempre como virtual abanderado perredista, con márgenes de popularidad muy por encima de cualquiera de los otros dos posibles aspirantes --quienes sólo podrían ser Porfirio Muñoz Ledo y Andrés Manuel López Obrador--, esos militantes del partido del sol azteca proponen que se oficialice la candidatura de Cárdenas luego de la elección, en marzo de 1999, del nuevo comité ejecutivo nacional. Así, el PRD se posicionaría como el único partido con estabilidad interna suficiente para presentar a su candidato con tiempo y sin problemas, y desarrollar una campaña sin sobresaltos ni sorpresas. El que pega primero, pega dos veces, dicen los promotores de esta idea).
Sin embargo, es muy significativo el hecho de que el dirigente nacional priísta busque darle relevancia al proceso ``abierto y participativo'' de la postulación a candidato presidencial. De hecho, el PRI vive como nunca antes en su historia la confesión pública y el activismo abierto de varios de sus personajes que aspiran a la Presidencia.
Sería deseable que al trabajo explícito de construcción de sus candidaturas realizada por dos gobernadores priístas se pudiesen sumar también los secretarios de Estado quienes, evidentemente, buscan la postulación pero que, sujetos todavía a las reglas antiguas de la competencia interna del tricolor, se han abstenido de asumirse como precandidatos. José Angel Gurría, Francisco Labastida Ochoa, Esteban Moctezuma Barragán y Juan Ramón de la Fuente le harían un bien a su partido, y al país, definiendo sus posturas y aspiraciones a la luz de una nueva realidad política en la que de poco habrán de servir las cartas ocultas y el no moverse para sí salir en la foto.
Las palabras de Palacios fueron pronunciadas, sin embargo, en un desalentador escenario: la toma de posesión de Angel Sergio Guerrero Mier como gobernador de Durango, en relevo de Maximiliano Silerio Esparza.
Con tales personajes, la historia política pareciese estancarse e incluso retroceder. El saliente, un dirigente campesino de oratoria demagógica, sumió a la entidad en una etapa oscura, de represión política, violaciones a los derechos humanos y alta corrupción.
Es posible que la memoria de Silerio Esparza quede por siempre asociada al caso de la joven suicida Yéssica Yadira Díaz, quien prefirió darse muerte ante la inexistencia de canales legales adecuados para castigar a los culpables de su violación. El drama vivido por la familia de la joven sólo es concebible en un sistema que, como en Durango, promueva la impunidad, pase por encima de las leyes y se rija por una perversa voluntad política.
Otro dato siempre memorable de don Maximiliano es su desmedido enriquecimiento propio y familiar, el cual quiso justificar aduciendo su habilidad para manejar recursos en la Bolsa de Valores.
El sucesor, Guerrero Mier, fue reiteradamente acusado de usar en su campaña dineros en exceso, presumiblemente públicos, y de desplegar oficios de adulteración electoral, en lo que sus adversarios le asignan una maestría excepcional.
En ese cuadro, que pareciese una fotografía del México que creemos que vamos dejando atrás, es en el que el líder priísta Palacios produjo el anuncio de la elección democrática de su próximo candidato presidencial.
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