Néstor de Buen
Entre líneas

El pasado lunes Fabiola Martínez publicó en La Jornada una nota interesante con una declaración de José Pablo Quintana, vicepresidente de Administración y Finanzas de la Asociación mexicana de Administradoras de Fondos para el Retiro (Amafore), quien afirmó que las Afore están en equilibrio, pero aún no son negocio.

Hizo especial referencia a la feria de fusiones que se ha producido entre las Afores, sin demasiada fortuna, y a aquellas que aún guardan el tipo. Las pobrecitas, dijo Quintana, rescatarán con la fusión los millonario montos invertidos desde 1997. ¿Se acuerdan de la linda publicidad?

Por lo visto Fabiola, una reportera inquisitiva, independientemente de su gentileza natural, averiguaba si estas desgracias que sufre la Bolsa Mexicana de Valores no ponían en riesgo los fondos de pensiones. La respuesta, tranquilizadora -o al menos esa pareció ser la intención-, fue rotunda: ``es prácticamente mínimo (el riesgo), porque nuestra inversión es en papeles gubernamentales'', como Cetes y Tesobonos.

Por lo visto, nuestros trabajadores asegurados pueden dormir tranquilos. Sus fondos no tienen riesgos bursátiles.

Pero tres datos que se deslizan lateralmente del texto me parecen de especial importancia. El primero, respecto a que las Afores están en equilibrio financiero, pero aún no son negocio. El segundo, la rotunda afirmación de que los papeles de inversión son, simplemente, papeles del Estado. El tercero se refiere a que se han registrado trece millones de ``ahorradores'' (sic), pero que sólo cotizan diez millones, porque el resto ``se encuentra temporalmente desempleado''.

Habría que ver como está ese asunto del equilibrio y con qué se basa el señor Quintana para distinguir entre equilibrio y negocio. Daría la impresión de que si prácticamente toda la población asegurada está inscrita en las Afores, con las enormes comisiones que se cobran a los asegurados y eso no rinde ganancias, sino sólo sirve para cubrir gastos, o los negocios fueron muy mal diseñados o el sistema no funciona. Lo primero me preocupa poco. Lo segundo, mucho. Pese al ``se lo dijimos a tiempoÉ''

El tema del monopolio estatal en la venta de valores, que era obvio, sí que es preocupante. Porque aquella vieja historia de que los trabajadores, armados de informes financieros de último minuto, tienen derecho a elegir los mejores valores para sus inversiones, resulta ser un mito: con Cetes o Tesobonos... o no hay de piña. Y yo me pregunto si esos valores son perfectos y no tienen riesgo. Porque en la historia no tan vieja los Tesobonos nos dieron un disgusto monumental. Y también me pregunto si hay alguna regla no escrita que impida adquirir valores de empresas particulares: acciones y obligaciones. Y acabo también de preguntarme si los señores dueños de las Afores, con los gastos multimillonarios que han hecho, no contaban con la posibilidad de colocar papel privado, que sería evidentemente un aliciente para utilidades indirectas. Ahora son ya deuda pública. Antes hospitales y clínicas. Y como deuda, todos tendremos que pagarla por la vía fiscal. ¡Precioso!

La tercera noticia es sorprendente: de 13 millones de asegurados inscritos (nunca ha tenido el IMSS tantos asegurados) sólo quedan 10 millones. Los demás están en ``desempleo temporal''. Y de paso: ¿cuánto durará ese ``temporal'', ahora que están tan de moda las lluvias? ¿Hemos perdido realmente en un año 3 millones de empleos?

Y cuando Fabiola hizo la pregunta remate: ``¿Cuándo bajarán las comisiones (lo cual ya se había anunciado)?'', la respuesta no pudo ser más expresiva: ``estas son flexibles, por ello yo les diría a los trabajadores que es necesario impulsar el ahorro voluntario'' ¿Usted lo cree posible?

Y ya no sé si cantar aquello de ``Amafore, lindísima AmaforeÉ'', o la versión moderna de la vieja canción de Agustín Lara: ``Afores, habrás tenido, muchos Afores, María bonita, María del alma...'', o chiflar el réquiem de Verdi.