Antonio Gershenson
El informe y los ahorros

Entre las anticipadas críticas al informe del jefe de gobierno del DF, estaba la de un subejercicio presupuestal. Es decir, se habría gastado menos de lo autorizado en el presupuesto, heredado en lo fundamental, del anterior gobierno. Me llamó la atención, en especial, que este señalamiento proviniera de personas integrantes de esa gestión o comprometidas con ella.

Me llamó la atención por los principales orígenes de ese fenómeno. Aunque en algunos casos haya habido también otras causas, las principales tienen que ver, precisamente, con la diferencia entre la forma como se hacían las cosas en el gobierno anterior y el actual.

En efecto, ocurre ahora una cosa aparentemente extraña: todo cuesta para el gobierno del DF menos que el año pasado. Las obras son, en promedio, 25 por ciento menos caras, aunque hay casos en que han costado la mitad. Las compras son 15 por ciento más baratas también en promedio, a pesar del aumento de los precios en lo general, de las devaluaciones y de todo, pero hay artículos cuyo precio es ahora 30 por ciento más bajo.

Las causas de esto son sobre todo dos: la primera es que ahora ya no se cobran comisiones a quien resulte ganador en un concurso; es más, la experiencia indica que muchas empresas ni siquiera se preparaban para un verdadero concurso y apenas ahora se tienen que preocupar por eso. La segunda, es que antes participaban en esos concursos grupos cerrados de empresas que se ponían fácilmente de acuerdo, y la que no estaban en el juego eran eliminadas con pretextos supuestamente técnicos, desalentadas con el alto costo de las bases del concurso, etc. Al abrirse los concursos a una verdadera competencia, y no cargar al precio el costo de comisiones o mordidas, los precios bajaron.

Entre las otras causas, no tan generales, cabe mencionar que ahora se estén haciendo con recursos propios una serie de trabajos innecesarios que antes se mandaban a hacer en empresas externas al DDF, con altos costos que incluían los elementos antes mencionados. Como de todos modos se pagaba el sueldo de los trabajadores y, por ejemplo, se mandaba un camión a un taller externo hasta para cambiarle una llanta o el acumulador, a los mecánicos se les enviaba a hacer labores administrativas o de otra índole; ahora la gran diferencia está entre pagar toda la reparación en un taller, o sólo el costo de las refacciones, en el caso de las reparaciones que no requieren de equipo muy caro o complicado.

Así como el gobierno funciona ahora con menos gastos y puede hacer más cosas a pesar del recortado presupuesto que recibió, también aumentaron sus ingresos sin que se hubiera incrementado, en términos reales, la tasa cobrada. Una causa es que funcionarios anteriores, mediante diferentes tipos de regalitos, se hacían de la vista gorda ante importantísimos adeudos, y a veces de plano los borraban discretamente de la computadora.

En todos estos casos los autores del daño al patrimonio público tuvieron buen cuidado de ocultar las huellas que los pudieran incriminar. Uno de los medios fue mantener un tremendo desorden administrativo que dificultara un posterior rastreo, y que a veces era más costoso que el daño patrimonial directo. Pero lo que no se pudo borrar fue la huella macro, que incluye, precisamente, el hecho de que para el gobierno del DF, los ingresos aumenten y los costos bajen.

Es por todo esto que llama la atención que personas que participaron en el antiguo régimen de la ciudad de México, o estuvieron comprometidos con él, se escandalicen ante un supuesto subejercicio, cuando que lo que se ve es un contraste con un antiguo régimen lleno de ineficiencia, corrupción y prepotencia.