Masiosare, domingo 20 de septiembre de 1998


REBOTES DEL 68


De las aulas a las
fábricas


Jesusa Cervantes


Luego de la represión en 1968, muchos jóvenes decidieron ``ir al pueblo''. En los años siguientes organizaron colonias populares, grupos campesinos y sindicales. Pocos, sin embargo, dieron el paso de Salvador Zarco, quien al salir de la cárcel abandonó definitivamente las aulas para dedicarse a ferrocarrilero

No le fue fácil. Las plazas de ferrocarrilero estaban apartadas para los familiares de los trabajadores en activo. Pero Salvador Zarco no cejó. Tres años después de su primera solicitud, en 1974, por fin se le hizo: ``Entré desde abajo, como auxiliar en el servicio general de agua y combustible. Un trabajo bellísimo''.

En 1968 Zarco era estudiante de filosofía en la Universidad Nacional. Tras el 2 de octubre fue a parar a Lecumberri. Salió tres años después con el camino claro: ``No podía siquiera imaginarme dando clases. Decidí ganarme el pan como obrero''.

Zarco estuvo doce meses como auxiliar. Los siguientes 23 años los pasaría como tallerista en La Casa Redonda y como activista sindical contra los charros del sindicato de Ferrocarriles Nacionales de México. En esas anda todavía.

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``¡Presos políticos, libertad!'' fue una de las consignas más socorridas durante el movimiento de 1968. Esos presos tenían nombre: eran, esencialmente, Valentín Campa y el legendario líder ferrocarrrilero Demetrio Vallejo, en huelga de hambre en julio de 1968, mientras arrancaban las movilizaciones estudiantiles.

¿Sabían los estudiantes quiénes eran Campa y Vallejo? Salvador Zarco dice: ``Yo sí, pero muchos compañeros, sobre todo los del área técnica, no tenían una idea clara''.

Igual no importaba. ``El que no sabía, ahí se topó con la verdad, porque el 68 fue un curso intensivo para todos, un curso que nos acercó a los obreros, los campesinos y al movimiento popular''.

Vallejo saldría de la cárcel hasta 1972 y fundaría el Movimiento Sindical Ferrocarrillero (MSF), que pronto se alió a otras fuerzas sindicales. En su segundo aire, Vallejo estuvo acompañado de muchos sesentaocheros.

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Compañero de banca de los líderes Roberto Escudero y Luis González de Alba en 1968, Zarco ya se las daba de conocedor del movimiento ferrocarrilero: ``En Buena Vista me subía al camión de los ferrocarrileros que iban a la estación. Hablaba con ellos de nuestra lucha, porque nos daban toda la libertad. En los brigadeos siempre nos cuidaban y protegían''.

El rebote del 68 en el sindicalismo, sin embargo, llegaría después de 1970, cuando cientos de estudiantes se volcaron a las fábricas ``para hacerse obreros o asesores, para organizar la propaganda o participar en las huelgas'', recuerda Francisco Pérez Arce, estudiante en el 68 y hoy funcionario de la Subsecretaría del Trabajo del gobierno del Distrito Federal.

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Los brigadistas no siempre corrieron con suerte. Un día de 1968, recuerda Zarco, ``nos mataron a un compañero que estaba repartiendo volantes cuando fuimos a brigadear a la refinería 18 de marzo''.

En la versión de Zarco, los petroleros apoyaban a los estudiantes: ``Al caer el muchacho baleado, los obreros se amotinaron, volcaron un vehículo, le prendieron fuego e hicieron un mitin ante los soldados. Un trabajador lo levantó en brazos y ya muerto, lo llevó hasta el oficial encargado para reclamarle''.

Las brigadas estudiantiles tuvieron buena aceptación en gremios como el ferrocarrilero y el Sindicato Mexicano de Electricistas. Zarco dice que la decisión de grupos de trabajadores de incorporarse al movimiento aceleró la decisión del gobierno de reprimirlo.

``El dos de octubre más de cien ferrocarrileros de la terminal de Pantaco secuestraron varios camiones para trasladarse a la Plaza de las Tres Culturas''.

Ese día, varios ferrocarrileros fueron heridos y detenidos. Zarco recuerda a un ``trenista'' y a ``Cayetano Horta, quien fue detenido en Tlalnepantla y liberado hasta 1971''.

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El ``rebote'' sindical tardó tiempo en cuajar: ``En 1969 no había una dirección estudiantil clara ni un líder sindical a quien seguir, sólo la decisión de organizar a la base, a la clase obrera. De ahí surge el contacto con las fábricas y los movimientos populares''.

Fue entonces cuando muchos grupos de trabajadores comenzaron a tomar a la Universidad ``como su espacio de difusión''.

Entre 1970 y 1975 la influencia de los sesentaocheros en el joven sindicalismo independiente es más clara: ``Distintas escuelas se vinculan con algunas huelgas y fábricas. La de Antropología se contacta con obreros de industria Celorio. Las facultad de Ciencias y de Economía con los de Spicer''.

Otros grupos estudiantiles trabajaban con costureras, con obreros de Ayutla textil, con huleros, con Mexicana de Envases, chicles Adams, Sandak y los de Kraft.

En esas batallas se formó una generación de asesores y abogados laborales. Algunas de sus historias fueron recogidas por Paco Ignacio Taibo II en su libro Insurgencia mi amor (ediciones El Atajo).

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La Tendencia Democrática de Rafael Galván tuvo en sus filas a varios integrantes de la generación del 68. Ahí se encontraron nuevamente los electricistas y los ferrocarrileros.

``Las autoridades vieron en la unión una amenaza. No querían que la alianza fuera polo de atracción para otros obreros'', dice Zarco.

En 1973, recuerda, el gobierno no quiso reconocer el triunfo de los vallejistas. ```Don Demetrio, por esta vez no se pudo, le aconsejo que no proteste', le dijo Porfirio Muñoz Ledo, entonces secretario del Trabajo''.

Años después, el gobierno desarticularía también el movimiento de Rafael Galván.

``Fue en 1975 y para los estudiantes fue la segunda gran desilusión, tanto que los cientos de jóvenes que trabajaban en fábricas regresaron a las aulas. Uno de los que siguió y se convirtió en líder sindical fue Zarco y aún se mantiene en la lucha'', dice Pérez Arce.

Treinta años después, Zarco personifica la disidencia más incómoda del actual dirigente sindical, Víctor Flores, quien ya lleva en su cuenta 40 mil despidos.