La Jornada Semanal, 20 de septiembre de 1998



Marissa Torres Pech

Entrevista a Alvaro Enrigue

Hay varios modos de sobreponerse a la limitada, terrena condición humana. Los personajes de çlvaro Enrigue forman parte de los espíritus milenaristas que emprenden el vuelo para hacer una esforzada lectura de la nueva cábala de fin de milenio. Con motivo de Virtudes capitales, conversa con Marissa Torres Pech sobre los modos de sobrevolar el postmodernismo.

<Álvaro Enrigue (1969) es un escritor reconocido por su novela La muerte de un instalador, que ganó en 1996 el Premio Joaquín Mortiz para primera novela. Su segundo libro, una reunión de relatos titulada Virtudes capitales (1998), publicada por Joaquín Mortiz, ha creado expectación en torno al estilo variado y alegórico que lo caracteriza. Desde hace unos meses, çlvaro Enrigue reside como becario en la Universidad de Maryland y, debido a esto, antes de que saliera del país, quise hacerle una entrevista en torno a su segunda novela.

Tengo entendido que primero escribiste Virtudes capitales, sin embargo, se publicó antes La muerte de un instalador. ¿A qué se debió esto?

-Virtudes capitales estaba en otra editorial haciendo cola. Mientras hacía esa cola interminable escribí La muerte de un instalador, la metí al concurso, ganó y le fue muy bien. Aun así, no se puede hablar de La muerte de un instalador como un segundo libro, Virtudes capitales lo es porque está mejor cuidado, creo que está mejor escrito.

-¿Qué carga simbólica tiene para ti el personaje de Aristóteles Brumell, de La muerte de un instalador, que reaparece en el breve prólogo de Virtudes capitales?

-El Aristóteles que habla ahí no es propiamente el Aristóteles Brumell de La muerte, era solamente una voz que apareció en el libro, un demiurgo. Virtudes capitales es un libro donde se asume un diálogo entre ficción y realidad, de ahí que aparezcan esas dos páginas extravagantes. Actualmente, me interesan mucho más los gatos que Aristóteles.

-En ese prólogo, me parece, hay una parábola sobre las tres virtudes teologales y los siete pecados capitales. ¿Intentaste desarrollar una virtud en cada relato?

-Originalmente tenía esa idea, pero un libro cambia mucho en el camino. Virtudes capitales es un libro muy abierto, se presta fácilmente a cualquier interpretación que le quieras dar. Lo puedes ver como una lectura de las tres virtudes teologales o lo puedes ver como una propuesta sobre tres virtudes capitales.

-En Virtudes capitales hay una inclinación por la teología y la historia, hecho que no se observa tanto en La muerte de un instalador. ¿Cuál es la razón de este interés?

-En primer lugar, tengo una formación fuerte en ese sentido ya que estudié en escuelas católicas, es decir, poseo un background que me permite jugar. La católica es una tradición que respeto mucho; asimismo, aprecio ciertas virtudes históricas -no teologales ni cardinales- que son sobre todo la acumulación de registros, la promoción del arte y la conservación de ciertas tradiciones fundamentales. En ese sentido es un universo que me fascina. En segundo lugar, el imaginario católico se presta mejor que ningún otro a lo que he tratado de hacer en estos dos libros que es una narrativa finisecular, decadente, exquisita. La imaginería católica sí está presente en La muerte de un instalador, sólo que en Virtudes capitales, es obvia, en La muerte hay un montón de ingenios que, se puede decir, son hipertextos bíblicos.

-En Virtudes capitales Dios no es una preocupación central, contrariamente a lo que se pensaría, dado que las virtudes teologales tienen como finalidad llegar a Dios. ¿Estoy en lo cierto?

-Lo que me interesa de la religión católica es la doctrina -que tiene que ver poco con Dios-, la serie de mandatos existenciales. Los personajes de Virtudes capitales no tienen como fin llegar a Dios, lo que les interesa es el procedimiento, lo que padecen o lo que gozan en éste: son personajes del siglo XX. Siento que la tendencia natural de la fe católica es ser como las doctrinas budistas: dejar de ser religión, dejar de depender de la idea de un Dios ético y de la condenación.

-¿Se puede hablar de caída física y moral de tus personajes? Pienso, por ejemplo, en Simón y Sebastián Vaca de La muerte de un instalador, y en Ponchito de ``El amigo del héroe''?

-Todos estos personajes han caído y se van a tratar de redimir de alguna manera. Creo que ambos libros son alegóricos, tienen una lectura alegórica como la que recomendaba Dante, así de obvia y elemental. En La muerte de un instalador hay una secuencia clave que es la expulsión de Sebastián Vaca del paraíso, en la que Aristóteles otra vez es Dios y Fierro es el Arcángel Gabriel. Ponchito -el héroe- y su amigo son evidentemente angelicales. El amigo del héroe, quien narra en primera persona, estará buscando la salvación el resto de su vida, ésta será total, como vemos en ``La ciudad de Dios'', donde se cambia el nombre a Pío.

-Me parece que ``El amigo del héroe'' rompe con el tono y lenguaje de ``Informe angélico'' y ``La ciudad de Dios''.

-Sí, es un relato profano y además es el único en donde están menos claros los elementos fantásticos. Empezar la historia de un niño de clase popular de la ciudad de México desde un personaje borgiano, como en los otros dos relatos, era imposible. Una de las libertades que te puedes tomar como narrador de fin de siglo es brincar de un estilo a otro, sería improbable que hubiera un escritor de mitad de siglo que no hiciera eso. La literatura postmoderna es así, los estilos no son definidos, se brinca de una tradición a otra.

-¿Te definirías como escritor postmoderno?

-Si existe la postmodernidad, somos irremediablemente postmodernos. Pero uno no puede bautizar una época mientras sucede, lo que sí creo es que este libro trata de insertarse en la tradición de la literatura postmoderna por su eclecticismo: el retorno a temas antiguos, la noción global, la idea del mundo visto siempre a través de un vidrio.

-¿Virtudes capitales con sus tres relatos podría verse como una novela?

-Sería una novela fragmentada o eso pretende ser, ese es otro elemento postmoderno: Virtudes capitales es un libro muy abierto y pretende ser enigmático, todos los dramas están escamoteados; quité del libro todos los nudos, todas las razones que hacían que los personajes estuvieran intranquilos. Nunca sabes qué es lo que pasa realmente con los personajes.

-``Informe angélico'', al menos, parece un relato inconcluso.

-Está abierto para que se engarce al final. En primera, hubiera sido muy difícil cerrar definitivamente ese relato porque no hay un momento de acción grave en esa historia, es una historia en la que a fin de cuentas no pasa nada. En segundo lugar, sí hay una conclusión, el cura vuela, consigue volar por un medio mecánico, como podemos volar todos. El avión encarna todo el destino, es la posibilidad de encontrar la vocación monástica, (como vemos en ``La ciudad de Dios'') y encontrar a un amigo de verdad o a un fiel de verdad en Pío. ƒste, por su parte, encuentra su otro yo en el jesuita.

-¿Qué lecturas influyeron en Virtudes capitales?

-Paul Auster y Julian Barnes influyeron definitivamente en Virtudes capitales; son dos autores a los que admiré muchísimo y que ahora me parecen en general malísimos. De Barnes, La historia del mundo en diez capítulos y medio es específicamente el libro que elegí como influencia. El tema de la redención a través de motivos contemporáneos está tomado de ciertos libros de Paul Auster, la Trilogía de Nueva York, por ejemplo. Ahora, si hubiera que elegir un libro decisivo en mi formación como escritor sería el Quijote, aunque decirlo sea una obviedad. La lectura del Quijote fue reveladora, a partir de ella me asumí como escritor. La segunda influencia del calibre de Cervantes es Borges, especialmente en los momentos en que la historia sucede a través del hallazgo de documentos y en el gusto por el enigma. Borges siempre planteaba un enigma al principio y no lo resolvería al final, he tratado de hacer eso en todo lo que he escrito.

-Por último, ¿cuáles son tus planes para el futuro?

-Me voy a la Universidad de Maryland, quiero terminar el libro que estoy escribiendo. La beca termina en un año y tal vez después dé clases. En la escritura, un tema que me interesa explorar es la estupidez humana -como se puede ver en La muerte de un instalador-, me parece un tema entrañable y quiero profundizar en él.