Cuauhtémoc Cárdenas hizo importantes consideraciones en torno al movimiento estudiantil de 1968. Textualmente dijo: ``Ha sido injusto que el Ejército cargue, desde el 2 de octubre, con las responsabilidades de la masacre''. Más allá de las significaciones políticas que se derivan de un planteamiento de esta naturaleza, el punto relevante está, justamente, en el hecho de haber planteado, sin ambages, la oportunidad de una discusión que las autoridades daban por resuelta.
No es así. La persistencia de los temas del 68 deriva de la ausencia de una explicación histórica capaz de ubicar la responsabilidad política y legal que le cabe a los funcionarios y jefes militares de la época, responsabilidad que no puede diluirse, por cierto, en la que el mismo Díaz Ordaz se atribuyó a fines de su mandato.
Sin un examen cuidadoso de la conducta castrense a lo largo del movimiento, pero sobre todo en los graves sucesos del 2 de octubre, es imposible saber la verdad y, lo más importante aun, cerrar la herida abierta en el 68. Cárdenas ha dado un paso importantísimo para reabrir estas cuestiones, pero no es el primero.
La idea de que el ejército fue a su modo una víctima y no el verdugo de los estudiantes la planteó a fines de 1993 el general Riviello, quien ocupaba entonces el cargo de secretario de la Defensa. El general sostuvo que no había línea de continuidad entre las fuerzas armadas del 68 y las actuales.
Para darle contundencia a sus afirmaciones, Riviello dijo textualmente: ``Este es otro ejército''. En cuanto al fondo de la cuestión, el entonces secretario de la Defensa fue bastante claro: ``Si de lo que se trata es de llegar a una conclusión histórica, si se trata de una investigación seria, bueno [...] por qué nada más hablamos del ejército y los estudiantes. No, también participaron otras gentes, que no le digo quién''.
En efecto, Riviello no dijo quién, pero todas las miradas se centraron en el ex secretario de Gobernación, así como en los jefes de las corporaciones de las que dependía la seguridad nacional. Sin embargo nada pasó. Unos días después estallaba la insurrección en Chiapas y el tema pasó al olvido.
Habría que hacer una investigación muy completa para saber si, en efecto, hubo una tercera fuerza provocando al ejército, pero lo cierto es que la declaración venía a desmontar la afirmación gubernamental de que los agresores habían sido los estudiantes, es decir, obligaba a revisar de principio a fin los argumentos que habían servido de base para reprimir al movimiento estudiantil y luego procesar a sus dirigentes.
Cárdenas ha señalado que no se trata de cargar la responsabilidad en las instituciones y tiene razón, siempre y cuando estas instituciones sean objeto de un escrutinio riguroso por parte de la sociedad en su conjunto. Mientras continúen sin deslindarse las responsabilidades del gobierno de Díaz Ordaz y siga sin aclararse el papel del ejército en los hechos del 2 de octubre, la herida seguirá abierta. Esa investigación es necesaria.
Al ejército mismo corresponde proseguir esa tarea de enorme significación nacional. Vivimos una época de enormes cambios en la sociedad mexicana. Si queremos construir un Estado democrático sustentado en las instituciones, es imprescindible redefinir el papel del ejército bajo las nuevas condiciones, asegurar su carácter apolítico y resguardar su integridad.
Pero eso no será posible sin rescatar la verdad.